Capítulo 28.

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(...)

Por fin vacaciones de invierno.

Por fin me puedo quedar abrazada a Ivan todo el tiempo que quiera.

—Es mi mujer —susurró Ivan abrazándome más fuerte —. Si me la quitas te mato —balbuceo adormilado.

Lastima que es un esquizofrenico de mierda.

Abrí los ojos para mirarlo y llenarle la cara de besos.

—Me gustas —dije en voz baja abrazándolo.

—Vos me encantas. —Me apretó más hacia su cuerpo.

Acaricié sus rulitos mientras él descansaba su cabeza en mi pecho.

Realmente Ivan es más aniñado de lo que podría haber imaginado.

Tenía esa faceta escondida atrás de su cara de "me hablas y te mato". Quien lo diría.

—¡Arriba, arriba! —Unos golpesitos en la puerta llamó nuestra atención.

Miré a Ivan extrañada y él rodó los ojos sabiendo lo que se venía.

—La puta madre —se quejó el más alto en voz baja.

—¡Dale que el dia esta re lindo! —siguió insistiendo Carlos.

¿Él día está re lindo? ¿Cuántos grados hacen?

Me separé de Ivan invadida por la curiosidad.

Mis papás nunca me despertaron para hacer algo un fin de semana.

—Volve, Mirabel —suplicó Ivan.

—Levántate, vaguito. —Dejé un beso en sus labios.

—Solamente quiero estar con vos —se excusó abrazándome.

—Ya estuvimos una semana entera así. —Me reí levemente.

Es nuestra segunda semana de vacaciones. Eso significa que no nos queda mucho tiempo.

—No me importa —le restó importancia sin querer soltarme.

—Dale, Ivan. —Me separé.

—¿Ya no me querés? —consultó —. Ya me usaste y ahora me queres dejar. —Me miró receloso.

—¿Qué decis? —Acaricié su rostro divertida.

Este chico maneja demasiada intensidad.

(...)

Al final lo pude convencer y ahora estamos de camino a una quinta.

Carlos le va a enseñar a Ivan a estacionar.

Espero que no mate a nadie.

Acaricié a Pelusa que dormía arriba de mis piernas con su chalequito tejido.

Sentí los dedos de Ivan rozando mi mano haciendo que lo mire. Sus gorras fueron reemplazadas por gorros calentitos y le quedan hermosos.

Sonreí con ternura.

—Que bonito —susurré cerca de su oído.

Todavía no oficializamos nada en frente de Carlos y Cristina, aunque creo que ya se dieron cuenta de que algo pasa entre Ivan y yo.

—¿Te gusto? —preguntó en voz baja mientras acariciaba mi mano con su pulgar

—Te dije que si —respondí con vergüenza.

Mi querido Ivan tiene mucho ego que alimentar.

—¿Segura? —Rozó mi mejilla con su nariz.

—Cállate. —Me alejé.

Abismo; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora