Capítulo 29.

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El agua artificial dejó de escucharse y segundos después Ivan se asomó por la puerta.

—¿Nos ayudas, linda? —Asomó la cabeza mojada de Pelusa con un peinado extraño haciendo que me ría.

—Voy. —Agarré las toallas, el secador de pelo y la ropa de Ivan —. Antes ponete esto. —Le extendí una toalla sabiendo que esta desnudo.

Él bufó y agarró la toalla.

Cuando me dijo que podía pasar entré.

Rodee a Pelusa con una toalla y lo sequé lo más que pude. Después tuve que imitar la misma acción con el pelo de Ivan porque se ponía celoso.

Enchufé el secador. Primero le sequé los rulitos a Ivan para que Pelusa vea que es algo inofensivo. Después con ayuda del morocho lo secamos a nuestro hijo sin problemas.

—¡Qué bonitos! —dije cuando los dos estaban sentaditos en la cama con las prendas que le tejí.

A Ivan le hice un gorrito y a Pelusa también, pero con orejitas.

—¿Te gusta? —Ivan sonrió.

—Si, voy a sacar una foto para tu mami. —Busqué mi celular y les saqué varias fotos.

(...)

—Ay, se llevó puesto el conito —dije observando a Ivan intentando estacionar.

—La tercera es la vencida —dijo su mamá convencida.

—¡Dale, Ivan, vos podes! —Lo animé levantando a Pelusa por los aires.

Varios intentos después pudo lograr su cometido.

Festejamos con Cristina y Pelusa.

A la noche, ya listos para dormir, mi celular volvió a mostrar el nombre de mi mamá en la pantalla.

No sé porque me llama, pero últimamente lo hace bastante seguido.

¿Qué es lo que quiere?

Por curiosidad suelo contestarle sin ganas.

Las llamadas no duran más de diez minutos.

Corté y sentí los brazos de Ivan rodearme.

—Vamos a dormir —ordenó en voz baja.

—¿Tenes sueño? —Miré sus ojitos entrecerrados divertida.

—Mucho. —Asintió.

—Vamos a dormir. —Acerqué mis labios a sus párpados y dejé un dulce beso.

—Te quiero —susurró arrastrando su nariz en mi cuello.

(...)

Lo lindo no dura para siempre.

Tuvimos que volver a clases y se ve que el tema favorito de todos éramos Ivan y yo.

Wow, que novedad.

Son todos unos hijos de puta sin vida.

Fruncí el ceño al sentirme intimidada por varios ojos.

Odio esto.

—Mirabel —Ivan llamó mi atención al percatarse.

—¿Qué? —balbucee sin mirarlo.

—Mirame cuando te hablo —ordenó tomando mi rostro suavemente.

Observé sus orbes marrones inquieta.

Más miradas se estan posando en nosotros.

—Basta, Ivan —pedí intentando alejarme.

—No tengas vergüenza —susurró pegando sus labios a los míos.

Abrí los ojos sorprendida por su acción.

Si el profesor llega a entrar ahora vamos a estar en proble...

—¡Mirabel Walton e Ivan Buhajeruk! —Ya es tarde.

El profesor nos mandó a dirección.

—No va a volver a pasar —me disculpe mirando mis manos.

—No es nada malo, pero en esta institución no están permitidas esas muestras de afecto —nos tranquilizó —. De las puertas para afuera pueden hacer lo que quieran, mientras están acá les pido que se contengan. —Se rió suavemente —. Eso es todo, pueden volver a sus clases.

—Disculpe las molestias —dijo Ivan antes de que nos vayamos.

—Ves lo que haces. —Lo golpeé suavemente.

—Que me importa, ahora todos saben que sos mía —manifestó sin resentimiento.

—¡Ivan! —lo reté haciendo que se ría  —. No hay chance de que tus papás no se enteren. —Tiré mi pelo hacia atrás con frustración.

—Ellos ya lo saben, Mirabel —informó.

—¿Qué? —Lo miré asustada.

—El otro día me lo dijeron y me felicitaron, pero se hacen los otros para que no te de vergüenza —expuso a sus papás como si nada.

—Nunca te voy a contar un secreto —concluí.

—No seas mala. —Hizo un leve puchero haciendo que sonría.

Ivan es la persona más sincera que conozco y eso tiene sus pros y contra.

—Mentira —me retracte.

El resto del día fue todavía más intenso.

Si antes las personas estaban locas, ahora lo están el triple por el beso que Ivan me encajó en frente de toda la clase.

Llegamos a casa y Cristina como siempre nos recibió calidamente.

—Me arrancaste un pelo —me quejé.

—Perdón —Ivan se disculpó y me peino con más cuidado.

Si se ofrece a hacer estas cosas minimamente que las haga bien.

Volví a sentir otro tirón.

—Ese fue Pelusa —avisó Ivan antes de que lo rete.

—Mi hijo seria incapaz —lo defendí viendo como corria por todas partes energético.

El cepillo de pelo fue reemplazado por los dedos de Ivan. Me acarició con cariño y segundos después rodeó mi cuerpo con sus brazos.

—Tan bonita —susurró mordiéndome la mejilla.

Su forma de mostrar amor es muy intensa.

—No me muerdas muy fuerte —lo reprendí cuando sus mordidas bajaron hasta mi cuello.

—No tenemos nada que ocultar —se excusó.

Volvió a morderme el cuello y después dejó un suave beso en el mismo lugar dándome escalofríos.

—Igual —balbucee alejándome —. Podes en otras partes —indiqué.

—¿En tus patas? —Levantó las cejas.

—¡No, Ivan! —Lo empujé —. Deja mis patas en paz —me quejé haciendo que se ría suavemente.

—Que aburrida —murmuró divertido.

—Vos sos el que tiene fetiches raros —discutí.

—No es raro. —Volvió a abrazarme.

Abismo; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora