Capítulo 8.

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Sonó el timbre y guardé todas mis cosas.

Al parecer ese tal Bruno no vino poniendo de malhumor a Ivan, y yo que pensé que no podía estarlo más que lo habitual.

—Deja de hacer eso. —Lo golpeé. Es como la sexta vez que bufa enojado.

—No me toques —contestó molesto y cruzó sus brazos.

Negué con la cabeza y agité mi jugo Baggio. Le clavé la bombilla y tomé.

Estamos en el mismo lugar que ayer.

—Hoy entreno después de clases —informó.

Esta vez bufé yo.

—Otro día más sin Pelusa —me quejé.

—La semana que viene te lo quedas vos —me tranquilizó.

—Falta un montón —susurré enojada. Recién es miércoles.

—Aguanta. —Chasqueo la lengua enojado.

—Por lo menos mándame una foto cuando duerme —pedí arrancando pedazos de pasto.

—Bueno —aceptó.

—Bueno. —Sonreí conforme.

Otra leve mueca invadió mi cara después de eso.

—Mirame —ordenó tomándome desprevenida.

—¿Eh? —pregunté sin entender.

—Que me mires —aclaró.

—¿Para qué? —Levanté mi vista del suelo y la clavé en él.

Sus dedos tocaron mi barbilla y la levantó levemente para observar mis labios con atención.

Con vergüenza aparté su mano de mi cara. Siento como mis mejillas arden.

—Toma. —Extendió una pomada para cicatrizar heridas —. Agarrala —dijo al ver que no me moví un centímetro.

Guié mi mano hasta el potecito de pomada y la agarré.

—Gracias —susurré guardandola en mi bolsillo.

—¿Por qué te da vergüenza? —preguntó confundido.

—No me da vergüenza. —Escondí mi cara entre mis piernas flexionadas.

Intenté calmar mi acelerado corazón.

—Si te da vergüenza —discutió.

—No —negué sin aire.

Él se rió levemente.

—Eu —me llamó haciendo que lo mire.

—¿Qué? —pregunté todavía sonrojada.

—Quédate quieta —susurró acercándose.

—¿Qué? ¿Por qué? —balbucee nerviosa.

A una distancia relativamente corta guió su mano a mi cabeza.

—Tenes una araña en el pelo —avisó.

—¡Sacala! —Agaché mi cabeza y la acerqué a él asustada —. Rápido —lo apuré.

—No la veo, eh —advirtió.

—No me digas eso, Ivan. —Apreté el extremo inferior de su camisa en un puño.

—¿No era que sos fan del hombre araña? —preguntó divertido.

—Si, pero no me gustan las arañas —comuniqué en voz baja.

—Alta boba —se burló.

—¡Ivan! —grité tirándome arriba de él cuando vi a la araña correr al lado mio —. ¡Me tocó la mano! —lloriquee traumada.

Abismo; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora