Capítulo 14.

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Ya cambiada me senté en un rinconsito de la cama mientras admiraba a Pelusa.

Su pelo se ve mucho más brillante que cuando lo encontramos y definitivamente esta más gordo.

Ivan lo cuido bien.

Sonreí inconscientemente y mis ojos buscaron a Ivan.

Se estaba peinando en frente del espejo.

Nunca tuve este tipo de relación tan natural y sincera con una persona. Siempre pensé que estas amistades solamente existían en Netflix.

Ivan me dejó quedarme en su casa pese a que nos conocemos hace menos de una semana.

La confianza que generamos en tan pocos días habla de la falta que nos hacía compartir nuestro tiempo con alguien que nos entienda y no busque intereses propios a costa nuestra.

Este chico me dio la oportunidad de conocer otra parte de la vida. Y por fin es buena.

—¿Qué? —me preguntó Ivan al percatarse de mi mirada.

—Nada. —Negué con la cabeza.

—Da, decime —pidió dejando el cepillo de pelo en su lugar.

—Somos amigos ¿no? —desvíe el tema.

—Si. —Asintió firme.

—Nunca tuve un amigo como vos —confesé tragandome la vergüenza.

—¿Así de lindo? —Levantó las cejas.

Rodé lo ojos.

—Que pesado. —Me reí por lo bajo.

—Yo nunca tuve una amiga —declaró —. Sos la primera —dijo en tono arrogante.

—Me alegro —admití —. Que sea así siempre.

No quiero parecer posesiva, pero si el día de mañana Ivan me deja por otra probablemente sería el fin del mundo para mí.

Ivan abrió los ojos sorprendido por mi respuesta.

—¿Cómo? —preguntó caminando hacia la cama.

—¿Qué? —me hice la desentendida sin animarme a volverlo a decir.

Él se sentó cerca de mis pies haciendo que flexione las rodillas y me encoja en mi lugar.

—Repetílo —pidió.

—Basta —me quejé.

—Que cagona. —Bufó y centro su atención en mis pies.

Yo también lo hice fijándome especialmente en mi pedicura. Tengo las francesitas.

—¿Están feas? —Intenté esconder mis pies de su mirada.

—No. —Negó levemente con la cabeza.

—¿Tenes un fetiche con los pies? —pregunté con fingido miedo.

—No sé —admitió.

—No me los mires más, por las dudas —jodí.

—Bue. —Levantó su mirada ofendida hasta la mía —. Tampoco soy un pajero —se defendió.

Sonreí con ternura.

—Ya sé —por inercia incliné mi cuerpo y toque su brazo suavemente para que sepa que no le tengo miedo.

Él me miró con atención intentando descifrarme.

—¿Querés merendar? —consultó desviando sus pensamientos.

—No —negué con voz suave.

—No comiste nada hoy. —Frunció las cejas.

—Ah, entonces si. —Asentí.

Estoy tan acostumbrada a comer poco o nada que muchas veces no tengo noción de cuanto tiempo paso sin comer porque no siento hambre.

—¿Qué querés tomar? —preguntó.

—¿Te puedo acompañar? Así de paso la saludo bien a tu mamá y no quedo como una maleducada —pedí desviando la mirada con vergüenza.

Si esta fuera mi casa me sentiría re zarpada si hay una pendeja que ni conozco.

Su risita me hizo sentirme más relajada.

—Vamos —pidió haciendo que lo vuelva a mirar.

Me levanté sin despertar a Pelusa.

—¿No parezco muy crota? —susurré mirando mi vestimenta.

—Así estas bien —aseguró.

—Bien para el orto. —Arrugué la nariz.

—Na. —Agarró mi muñeca con cuidado para llevarme.

Bajamos las escaleras y fuimos a la cocina. Yo iba escondida prácticamente atrás del cuerpo de Ivan.

—Ma —Ivan llamó la atención de su mamá.

Tomé fuerzas y salí de atrás de él.

Observé a la señora de pelo castaño levemente ondulado y piel blanca con aires de tranquilidad.

—Hola, mucho gusto. —Sonreí intentando ocultar mis nervios.

—Hola, querida. —Se acercó amablemente y dejó un beso en mi mejilla —. Soy Cristina, vos sos Mirabel ¿no? —consultó dejándome sorprendida.

—Si, soy Mirabel. —Asentí.

Sus ojos bajaron por todo mi cuerpo. El miedo a ser rechazada cruzó por mi pecho.

—Ay, estas lastimada —dijo asustada mirando mis rodillas —. Sentate, mi vida, ahí busco unas curitas —pidió yéndose.

—Nada que ver a vos —admití mientras me sentaba en una silla gris —. Que suerte. —Suspiré aliviada.

Si tenia la misma actitud que la primera vez que hablé con Ivan me pegaba un tiro.

Lo miré a Ivan y pude ver su ceño fruncido.

Me reí divertida.

Le estoy tomando cariño a esa expresión dura y molesta.

—No me da gracia. —Bufó y se sentó al lado mio.

—A mi si. —Me encogí de hombros.

—¿Qué quieren merendar, chicos? —preguntó una persona nueva.

Supuse que es la chica que trabaja acá de la cual Ivan no se acuerda el nombre.

—Hola —saludé y ella me sonrió levemente.

No parece una persona grande, como mucho tendra tres años más que nosotros.

Es más bajita que yo y tiene su pelo marrón oscuro corto por arriba de los hombros.

Inspeccionó mi vestimenta y pude ver un destello de furia en sus ojos avellanas. Capaz fue mi imaginación.

Volví a girar mi cabeza hacia Ivan.

—¿Qué querés, Mirabel? —me preguntó Ivan sin quitar la vista de mi.

—Eh... —Mordí mi labio inferior indecisa —. Lo mismo que vos. —Sonreí inocente.

—Dos cafés con leche —pidió.

Ni siquiera se digno a mirarla mientras le hablaba.

Sin poder ocultarlo fruncí mis cejas extrañada. Ivan puede llegar a tener una personalidad de mierda al principio, pero siempre trata con respeto a las personas que no lo joden y sabe usar las palabras "por favor" y "gracias".

Abismo; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora