Capítulo 16

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Artemisa no podía contener los pensamientos que hervían en su mente. El ambiente en la habitación, con las paredes decoradas de flores carmesí y el resplandor ámbar del anochecer, parecía conspirar contra su razón. Cada fibra de su ser luchaba entre lo divino y lo terrenal, entre la templanza que su posición exigía y los deseos que ardían en su interior.

Se dejó caer sobre la cama, acariciando las sábanas como si fueran el cuerpo de Damien, ese ser que se había instalado en sus pensamientos como una maldición irresistible. La textura suave del tejido la envolvía, pero no lograba calmar el incendio que quemaba dentro de ella. Cada susurro de la brisa que entraba por la ventana traía consigo el eco de su voz, y en su imaginación lo veía acercarse, imponente, reclamándola como suya.

Artemisa se levantó, tambaleante, como si una fuerza mayor la arrastrara hacia lo inevitable. Frente al espejo, se miró detenidamente. La figura que le devolvía la mirada parecía ajena a quien alguna vez fue: los ojos, normalmente puros y serenos, ahora brillaban con una intensidad salvaje; sus labios rojos, entreabiertos, temblaban con palabras que no se atrevían a salir.

Comenzó a despojarse de su ropa lentamente, como si con cada prenda abandonara un fragmento de su divinidad. La tela resbaló por sus hombros, deslizó su camino por las curvas de su cuerpo y cayó al suelo como un símbolo de rendición. Totalmente expuesta, Artemisa se sintió vulnerable, pero también poderosa, como si estuviera a punto de trascender el límite entre la luz y la oscuridad.

Se sentó en el suelo frío, cerrando los ojos mientras sus pensamientos la transportaban a un mundo de fantasía. En su mente, Damien la tomaba entre sus brazos, sus palabras resonaban como promesas eternas, y el peso de su presencia llenaba cada rincón de su ser. La intensidad del deseo crecía, impulsándola a moverse con delicadeza, explorando cada sensación con un fervor que no reconocía en sí misma.

Lame sus pechos como si se tratara de un helado a punto de derretirse, pero no de la bola de vainilla ni del cono que lo sostiene. Esta sensación viene de otro lado, desde lo más profundo de la compradora, y entre sus bajos fluidos podría aparecer una leche dulce a punto de bajar por la cueva prohibida.

Una reacción que solo ella misma conoce, y era su nueva reciente elaboración jamás demostrada.

Continúa disfrutando de lo oculto al estimular su vagina. Bajando con sus dedos hasta la profundidad del ingreso para la formación de nuevas vidas, lo introduce y su cuerpo produce el inicio de una excitación.

Los gemidos al no esperar, estallan de inmediato sobre las cobijas y el suelo de la cama de Damine. Queda atónita por las primeras sensaciones, y sin pensarlo se acuesta aliviada de rebajar la tensión sobre el rey perturbador

Un sonido en el pasillo la arrancó de su trance. Se levantó rápidamente, acomodándose en la cama, con el corazón latiendo frenéticamente. La puerta se abrió, y Damien apareció en el umbral, con la misma aura imponente que siempre lo rodeaba. Su mirada recorrió la habitación, deteniéndose en Artemisa.

Ella lo miró fijamente, con una mezcla de desafío y súplica en los ojos.

—¿Vas a negarme otra vez? —preguntó, su voz temblando con una intensidad que él no podía ignorar.

Damien avanzó lentamente hacia ella, pero mantuvo la distancia, como si temiera lo que estaba a punto de suceder.

—Esto no es un juego, Artemisa —pronunció, su tono grave pero contenido—. Lo que buscas no te traerá la paz que necesitas.

—¿Y qué importa la paz, cuando estoy dispuesta a entregarlo todo? —respondió ella, levantándose para acercarse a él, con cada paso cargado de una determinación implacable.

The Art Of Artemisa (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora