Capítulo 18.

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Sentí como Ivan estiró un mechon de mi pelo lacio.

—¿Qué pasó? —inquirió haciendo que lo mire.

En ese momento las pibas dieron un gritito sorprendidas. Ivan miró detrás de él entendiendo todo.

—Perdón —susurré.

—¿Por qué? —Observó mi expresión.

—Se que te molesta que hablen de vos —reconocí.

—Ya estoy acostumbrado —le restó importancia.

—¿Si? —pregunté insegura.

—Si —afirmó.

—Acá traje unos talles más grandes —la voz de la chica hizo que vuelva a mirar en frente.

Al final salimos del lugar con una pollera tres talles más grandes que la mía y después fuimos a comer por ahí.

—¿O sea que preferis que me quede en culo directamente? —pregunté mientras íbamos a su casa.

—Mi mamá te la va a arreglar —aseguró.

—¿Qué? —casi chillé —. ¿Encima que me quedo en su casa me va a tener que arreglar la pollera? Re cara rota. —Pasé mis dedos entre las hebras de mi pelo nerviosa —. Mejor busco un tutorial en YouTube —decidí.

—Si vos decis. —Se encogió de hombros.

—No me tenes confianza. —Bufé.

—No —aceptó haciendo que lo golpee —. Mentira. —Soltó una risita —. Tú puedes ser lo que quieras ser —me animó.

—¿Miras Barbie? —pregunté con el ceño fruncido.

—Mucho tiktok —asumió.

—Ah, te entiendo. —Asentí.

Fuimos hablando de los videos de tiktok más relevantes que vimos, conclusión: perdemos tiempo de nuestras vidas al pedo.

Entramos a su casa, saludamos a su mamá y fuimos directo a su pieza.

Acomodé todas las cosas que me había comprado sin invadir tanto el espacio de Ivan y me bañé poniéndome cien por ciento cómoda con mi ropa.

Es la primera vez que salgo a comprar sin miedo a que mis viejos me digan algo.

—Esta re fachero —dije feliz modelando mi conjunto del hombre araña.

Es un pantalón negro lleno de estampados minis de la cara del hombre araña con telas de araña, obviamente, y una remera igual.

—¿Te pusiste lo otro también? —después de analizarme volvió a mirar su celular.

—Obvio que si. —Salté arriba de la cama y me senté al lado de él.

Por alguna razón el pijama venía con ropa interior del mismo estampado.

Puso su celular para que los dos podamos ver y deslizó para seguir viendo tiktoks.

Estuvimos así hasta que bajamos a cenar.

(...)

Me desperté antes que Ivan y tuve que bajar por la sed que tenia.

Si tengo suerte no me cruzó con nadie.

Obviamente la suerte no está de mi lado.

—Buenos días —saludé a Martina mientras bajaba los últimos escalones.

Ella pasó por al lado mio y por alguna razón se tropezó empujandome.

Un pequeño grito salió de mi garganta cuando caí de culo en el piso.

—¿Ivan todavia esta acostado? —me preguntó como si no hubiera pasado nada —. Le tengo que llevar su ropa —indicó de forma arrogante.

¿Y a mi qué mierda me importa eso?

—Si —respondí mientras me levantaba del piso.

—Ah. —Dio media vuelta y siguió subiendo.

Confundida giré para seguir mi camino hasta la cocina.

Volví a gritar cuando vi un señor sentado en el sillón.

—Perdón, perdón —me disculpe cuando mi mente proceso que podía ser el papá de Ivan.

—No pasa nada. —Bajó sus lentes con el que leía algo en su notebook para prestarme atención —. ¿Vos sos Mirabel?

—Si, es un gusto y le pido disculpas otra vez —hablé nerviosa.

Él asintió comprensible.

—Soy Carlos, el papá de Ivan —se presentó.

—Me imaginé. —Sonreí levemente intentando disipar mis nervios.

—¡Mirabel! —exclamó Cristina mientras bajaba las escaleras —. Tan madrugadora ¿mi hijo sigue dormido? —Me dio un abrazo cuando llegó al lado mio.

—Si, no lo quise molestar —dije más relajada.

—Es un vago, seguro se quedó toda la noche en su computadora. —Se rió.

—Ah, puede ser. —Asentí.

Me dormí antes que él así que no tengo idea de lo que hace en la madrugada.

—¿Martina no hizo el desayuno todavía? ¿Qué querés desayunar? Yo te lo hago —consultó.

—No, por favor, no se preocupe. —Negué con las manos —. Al contrario, a mi me gustaría prepararle el desayuno a ustedes, si me lo permiten —propusé.

Ella abrió sus ojos y me miró sorprendida.

—¿Si? ¿Querés que lo hagamos juntas mejor? —preguntó ilusionada.

Yo sonreí con ternura y mi pecho se comprimio con calidez.

Asentí sin poder decir nada.

Ella agarró mi mano y me llevó a la cocina casi a rastras.

—¿Quiere algo en especial? —pregunté cuando pude encontrar las palabras.

—Podemos hacer panqueques con dulce de leche, parece que no, pero a Ivan y a Carlos le encantan —comentó.

—Uh si, re rico —acepté convencida.

Entre una conversación entretenida fue sacando los ingredientes y juntas hicimos la mezcla.

Calentamos la panquequera y fuimos haciendo uno por uno.

—¡Ay! —Sacudí mi mano cuando me queme.

—Ay, mi vida ¿estas bien? —Agarró mi mano y rápidamente la puso debajo del agua fría.

La presión que tenia en mi pecho fue creciendo tanto que ya no la pude contener. Las lágrimas rebalsaron de mis ojos y cayeron como cascada sobre mis mejillas.

—¿Te duele mucho? —me preguntó Cristina preocupada al ver mi cara —. ¡Carlos! —lo llamó sin saber que hacer.

—N-no me duele. —Negué con la cabeza —. Perdón. —Sequé mis lágrimas con mi mano sana.

—¿Qué pasa? Podes contarme —dijo con suavidad.

—Es que... —Tomé aire —. Me siento bien —confesé —. Nunca hice estas cosas con mi mamá y siempre tenia la duda de como se sentía. —Volví a sacar las nuevas lágrimas —. Gracias por darme esto —agradecí con la voz rota.

—Corazón... —Rodeó mi cuerpo con sus brazos —. Gracias a vos —susurró.

Abismo; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora