Capítulo 31.

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(...)

Lo esperé.

Juro que lo esperé día y noche, pero él nunca apareció.

Es como si Ivan no existiera.

—No entiendo —balbucee.

—¿Qué es lo que te preocupa, Mirabel? —consultó Catalina.

—Ivan —confesé.

—¿Te enteraste que sus padres ya son libres? —habló tranquila.

—Si. —Asentí —. Pero ninguno me buscó —susurré mirando mis manos.

Pensé que habíamos formado un vínculo inquebrantable.

¿Qué pasó en este último tiempo?

—Los padres de Ivan no tienen permitido acercarse —explicó —. ¿Estás comiendo bien últimamente? —cambió de tema.

—No puedo comer.

Las sesiones no están surgiendo efecto.

Con el paso del tiempo los profesionales se plantearon seriamente mandarme a rehabilitación. Aislada de todo.

Una parte de mí quería aceptarlo para alejarme de mis padres, pero si Ivan me buscaba no iba a estar para recibirlo, por eso me negué.

Decidieron que solamente iban a ser tres días, así que acepté.

Me mintieron.

Esos tres días fueron aumentando con el paso del tiempo. Estuve encerrada más de lo que me prometieron.

La rehabilitación tampoco surgió efecto.

Cada día que pasaba me hundía más en la oscuridad y me daba miedo.

No sé como salir de este lugar. Ni siquiera me acuerdo como se sentía ser feliz.

Ivan se llevó todo con él. Se llevó hasta mi último rayo de luz.

Ahora no me queda nada.

Mi vida ya no tiene sentido.

Semanas después.

Volví al colegio.

Esta fue la decisión desesperada de todos.

Ya no saben que hacer conmigo.

Me aseguraron que necesito superar esto llevando mi vida normal adelante.

Es obvio que están muy equivocados.

De por sí el colegio nunca fue una parte feliz de mi vida antes y ahora mucho menos.

La única razón por la que acepté venir fue para hablar con Ivan.

Todo el colegio sabe que volví.

Él también lo sabe, pero no vino a buscarme.

Caminé por el pasillo bajo la mirada despectiva de todos.

¿Dónde estás Ivan?

Entré al salón rogando por que este sentado en nuestro lugar.

Grande fue la decepción cuando no lo vi.

Suspiré y fui a sentarme.

Días después.

—Esta re desnutrida, que asco —los constantes susurros ya se me hacían normales.

—Encima lo sigue buscando a Ivan después de lo que le hizo.

Observé la ventana deseando que todo se termine.

Ivan se cambió de clases para no cruzarse conmigo. Eso solamente significa una cosa, él no tiene intenciones de escucharme.

Su relación con sus padres es más importante que cualquier cosa y lo entiendo, pero al menos esperaba tener una oportunidad.

La última esperanza que tenía se fue con eso. Tanto que estos últimos días estuve planteándome seriamente una solución.

Si yo desaparezco el efecto es superiormente positivo.

Si yo me voy todos van a volver a ser felices.

Voy a arreglar las cosas.

Pero no lo puedo hacer sin antes despedirme de él. Es por eso que me tomé el tiempo de escribirle una carta.

También escribí una carta para Cristina y Carlos, fue la primera opción por encima de mis padres. Capaz a ellos si les afecta mi partida, o eso es lo que me quiero imaginar.

Sonó el timbre indicando el final del día.

Espero que Ivan haya podido leer la carta que tanto me costó escribir y hacer que llegue a él.

Espero que sus papás puedan leer la suya cuando yo me vaya. Ese sería mi último deseo.

Agarré mi mochila y salí.

Fui en la dirección contraria a todos y subí las escaleras para llegar a la terraza del edificio.

Con dificultad abrí la pesada puerta y caminé hasta el borde.

A estas alturas mis papás tendrían que estar enterados de esto. Si es que leyeron mi mensaje.

Me acerqué al borde y miré hacia abajo. Estoy a un paso de la libertad.

Todas las imágenes con Ivan pasaron por mi mente.

Su sonrisa, sus ojos cada vez que me miraban, los lindos gestos que tenia conmigo, la melodía de su voz.

Todo eso ya es suficiente para mi. Por un momento en mi vida me sentí amada y eso significa que logré mi cometido y mi mayor sueño.

Ahora que conozco el amor no tengo motivos para quedarme.

Respiré hondo y miré el cielo nublado.

¿Qué día es hoy?

Fruncí el ceño ante el destello desprevenido de luz.

Son los últimos días de primavera.

Hoy es diez de diciembre.

Hoy... hoy es mi cumpleaños.

—¿Me estas esperando, abuela? —balbucee sin retener el líquido de mis ojos.

Tal vez me esta esperando con los brazos abiertos para darme ese abrazo que tanto necesito.

Tal vez me esta esperando para decirme esas palabras que van a volver a llenarme el corazón.

Volví a mirar hacia abajo decidida, viendo como ya había una multitud de gente grabando.

¿Cuánto tiempo pasó?

Me acerqué aún más al borde sintiendo como las puntas de mis pies flotaban.

Tengo que hacerlo.

Tengo que decidirme.

Quiero hacerlo.

Volví a suspirar decidida.

Voy a terminar con todo esto.

Abismo; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora