Capítulo 22.

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—Te quiero yo y tú a mi, somos una familia feliz —canté mientras hacia bailar a Pelusa tirada en el piso.

—Mi turno —dijo Ivan empujando a Pelusa haciendo que se deslice por la cerámica.

—¡Ivan! —lo reté aguantandome la risa.

—Toda la tarde estuviste con el gato —se quejó sentándose en frente mio, donde antes estaba nuestro hijo.

—Pero él es chiquito, entendelo —lo defendí.

—Yo también —dijo a la defensiva.

—¿Vos también qué? —Levanté una ceja divertida.

Necesito escucharlo diciendo eso.

—Yo también —repitió molesto.

—¿Vos también qué? —insistí.

—¿Qué me das si te lo digo? —formuló más interesado.

—Lo que vos quieras —dije sin pensar.

Su mirada se oscureció unos segundos y me empujó.

—Dale, estúpida —reprendió.

—¿Dale estúpida, qué? No es mi problema que vos pienses cualquier cosa —discutí.

—¿Y vos que sabes qué pensé? —Levantó una ceja.

—Soy mujer. —Me crucé de brazos.

—Pensa lo que quieras, mujer. —Se levantó rendido.

—Che, igual, tenes un toque de problemas hormonales últimamente. —Lo seguí y me senté al lado de él.

—Ysi —respondió obvio.

—¿Ysi? —Fruncí el ceño.

Me esperaba todo menos que lo acepte tan rápido.

—Desde que estas acá no me puedo hacer la paja —confesó acomodándose el pelo.

—Ah —solté desprevenida —. Perdón, si queres me voy a dar unas vueltitas por ahí y te dejo tranqui —propusé —. Total ¿Cuánto podes tardar? ¿Tres minutos? —consulté con fingida inocencia.

Él me miró mal y me empujó haciendo que me ría.

—Cállate, tarada —fingió enojo.

—Mentira. —Sonreí burlona.

Volvió a repasar mi expresión y extendió su mano para apretar mis cachetes.

—No tardo tres minutos ¿entendes? —explicó mientras sacudía mi cara.

—Ci —hablé con dificultad.

Él sonrió levemente y me dejó.

—Que masculinidad frágil que tenes. —Suspiré.

Sus ojos volvieron a bailar con rabia. Escuché la puerta de abajo abrirse haciendo que me levante al instante.

—Andate nomas —dijo enojado cuando abrí la puerta de la pieza.

—Voy a saludar a tus papis. —Me despedí con la mano y me fui.

Bajé las escaleras emocionada.

—¡Miri, hermosa! —Cristina extendió sus brazos para que la abracé.

—¡Hola! —La correspondi —. ¿Cómo les fue? —le pregunté a ambos.

—Bien, gracias —respondió Carlos correcto como siempre.

—¿Ya cenaron? —consultó Cristina.

—Todavía no, estábamos boludeando —admití.

—Que raro —dijo divertido Carlos.

Abismo; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora