Capítulo 23.

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Narra Ivan.

Hoy ninguno de los dos tuvo que entrenar, así que no la tuve que soportar a Mirabel haciendo pucheros por no querer ir. Aunque esa imagen no esta tan mal.

—¿Compramos para hacer galletitas? —preguntó sacándome de mis pensamientos.

—¿Qué? —Fruncí el ceño al no haberla entendido bien.

—Que si compramos para hacer galletitas, a tus papis le van a gustar ¿no? —comentó con una sonrisa.

"A tus papis"

¿Yo estoy pintado o que onda?

—Si, dale. —Asentí restandole importancia.

—¿A vos de que te gustan? —consultó.

—¿A mi? —Levanté las cejas sorprendido.

—Si. —Asintió.

—Pensé que era para mis papis —hablé sarcástico.

—Es para todos —balbuceo —. Además me vas a ayudar a hacerlas —advirtió.

—No sirvo para esas cosas —aseguré.

—Vos nomas tenes que hacer lo que yo te diga —me tranquilizó entrelazando nuestros brazos.

Intenté evitar que pensamientos impuros vengan a mi mente.

—Bueno —acepté.

Entramos a varios lugares hasta que conseguimos todo lo que Mirabel quería. También compramos para hacerle galletitas a Pelusa porque ella no quería que se sienta dejado de lado.

A veces no sé si esta piba es muy buena o muy tarada.

Cuando llegamos a casa, mientras ella miraba tutoriales, yo me encargue de cocinar mi especialidad: capelletinis.

Como se fue a mi pieza, subí para decirle que ya estaba la comida.

Abrí la puerta y la busqué con la mirada.

—Mira... —A penas escucho mi voz se quedo inmóvil —. ¿Qué hacías? —interrogue divertido.

—Nada —susurró mientras se escuchaba de fondo "con un corte rocho, llanta y visera".

—¿Nada? —Me acerqué a ella y vi como su celular estaba grabando en tiktok.

—Te juro que nunca los subo —exclamó agarrando mis brazos y mirándome suplicante.

—Mostrame —pedí.

—No, Ivan. —Me abrazó lloriqueando.

Por más que lo quiera evitar su tacto manda una corriente por todo mi cuerpo.

—¿Qué me das? —pregunté en voz baja.

—¿Qué? —Me miró confundida.

—¿Qué me das para que no agarre de noche y te revise todos los tiktoks? —Sonreí divertido.

—¡Ivan! —Se quejó con un puchero —. Sos un forro —dijo enojada.

Mi nombre saliendo de sus labios también causa efectos en mí.

—Ya esta la comida —cambié de tema.

—Voy. —Agarró su celular —. No revises mis tiktoks —pidió.

—Tranqui. —Le di palmaditas en la espalda.

—Prometemelo —exigió con su mirada suplicante.

—Te lo prometo. —Puse los ojos en blanco.

—Más te vale. —Me señaló amenazadora y salió de la pieza.

Elevé la comisura de mi labio en una sonrisa y bajé atrás de ella.

Es raro tener a alguien con quien comer, estaba acostumbrado a estar solo. Pero no me molesta si esa persona es Mirabel.

Narra Mirabel.

Terminamos de comer y nos pusimos a hacer las galletitas con música de fondo.

—¿Así esta bien? —me preguntó mientras batia los huevos, el azúcar y la manteca.

—No, asi no. —Me reí —. Mira. —Agarré su mano y lo guíe —. Así ¿ves? —le pregunté.

Como no obtuve respuesta levanté mi cabeza para mirarlo.

—¿Eh? Ah, si —se rescató cuando le pegue un codazo.

—¿Qué te pasó? —le pregunté divertida.

—Colgué. —Sacudió levemente la cabeza para salir de sus pensamientos.

—¿Si? ¿Estás bien? —Levanté mi mano para tocar su frente.

—Si. —Apartó su cabeza como si le diera asco.

—Bueno, perdón. —Me alejé de él.

Que chabon.

Segui haciendo todo sin molestarme en hablar.

—Mirabel —me llamó después de un tiempo.

—¿Qué? —pregunté mientras metía las galletitas al horno.

—¿Te enojaste? —consultó.

—No —respondí levantándome.

—Da. —Sentí su tibio cuerpo rozar mi espalda —. ¿Te enojaste? —repitió rodeando mi cintura.

—No me toques. —Golpeé su mano.

—No era para que te enojes, perdón. —Apoyó su pera en mi hombro.

—No me importa —balbucee intentando no ponerme nerviosa.

—Perdóname, Mirabel —exigió rozando mi cuello con su nariz.

—Igual no me puedo enojar con vos —admití.

Sentí su sonrisa elevarse.

—Gracias. —Plantó un beso en mi cuello dándome escalofríos.

Instintivamente apreté su mano por la sensación.

—No hagas eso —pedí suavizando el agarre.

—Vos no hagas eso —susurró.

—No hice nada —aclaré.

—Con solamente existir haces mucho, Mirabel —confesó.

Fruncí levemente el ceño y giré mi cabeza para verlo.

—¿Qué decis? —pregunté observando su expresión.

Él relamio sus labios.

Me analizó unos segundos y suspiró.

—Que me gustas —admitió como si no fuera nada.

Levanté las cejas sorprendida.

—¿Yo te gusto? —Me señalé.

La palabra "gustar" es algo que nunca me imaginé saliendo de cualquier persona hacia mi dirección.

Él sonrió.

—Si —reafirmó.

Di media vuelta completamente quedando cara a cara con él.

—¿Seguro? —consulté confundida.

Él resopló cansado.

Rodeo mi cintura con sus brazos pegándome a su cuerpo en un abrazo.

Mi cara quedó pegada en su pecho y mis brazos inmóviles a los lados de su cuerpo sin saber como reaccionar.

La sensación linda en mi pecho y estómago me hicieron saber que esto me gusta.

Me animé a devolverle el abrazo, pero no a decirle que él también me gusta.

Abismo; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora