(...)
—Hola —saludé a Ivan cuando lo note caminando atrás mio —. Me das un toque de miedo —admití.
—¿Por qué? —preguntó alcanzando mi paso.
—Y... que te siga un chabon todos los días no sé que tan tranquilizador es. —Me reí.
—No lo hago con malas intenciones. —Frunció el ceño.
—Como nos conocemos no pasa nada, pero si fuera otra persona...
—No sigo a otras personas —me cortó.
—O sea que si sos mi acosador personal —reafirme.
—Te dije que no, boludita. —Me empujó levemente.
—Ey —me quejé.
Extrañamente hoy estuvo más animado que los otros días, es como si algo hubiera cambiado levemente. Incluso me habló de su amor por los jueguitos y me dijo para jugar minecraft con él.
—¿Qué sabor querés? —me preguntó.
—Limón —dije sin pensarla dos veces.
Pidió los dos helados y nos sentamos en una plaza.
—¿Qué tan buena idea es hacer esto con treinta grados? —me preguntó.
—Muy buena idea —aseguré —. Además vos no dijiste que no —recordé.
Solamente le tuve que insistir dos veces para que acepte tomar un helado conmigo.
—Me arrepentí. —Bufó.
—Tarde. —Comí un poco de mi helado.
Se derrite más rápido que la mierda. Decí que estamos en la sombra.
—Convidame ese —pidió mirando mi helado.
—Mira que tiene babas —advertí.
Él se encogió de hombros así que se lo acerqué y le pasó la lengua.
—Ahora tiene mis babas —avisó.
—Mira si me da asco. —Arrugué la nariz.
—Nunca te van a dar asco mis babas —aseguró.
Fruncí el ceño pensando en si eso va con doble sentido.
—Si vos decis —dije confundida.
—¿Querés? —Me extendió su helado.
—Eh... —Miré sus ojos y no pude decirle que no —. Si. —Asentí —. Pero no me mires. —Empujé su cara con vergüenza.
El camino a casa fue agradable. Por algún motivo, por más que Ivan permanezca callado, nunca me aburro a su lado.
—Nos vemos. —Sonreí y lo despedí con la mano.
—Chau, Mirabel. —Sonrió levemente antes de irse.
—Dale besos a Pelusa de mi parte —pedí antes de entrar.
—¡Te dije que era él! —dijo mi madre en tono chillón.
—No te ilusiones, si se acerca a ella es por una sola cosa —respondió Hector.
—Es mi amigo —aclaré.
—No seas tarada, un chico así no busca ser amigo de alguien como vos —recriminó.
—No me trates más así —dije con dureza.
Estoy cansada de tener un nudo en mi pecho cada vez que hablo con mi padre.
—¿Vos me vas a decir a mi como tengo que tratarte? Sos mi hija, yo te doy todo, puedo tratarte como quiera —replicó.
—No —susurré —. Eso no te da el derecho a tratarme como quieras —negué.
—Cállate, pendeja, no te lo repito más. —Dio unos pasos amenazante.
—¿Qué vas a hacer sino, papá? —no me deje intimidar.
—Si no queres respetarme te vas de mi casa —informó.
—Vos sos él que no me respeta —aseguré.
—Mirabel, te vas —advirtió.
—Solamente quiero dejar las cosas claras... —comuniqué.
—¡Te vas! —gritó interrumpiendo.
—¿Por qué sos así conmigo? —reclamé con los ojos cristalinos.
—¡Te vas de mi casa! —repitió.
—¿Por qué? —Miré a mi mamá buscando su protección. Ella apretó los labios y apartó la mirada —. ¿Por qué no me quieren? —balbucee sin entender.
—¡Andate! —Hector abrió la puerta con bronca.
—Mamá...
Mi labio inferior temblaba. Mi corazón golpeaba mi caja torácica como si quisiera salir de esta y mis ojos escocian al impedirles llorar.
—Andate Mirabel, no hagas las cosas más complicadas para mí —pidió.
Solamente piensa en ella... nadie piensa en mi.
Apreté mis labios y asentí.
—Los dos son una mierda, les deseo lo peor —dije entredientes.
Mi papá hirviendo de furia apretó mi brazo con fuerza y me empujó afuera haciendo que me tropiece y caiga.
Escuché un fuerte portazo confirmandome lo que había pasado.
¿Por qué?
No soporte más las lágrimas. Empecé a llorar y no podía parar.
Yo no pedí nacer. ¿Por qué tengo que pasar por todo esto?
Un sollozo se escapó de mis labios.
Me levanté sin fuerzas y agarré mi celular mientras me alejaba de mi supuesta casa.
Marqué el número de la única persona que conozco en este lugar.
—¿Hola? —respondió del otro lado de la línea.
—Ivan... —Lloré.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado.
Escuché ruidos torpes de fondo.
—No —solloce.
—¿Dónde estás? —preguntó y al instante apareció en mi campo de visión saliendo de su casa.
Mi brazo no aguantó más el simple peso del celular quitandolo de mi oreja.
Él me miró y corrió hacia mí.
—¿Qué te paso? —Agarró mis hombros e inspeccionó mi cuerpo.
Probablemente tengo las rodillas lastimadas, el ardor me lo indica.
Yo negué con la cabeza sin poder hablar.
—Vení, vamos. —Agarró mi mano y me guió hasta su casa. Cuando llegamos a la puerta me detuve —. Entra Mirabel, no pasa nada —insistió.
—¿Tus papás...? —no pude formular bien la pregunta.
—No te preocupes. —Acarició el dorso de mi mano con su pulgar.
Asentí y entré todavía entre lágrimas.
—Ivan, hijo ¿Todo bien? ¿Por qué saliste corriendo? —preguntó una voz femenina desde otro sector de la casa.
—No paso nada ma, después te explico —indicó llevándome arriba.
Eso empeoró mi llanto. Mi mamá nunca se preocupo así por mi.
Llegamos arriba y entramos en la segunda puerta.
No tuve tiempo para procesar el entorno. Solamente me senté en la cama sintiendo el perfume de Ivan por todas partes.
Él se sentó al lado mio y espero a que deje de llorar pacientemente.
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Abismo; Spreen
FanfictionMirabel ingresa a una escuela de ricos donde se convierte en la burla de todos por el simple hecho de ser diferente. Aunque su actitud no permite que la pasen por encima, un día estas burlas se salen de control y la persona que ella menos espera ilu...