Capítulo 13

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El desgarrador impacto de la revelación infernal atravesó cada músculo de su rostro, dejando una tensión palpable ante el inexplicable y pavoroso acontecimiento. Había albergado innumerables promesas y cumplidos disfrazados de esperanzas inalcanzables. Sin embargo, esas oportunidades se desvanecieron al ser consumidas por una insaciable necedad que buscaba adueñarse de ella. Ciega ante su propio ser profundo y silencioso, se adentró en la médula de sus huesos, atrapada en una ilusión creíble. Pero la frágil conexión entre las acciones y las palabras se rompió, llevando consigo toda credibilidad.

Aceptando la muerte como un destino ineludible, sucumbió al peso de una creencia terminal en un amor que nunca fue real. El líquido romántico que alguna vez fluía dentro de ella se derrumbó, confinado tras muros que jamás se abrirían para revelar su verdad. Así, su esencia se perdió, y aquella mujer sincera quedó enterrada en un mar de mentiras.

Recluida en un pasillo inundado de sangre, su arrepentimiento se manifestó como un torrente de emociones desbordadas. Al no comprender cómo el afecto entre ellos llegó a ese punto, quedó atrapada en una farsa que no podía sostener. Lágrimas de perturbación brotaron mientras inspeccionaba el engaño, y cada célula de su ser gritó con desesperación, clamando por un imposible salvamento.

Los aliados que alguna vez le fueron fieles se retorcían de dolor mientras las plantas, como criaturas autónomas, se enredaban alrededor de sus torsos y extremidades. Las lianas con espinas se aferraban con fuerza, drenando su esencia. Los acompañantes no amigables—serpientes y criaturas carroñeras—deslizaban sus cuerpos, rasguñando y perforando la carne para extraer vida. Los orificios transparentes dejaban ver órganos internos, ahora nidos de pequeños depredadores que desgarraban sin piedad.

No podía creer que aquel amor reciente en el que confió ciegamente la hubiera llevado a tan oscura situación. Mientras el Rey Demonio ocultaba cadáveres bajo la alfombra, el dulce néctar de su amor se transformó en cenizas. Una perturbadora manipulación mental comenzó a invadirla, llevándola a inspeccionar su error y a nombrar cada recuerdo del pasado en busca de una respuesta que nunca llegó.

La furia y la frustración crecían en su interior. Su instinto la empujaba a rebelarse contra el Rey Demonio, a destruir el origen de su corazón envenenado. Pero mientras buscaba razones en su silencio, comprendía que sus lágrimas eran solo un reflejo del sufrimiento de su alma destrozada.

No había espacio para la cordura; un instinto maternal surgió con fuerza, impulsándola a proteger a los pequeños que aún dependían de ella. Intentó abrir los calabozos, pero las rejillas verticales le quemaron las manos al tocarlas. La mecánica de aquel macabro encarcelamiento se activó, y las lianas dejaron caer gusanos que succionaban plasma carmesí. Uno a uno, los prisioneros comenzaron a morir en una espeluznante carnicería.

Desesperada, Artemisa gritó:

—¡No! ¡Pequeños míos, no! ¡No!

Sus manos ardieron al tocar los barrotes, y con el corazón desgarrado, maldijo a Damien.

—¡Ojalá mueras, Damien!

Dio unos pasos, tocando las celdas en un último intento por liberarlos. Pero al ver la tragedia que se desplegaba ante sus ojos, quedó estática, contemplando la cadena de muertes que no pudo detener. Mientras los dazzling caían uno por uno, Artemisa enfrentó la amarga realidad de su error. La culpa y la desesperación la inundaron, y, perdida en su propia mente, aceptó su responsabilidad mientras su mundo se desmoronaba.

Los gemidos de su propia inmadurez resonaban como ecos dentro de su mente, una amarga revelación de que había creído en un Rey Demonio malvado, macabro y siniestro, con la ingenua esperanza de que pudiera ser distinto. Pero Damien jamás la había amado; eso lo sabía con certeza. Entre lágrimas y dolor, comprendía que no podía hacer nada por sus súbditos. Morían desangrándose, absorbidos hasta quedar en un estado vegetal: sin vida, sin sangre, sin divinidad. Su esencia dazzling desaparecía, y en su lugar, solo quedaban rosas rojas.

The Art Of Artemisa (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora