Capítulo 1

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Cada sentimiento guardado
resuena en el alma
de pasiones y alegrías.
Encontré un océano de amor
que, más allá del cielo,
me lleva a imaginar tu sonrisa.
El aroma de las frambuesas,
cálido y envolvente,
se mezcla con el gozo del deseo,
y en esa dulzura,
he caído profundamente enamorada.

***


En un presente envuelto en silencio eterno, Artemisa se encuentra en un espacio donde las emociones se desvanecen y el horizonte de una nueva vida parece inalcanzable. En ese vacío, sus recuerdos la guían hacia un nombre que alguna vez significó todo: "El Padre". Una figura de dulzura y rectitud, que inspiró su luz y marcó su destino.

A lo largo de los años, Artemisa descubrió la verdad de su existencia. Aunque la bondad siempre habitó en ella, permaneció oculta, encapsulada como en un capullo que nunca eclosionó del todo. Entre sueños infinitos y esperanzas fragmentadas, su esencia se mantuvo constante: el equilibrio. Así fue, así es, y así siempre será.

—Mi reina Artemisa, su descanso ha culminado. Su paz nos ha bendecido, pero nuestras murallas han sido devastadas por el Rey del Infierno.

—Agradezco tu lealtad, pero veo que la línea ha sido cruzada —respondió Artemisa, con la serenidad de quien ha visto demasiadas tormentas.

—¿Qué piensa hacer ahora? Estamos considerando medidas para limitar su influencia.

—Hablaré con él. Necesitamos una tregua, no una guerra que consuma ambos reinos.

—Mi reina, su vida podría correr peligro.

—Es un riesgo que debo tomar. La esperanza ha guiado cada uno de mis pasos, incluso hasta este momento crucial.

Con sus alas de plumas blancas desplegadas, Artemisa se elevó hacia el firmamento estrellado. Envuelta en un destello de luz pura, descendió hacia los oscuros dominios del infierno. Allí, la atmósfera misma se agitó, rechazando su esencia divina.

El castillo del Rey Demonio era un monolito de fuego y oscuridad, un monumento al sufrimiento eterno. Los gritos de almas torturadas resonaban en las entrañas de la fortaleza, mientras el aire olía a azufre y sangre coagulada. Los muros, altos y sombríos, ocultaban horrores indescriptibles, donde los cuerpos mutilados eran absorbidos por el suelo como ofrendas perpetuas al pecado.

—Usted debe ser la Reina Artemisa, la celestial protectora de los elegidos. Su presencia en este lugar... —Musita  —es inesperada —menciona un demonio, su tono cargado de cinismo.

—He venido a hablar con su Rey. Esta guerra debe terminar antes de que destruya todo lo que conocemos.

—¿Terminar? ¿Quién se cree que es para hablar de paz en un lugar como este? —espetó otro demonio, avanzando con una lanza en mano—. Este infierno, esta casa que usted llama "deplorable", es todo lo que tenemos. Su "gracia" nos abandonó hace mucho tiempo.

Las palabras cargadas de furia no alteraron a Artemisa, quien desplegó sus alas. Su resplandor blanco hipnotizó incluso a los más salvajes, un recordatorio de la divinidad que muchos deseaban corromper.

En ese momento, el Rey del Infierno apareció entre las sombras, con una presencia que eclipsó todo. Con un solo movimiento, redujo a los demonios al silencio, sus cuerpos cayendo al suelo como hojas arrancadas por el viento.

—Qué espectáculo tan intrigante... —Murmuró —Casi llegamos tarde —pronunció con una sonrisa sarcástica mientras tomaba la mano de Artemisa y la besaba.

—Estoy aquí por un propósito, no por juegos —replicó Artemisa, retirando su mano y sosteniéndole la mirada.

El Rey del Infierno la observó detenidamente. Había algo en ella, una fortaleza que lo intrigaba y desafiaba al mismo tiempo.

El paisaje alrededor del castillo era un jardín macabro. Rosas negras y rojas crecían sobre un suelo regado con la sangre de los caídos. Entre las flores, extremidades humanas y animales se entrelazaban con raíces, creando un espectáculo grotesco de vida y muerte. Las almas atrapadas en los muros del castillo gemían, fusionadas con la piedra, mientras aves de fuego vigilaban desde el cielo, desprendiendo un hedor de putrefacción.

Artemisa, impactada por el horror, dejó escapar un suspiro.

—He venido aquí buscando la salvación, pero todo lo que encuentro es desesperanza y destrucción.

El Rey del Infierno se detuvo frente a ella, su tono entre burlón y serio:

—Y, sin embargo, estás aquí. Buscando redención en un lugar que nunca la ofrecerá. Quizás sea hora de que descubras que no toda salvación viene del cielo. A veces, el fuego puede purificar mejor que la luz.

Artemisa lo miró fijamente, su rostro sereno, pero su interior lleno de determinación. Sabía que esta era la prueba más difícil de su existencia, una en la que no solo estaba en juego su fe, sino el destino de ambos mundos.


***

Significado:

DazzLing: ser divino y santo

Punished: ser maligno o diabólico

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The Art Of Artemisa (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora