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23-02-4074
La causa familiar es la cautiva salvación
de mi propio engaño agredido.
Socorro mi aspiración
con la única verdad que conozco,
pensando en dejar todo al olvido.Aunque el silencio marque mi dolor,
no podré negar lo que siento.
No recuerdo la peculiar sensación;
dentro de mí, algo se ocultó,
esparciéndose en la única negación.Dentro de mi magnífico mundo,
quiero desaparecer de esta realidad.
No puedo escapar,
y no me dejará ir de esta crueldad.
No me dejaré llevar,
no caeré en esta verdad.
No aprenderé a reconciliar,
no aceptaré negociar,
no seré de adorar,
no lograré cargar,
y nunca podré amar.***
La abrasadora temperatura rejuvenecía a los habitantes de aquella tierra, bañada en un lujoso verano. Dentro y fuera del castillo, flores, plantas y frutos emergían de la tierra fértil en apenas milésimas de segundo. Este milagro transformaba el horizonte pecaminoso en un festín de vida, colores y dulzura. Los Punished, después de milenios de oscuridad, permitieron que una sonrisa tímida cruzara sus rostros, algo impensable en su naturaleza. Una oportunidad brillaba, como si la tierra misma hubiera sido purificada por una raíz milagrosa.
Artemisa dormía en su habitación, cubierta por una sábana que protegía su cuerpo divino. Una sinfonía de trompetas y voces angelicales resonaba en el aire, y pequeños pájaros picoteaban su ventana, ansiosos por despertarla. El aroma de las rosas inundaba la estancia, mientras una brisa juguetona abría las ventanas, dejando entrar un rayo de luz cálido y dorado. Las persianas danzaban suavemente, intentando, junto con la melodía celestial, animar a Artemisa a abrir los ojos.
—Magnífico día lleno de sinceridad. La sonrisa embellece la realidad, es perfecta... —Musita, alegre —inconmensurable.
Mientras los primeros rayos de luz llenaban el castillo, un cambio oscuro se deslizaba por el horizonte. Una niebla maligna se entrelazaba con el aire puro, perturbando la armonía del reino. Los habitantes, desconcertados, sentían una energía opresiva. Los Punished comenzaron a alzar sus armas, preparándose para una posible guerra, mientras los soberanos debatían sobre la repentina proliferación de vegetación y luz, preguntándose si los Dazzling estaban detrás de este cambio inexplicable.
En su habitación, Artemisa se preparaba para el día. Se colocó una túnica blanca adornada con diminutos cristales que reflejaban la luz como si de estrellas se tratara. Frente al espejo, recogió un mechón de su cabellera dorada y lo colocó tras su oreja. Tomó una diadema de rosas rojas, observándola detenidamente. Se la puso con cuidado, como si el simple gesto marcara un nuevo comienzo.
Llena de energía, repasaba mentalmente las tareas del día. Bailaba y reía mientras se desplazaba por la habitación, cada movimiento cargado de una alegría que hacía años no experimentaba. La felicidad se extendía como una ola, transformando los rincones oscuros del castillo en lugares cálidos y vibrantes. Las paredes, asombradas, intentaban ignorarla, pero no podían evitar sentir la inspiración que emanaba de ella.
—Damien, mi querido, mi príncipe azul... —Murmura —¿Cómo negar estas emociones por ti?
El amor que sentía por Damien se mezclaba con una furiosa contradicción. A pesar de los horrores que él le había causado, no podía ignorar el lazo que los unía. En su corazón, la esperanza y el tormento luchaban, y ella, cegada por un deseo de reconciliación, decidió actuar. Preparó un desayuno con cuidado: pan fresco, un postre de chocolate, una tortilla y jugo. Colocó todo en una bandeja de plata y comenzó a subir las escaleras hacia la habitación de Damien.
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The Art Of Artemisa (COMPLETO)
FantasiaEl paraíso, envuelto en magia y sueños colmados de bondad, despierta como ráfagas de luces incandescentes que iluminan una felicidad despiadada y feroz. En el interior de la Reina Artemisa, la esperanza brota del pecho con la intensidad de una super...