Capítulo 7

18 2 0
                                    

En la noche

Por alguna razón incomprensible, las preguntas ocultas tras la cortina del escenario lograron disimular el aprecio que Damien sentía hacia Artemisa. Sin darse cuenta del peso de sus palabras, él sigue aferrado a un abismo de equivocaciones moldeado por la soledad. Decide, entonces, dejar los recuerdos junto a las cartas y el vino, resignándose a que su amor no será correspondido. Mientras tanto, Artemisa, absorta en sí misma, se consume en el egoísmo de satisfacer primero sus necesidades antes de corresponder al afecto que el Rey Demonio le ofrecía con insistencia.

En el presente, Artemisa intenta olvidar su pasado corrompido, deseando borrar cada memoria, pero estas resurgen en su mente como un tumor, liberando la culpa que la atormenta. Se odia por haber transformado a un Dazzling en un rey demonio. Damien, cubierto de amor y pasión, espera pacientemente por ella, pero Artemisa lo desprecia con todo su ser, desbordada por un odio que la lleva a destruir las hojas manchadas de tinta, símbolos de afecto ya inútiles, arrancándolas de un tirón.

Se niega a aceptar la existencia de algo más profundo entre ambos y evita esa posibilidad como si su vida dependiera de ello. Pero la verdad la persigue: cada vez que castiga a Damien, su propia condena se vuelve más trágica. En silencio, busca refugio en la lógica, pretendiendo que el control emocional es su única arma contra la caótica maraña de sentimientos que intenta asfixiarla.

El ruido del pasado se materializa en las hojas destruidas, dispersas por el suelo como fragmentos de un amor roto. Artemisa dirige su mirada a las dimensiones sombrías de aquella habitación, preguntándose cómo escapar de aquel infierno. La habitación parece una prisión, cargada de memorias imposibles de evadir. Es allí donde encuentra un armario lleno de disfraces: caretas, colas, orejas, antifaces. Detrás de ellos, una estantería de vinos guarda su posible salvación.

Con desesperación, Artemisa formula un plan. Se disfrazará como un Punished para camuflarse entre los monstruos inhumanos. Su adrenalina la impulsa a cubrirse con un aroma degradante y humillante, echándose encima las colonias de los Punished. Sin embargo, su torpeza provoca un accidente: los floreros cercanos caen al suelo, estrellándose contra la madera. El eco resuena por todo el sótano, alertando a Francis, el mayordomo.

—¿Quién anda ahí? —pregunta Francis, acercándose con pasos firmes.

Artemisa, disfrazada, intenta mantener la compostura.

—Me equivoqué de habitación. Estaba buscando el sanitario.

Francis observa con suspicacia la máscara que cubre su rostro.

—¿La conozco? —inquiere con desconfianza.

—No, jamás me ha visto —responde Artemisa, tratando de evadirlo.

—Deténgase ahí. Necesito que se quite la careta, ¡ahora!

El corazón de Artemisa late con fuerza. Su disfraz no es perfecto. Aunque su apariencia ha cambiado, su voz, femenina y elocuente, la delata. Francis desenvaina una claymore de hoja ancha, cuya luz roja inunda la habitación.

Artemisa sabe que no puede huir.

—No puedo negarme, ¿cierto? —menciona, retirándose la máscara—. Este será mi destino.

El mayordomo no reacciona de inmediato. El ambiente se vuelve tenso, pero antes de que algo suceda, otras figuras entran en la sala.

—Un placer conocerla, soberana —dice una de ellas, extendiendo la mano hacia Artemisa.

Los invitados comienzan a rodearla, confundiéndola con Nerea, la soberana de la lujuria. Artemisa aprovecha la confusión para sumarse al juego, fingiendo ser alguien más. Sin embargo, cada palabra que escucha la empuja más hacia la desesperación. Rumores de un posible compromiso con Damien la atormentan. ¿Por qué estos seres siguen leales a un rey cruel y obsesivo? ¿Qué los hace tan fieles?

Artemisa, intentando mantener la farsa, rechaza las invitaciones al baile.

—Tengo que irme —expuso, dejando una copa de vino sobre la mesa.

Francis, persistente, insiste:

—Antes de irse, necesito que se retire la máscara, por favor, soberana.

—Disfrutemos mejor la música de los pecadores —responde Artemisa, alejándose con calma.

Aunque logra salir de la sala, sabe que no podrá mantener la mentira por mucho tiempo. Su única esperanza es llegar a la puerta principal y escapar. Internamente, lucha contra sus propias contradicciones. Se niega a aceptar su vínculo con los Punished, con Damien y con el mundo que ella misma creó. Pero, a pesar de su rechazo, sabe que nunca podrá deshacerse del peso de sus decisiones.

Mientras camina hacia la salida, una voz resuena en su mente, un recordatorio de su verdad ineludible: "Eres tanto creadora como prisionera de este infierno. Y aquí, ni siquiera una diosa puede escapar de su destino."

The Art Of Artemisa (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora