Capítulo 9.

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Narra Mirabel.

—Chau —me despedí de Ivan cuando nuestros caminos se separaban.

Hoy tiene que ir a entrenar después de clases, o sea que me vuelvo sola. Voy a aprovechar para anotarme en el equipo de Jockey.

—Cuídate —dijo como despedida antes de darme la espalda e irse.

Fui hasta la secretaría e hice que me anoten.

—Bien, empezarias la semana que viene, querida —dijo con amabilidad la señora.

—Listo, gracias. —Sonreí y me despedí.

¿Es normal que personas que ni siquiera conozco me traten mejor que mis padres? Yo creo que no.

Por suerte el camino fue tranquilo y llegué sana y salva. Obviamente nadie quiere salir de su casa a esta hora con el sol en pleno auge.

Ahora lo único que me queda es estar el resto del día completamente aburrida. Tanto que hasta estoy adelantando temas de las materias.

(...)

Ya estando en mi cama mirando tiktoks lista para dormirme una foto inesperada llego a mi celular. Se que le pedí a Ivan que lo haga, pero no me esperaba que lo cumpla.

Emocionada entré al chat y descargué la foto.

Pelusa estaba durmiendo boca arriba entré las sábanas negras haciéndolo resaltar más. Me quedé mirando la foto tanto tiempo que noté una gaza con sangre en el tacho de basura que se veía al costado de la cama.

Procedí a contestarle que era lo más hermoso que vi en mi vida. La curiosidad me ganó así que le pregunté si él estaba bien.

Como era de esperarse me dejó en visto.

Bufé y tiré el celular lejos para dormirme.

(...)

Un pequeño gritito se escapó de mis labios al ver la cara de Ivan.

—¿Qué te pasó? —pregunté acercándome a él a paso rápido.

Tenía un golpe en la ceja que le ocasionó un corte y el cuello con marcas moradas.

—Nada —contestó distante.

Por eso hoy no me siguió y me lo crucé de onda en el lugar donde pasamos el recreo.

—¿Nada? —Me agaché al lado de él —. ¿Te pusiste algo? —pregunté refiriéndome a sus heridas.

—No —contestó sin mirarme.

Busqué en mi mochila la pomada que me había dado. Mi herida ya estaba seca y no la necesitaba.

Me puse alcohol en las manos y coloqué una gota de crema en mis dedos.

—¿Puedo? —consulté antes de tocarlo. Tomé su silencio como un "si".

Acerqué mi dedo y unté la crema con cuidado en su herida. ¿Qué hizo ayer?

También la apliqué en una parte de su pómulo, bajo su atenta mirada.

Bajé mis ojos hasta su cuello. Eso debe doler, pero esta crema no lo va a ayudar en nada. Observé su corbata desarreglada y seguí bajando mi mirada buscando alguna otra herida. Mis ojos pararon en sus manos. Estiré la mía y la agarré.

—¡Ivan! —exclamé horrorizada.

Sus nudillos están destruidos. La piel desapareció de esta zona y esta al rojo vivo. ¿Cómo su expresión no demuestra dolor?

Dejé reposar su mano sobre mí muslo mientras agarraba más crema.

Le va doler un montón.

Suspiré sufriendo más que él y cerré el envase.

Dejé su mano sobre mi muslo al tener mayor estabilidad. Puse un poco de crema sobre su herida expuesta e instantáneamente miré sus ojos buscando algún rastro de dolor. Me sorprendí al encontrarme solamente con su intensa mirada sobre mí. Puse crema por todos sus nudillos y seguí con la otra mano.

Cansada apoyé mi culo en el piso cuando terminé. La pasé muy mal.

—¿Te sentis bien? —le pregunté mientras comía mi vianda.

—Si. —Asintió.

—¿Con quién te peleaste? —interrogué.

—Adivina. —Una sonrisa divertida surco sus labios.

Si me dice adivina es porque lo conozco y la única persona que se me viene a la cabeza ahora es Bruno.

—¿Sos boludo? —Quise golpearlo, pero me abstuve por su condición —. Te pudo haber salido muy mal, Ivan —lo reté.

—Él me provocó. —Se encogió de hombros restandole importancia.

—¿Te golpeo en otra parte más? —pregunté sin querer saber la respuesta.

Bruno es un mono gigante y estoy segura que no se abstuvo contra Ivan, que aunque es más alto, su contextura es más delgada.

—¿Querés ver? —Levantó levemente las cejas expectante.

Fruncí el ceño confundida.

—Si te puedo ayudar, si... —no me dejó terminar la oración porque sus movimientos me confundieron todavía más.

Sus dedos desabrocharon el último botón de su camisa y subieron hasta desabrocharlos casi todos.

Estaría al borde de la hiperventilacion y todo colorada de no ser por lo que mis ojos captaron.

—No estás bien —aseguré cuando me dejó ver su abdomen levemente marcado repleto de un color morado que resaltaba ante su piel blanca —. Vamos a la enfermería —pedí tomándolo del brazo.

—No puedo, mis viejos me matan —negó intentando abrochar nuevamente sus botones.

—Déjame a mi —ordené cuando vi que batallaba por el dolor. Abroche uno por uno intentando pensar en una solución. Arrugué la cara con dolor ante un golpe que estaba más oscuro que los demás. Lo roce con mis dedos y escuché un quejido de parte de Ivan —. Vamos a un hospital entonces —sugerí —. No pasa nada si faltamos una clase —intenté convencerlo —. Por favor, Ivan. —Miré sus ojos suplicante.

—Bueno —aceptó resignado.

Guardé mis cosas, agarré su mochila y lo ayudé a levantarse. 

—¿Por dónde nos vamos? —consulté.

No me la pensé muy bien a la strate.

—Por allá el tejido esta roto. —Señaló la cancha de tenis.

—Bueno. —Agarré su brazo y nos guié hasta allá.

Abismo; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora