2O: Sebastián Hernández

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Con tan solo días de que le dieran el alta a la madre y el bebé después del nacimiento del último tuvieron que volver por el motivo de que parecía que al pequeño recién nacido le costaba respirar, se notaba en sus facciones, el pequeño con apenas días de nacido salió afectado por neumonía, recurrente en bebés, fue cuando Silvia (madre de Javier) llamo a su hermana en busca de dinero para los cheques del hospital.

Esta accedió y fue junto con Javier de camino a Guadalajara, México. Estos al llegar al estado fueron casi de inmediato a la casa de los Hernández, solo estaba el padre ya que su esposa seguía en el hospital por su hijo, cabe decir que los problemas con el alcohol eran los que perseguía a ambos padres pero por el embarazo la señora Hernández se controló.

Ahora mismo estaban afuera de la casa donde Javier paso toda su infancia, solo tenía malos recuerdos de esto, las veces que vecinos escucharon las súplicas del niño para que dejarán de pegarle y jamás atendieron a estás.

Después de 10 minutos de tocar insistentemente la puerta abrió por fin el padre de Javier, el hombre se veía terrible, tomado claro que estaba, perdido, apenas podía mantenerse de pie con ayuda de la puerta, al ver a su hijo mayor le dio un disgusto que se vio en su cara, era muy expresivo.

- ¿Tu qué haces acá cuate? Deberías esssstar en ar-geeeen-ti-naaa -arrastro las palabras.

Natalia jamás había visto a su cuñado de esa manera, era desagradable y su olor repugnante, la casa se veía hecha un asco o por lo menos la parte de la sala, comedor y cocina que no eran tan grandes y podían verse a simple vista, miro a su sobrino esperando una reacción pero este estaba inexpresivo, parecía que lo que veía era normal para el, claro que lo era.

- Vine a visitar a mi nuevo hermano.

- Ellos no están acá -contesto el señor Javier- están porrrrr, ya ni me acuerdo.

Río el hombre, esto si que molesto a Javier, odiaba ver a su papá en ese estado, apesar de todo lo que esté le hizo sufrir aún recordaba los escasos recuerdos de cuando su padre lo trataba como un ser humano, cuando decía que cambiaría y sería una mejor persona, solo fueran 4 veces, literalmente pero aún así Javier no podía como tal odiar a su padre, todavía creía que tendrían salvación pero cuando se acordaba de su nuevo hermano todas esas ideas se esfumaron, tenía que salvar a ese bebé de ser infeliz la mayor parte de su vida.

- Cuñado... Nos quedaremos en el cuarto de invitados ¿Si? Ahora agárrate bien del cerrojo porque o si no te vas a caer -advirtio Natalia, quería acercarse a el hombre y ayudarlo pero le daba asco el olor.

- ¿Y con que invitaciónnn o que? Dame 10 varos y los dejo pasar.

- No jodas Papá, solo déjanos pasar -espeto molesto Javier pero sabía que su papá no les dejaría pasar, el era capaz de todo, saco una moneda de 10 pesos y se la dio- pareces muerto de hambre.

- Agradezca que no pedí una chela escuincle -dijo el adulto dejando pasar a los dos nuevos invitados, Javier paso casi corriendo a la que era su habitación, estaba como la había dejado, limpia, era lo único aseado en ese hogar, se acercó a su tía y le dedico una linda sonrisa mientras su padre se iba a su habitación a seguir tomando con música de Juan Gabriel.

- Tía, duerma acá porque solo aquí está limpio.

- Como crees hijo, tu duerme yo esperaré en la sala -pidio Natalia.

El menor la miro aterrorizada negando rápidamente, su padre aveces solía ponerse violento en ese estado, su tía sabía perfectamente de los problemas con el alcohol pero algo distorsionados, pensaba que su cuñado solo tomaba sin control cuando tenía un muy mal momento o un muy buen rato, claro que si llegara a saber cómo era el señor con su sobrino no lo hubiera traído a México, acepto quedarse a dormir en la habitación de su sobrino ya que este la convenció diciendo que iba a comunicarse con su madre para saber dónde estaban.

Al día siguiente Natalia consiguió dormir mientras que su sobrino ni un poco, logro hablar con su madre, estaban en una clínica y ya venían de regreso, su hermano se había resfriado con un solo mes de haber nacido. Todo bien según Natalia, era para no alarmar a su hijo y que le gritara las razones del porque no tuvieron que tener otro hijo.

Alrededor de las 10 de la mañana sonó la puerta dejando ver a Silvia con ojeras pronunciadas y de un mal humor, cambio de cara cuando vio a su hermana saliendo de la habitación de su hijo mayor, solo significaba una cosa su llegada, dinero.

- ¡Hermana! Que lástima que veas todo esto así pero tú nuevo sobrinito no me da tiempo de nada -dijo sosteniendo a un bebé en brazos, casi al segundo salió Javier del baño mirando a su madre de mala manera- ¿Por qué me ves asi?

- ¿El es mi hermano?

- Si, si, tómalo -hablo con desinterés la madre para darle con facilidad a su bebé que lloraba sin consuelo o eso parecía, Javier al cargar al nuevo integrante de su arruinada familia intento calmarlo consiguiéndolo al instante- ¿Ya desayunaron hermana?

- Oh no, acabamos de despertar, mi cuñado ayer estaba... Algo mal.

- Fue difícil para el todo esto del bebé, casi lloraba del coraje de no poder hacer nada para ayudar a su hijo -mintió Silvia- pero en fin, no tenga nada para hacer de comer, la sopa se hecho a perder y...

- No te preocupes hermana, yo invito el desayuno, puedes levantar a tu esposo para que nos acompañe -sugirió Natalia con una sonrisa mientras se acercaba a su nuevo sobrino- ¿Cuál es su nombre?

- Sebastián -contesto la madre sin prestar atención al pequeño niño.

El pequeño bebé tenia una nariz redonda bastante linda y pequeña, sus labios de piñón, piel de un tono colorado que se sentía de porcelana e hidratada, era simplemente hermoso, sus ojos estaban cerrados pero las pestañas se hicieron notar.

- Sebastián... -susurro Javier para si mismo.

Tantas veces que rogó tener a su lado a un hermano para cuidar y enseñar, no sentirse solo en el infierno que vivía, las veces que de niño lloraba cuando su primo Guillermo se iba porque era el único niño con el que jugaba, las únicas veces que apesar de sus problemas se sentía contento olvidando los maltratos por parte de sus padres, ahora por fin dios le había dado a un hermano pero no se sentía feliz, sabía que no lo dejarían quedarse en México, lo harían separarse de su nuevo hermano, estaba condenado a pasar la misma infancia que el y ser infeliz, fingir ante todos que eran unos padres que daban todo lo que podían por sus hijos y por dentro ser la razón de lo infeliz que sería, porque sus padres jamás cambiarían, tuvo que aprenderlo por las malas.

Nuestra melodía | MechoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora