Capítulo 30.

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(...)

—Ooaaa —aplaudi cuando Ivan me mostró orgulloso su licencia de conducir —. Sos el orgullo de la familia, Ivan. —Acerqué a nuestro gato hasta su cara para que lo bese.

—Te felicito, hijo. —Carlos le dio unas palmaditas.

—Cada día más grande el nene de mami —susurró Cristina al borde del llanto.

Con Cristina preparamos una cena especial y después de comer nos pusimos a mirar películas.

—No entendí nada de lo que dijo —declaré después de que el protagonista explique el motivo del porqué no se había muerto y como engañó a todos.

—Es el prota —explicó Ivan como si con eso fuera suficiente.

—Mucha data la tuya —susurré sarcástica.

—Cállate. —Agarró mi cara y me encajó un beso.

Ya admitimos libremente en frente de Carlos y Cristina que estamos juntos.

—Ivan. —Me alejé con vergüenza.

—¿Qué? —Se encogió de hombros inocentes.

Miré disimuladamente a Carlos y Cristina, pude captar una sonrisita en sus labios.

Que vergüenza.

Mi celular sonó y miré la pantalla encontrándome con el nombre de mi mamá.

Rodé los ojos y lo apagué.

Estoy harta de ella y de mi papá. Solamente me llaman para discutir y decir cosas sin sentido. No los entiendo.

Salté en mi lugar al escuchar un fuerte golpe en la puerta.

—¿Qué paso? —Abracé a Ivan asustada.

—Quédense acá —ordenó Carlos mientras iba hasta la puerta.

Cuando la abrió lo empujaron y un grupo de canas con escudos y armas entró.

—¡Orden de allanamiento! —gritaron rompiendo todo a su paso.

—¿Qué? —balbucee sin entender.

—¡Carlos! —Cristina se levantó para correr con su marido, pero la empujaron.

—¿¡Qué haces!? —grité.

La ira había reemplazado el miedo.

—Quedan arrestados por el secuestro de una menor, todo lo que digan puede ser usado en su contra, tienen derecho a un abogado y una llamada —indicó otro poniéndole unas esposas a Carlos y Cristina.

¿Secuestro de una menor?

—Maribel Walton, quédate tranquila, tus papás te están esperando, vení conmigo. —Otro oficial me agarró de los hombros para sacarme del lugar.

—No estoy secuestrada, esto esta mal —me negué a ir —. Ellos no hicieron nada malo, por favor. —No pude contener las lágrimas.

Ver esta escena me rompe el corazón.

Ver a las personas que me hicieron sentir querida ser maltratadas me hace mal.

Ver a Cristina hecha un mar de lagrimas me hace mal.

—¿Por qué? —preguntó Ivan viendo cómo se llevaban a sus papás.

—Hijo, ya sabes que tenes que hacer, no te preocupes por nosotros, te amo —dijo Carlos mientras lo sacaban a la fuerza.

—No, esto no puede ser, ustedes no hicieron nada —reclamó Ivan.

—¡Hija! —la voz de la persona que menos quería escuchar me rompió los tímpanos —. ¡Mi amor! —Me abrazó.

Abismo; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora