Capítulo 29

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El cielo se abre en dos, expulsando una neblina roja que cae desde las cicatrices del paraíso, arrasando con cada ser viviente cercano. La atmósfera, densa e impenetrable, impide volar. El reino del paraíso se corrompe con cada dazzling que cae desde las alturas. Incapaces de luchar por el aire, luchan por frenar los acercamientos masivos de los punished, quienes irrumpen en el palacio y asesinan sin piedad con lanzas envenenadas y flechas demoníacas. Cada ser que lucha por sobrevivir es aniquilado. El fuego se expande rápidamente, incendiando a los animales divinos y dejándolos carbonizados. Los seres de luz son eliminados sin compasión, sus cuerpos caen inertes, convertidos en comida para los demonios, mientras los ríos se convierten en cementerios de dazzlings.

El desmembramiento de cada extremidad es ejecutado sin remordimiento, ni leyes. Los punished masacran hasta al niño más inocente, poseyéndolos para succionar hasta la última ala. Mientras algunos seres de luz, sin fuerzas, son sometidos por los pecadores, otros, horrorizados por las escenas grotescas, buscan esconderse. Sin embargo, es imposible escapar, pues los monstruos del infierno les prohíben abandonar el paraíso, sellando su destino. Encerrados dentro del reino, sin escapatoria, solo la muerte podrá liberar sus almas.

El dolor en los rostros de la raza angelical comienza a apagarse con cada escena desgarradora de sus compañeros luchando hasta la muerte. Sin cesar, se lanzan hacia una única salida: proteger a la reina del paraíso. La fidelidad de sus corazones los impulsa a combatir por la divinidad que los creó y cuidó.

Adriana avanza lentamente, atravesando la destrucción sin mayor reacción, observando el sacrificio de los seguidores de la luz que empuñan sus espadas en busca de la aniquilación total del reino del infierno. En sus ojos, el odio se refleja mientras los seres de alas blancas se sobreponen, intentando salvar lo que queda de la bondad que alguna vez poseyeron. Ahora, deben quedarse para cuidar de su reino, su raza, y su Diosa, Artemisa.

En sus pupilas, un extenso mundo de esperanza se dibuja, un sueño que ni la reina Penuria puede comprender. Porque en el fondo de toda esta destrucción, Adriana sabe que sus planes jamás traerán un comienzo divino. No es digna de una oportunidad. Es demasiado tarde para arrepentirse. Sin dudar, avanza a través del fuego enemigo, mientras camina sobre las memorias que la aniquilan por dentro. En ese instante, escucha la voz de su conciencia lamentarse por todo lo sucedido. Sin embargo, decide convertirse en una nueva Adriana, una joven que ha sido estafada, odiada, engañada y maltratada, pero que ahora busca una felicidad brillante o, tal vez, un camino al que pertenecer.

Su cerebro acepta la resurrección de la reina Penuria, y con ella, la misión de hacer realidad sus propios proyectos. Se detiene frente al palacio, su armadura se ajusta a su cuerpo y aparece desde las sombras su corona de miseria, junto a un vestido color cárdeno, con un bastón de dientes de león entrelazados con raíces. Sin detenerse, se adentra en los aposentos de la divinidad, dispuesta a acabar con ella o morir en el intento.

—Vieja religiosa, ¿dónde estás? —Se burla mientras enciende el palacio con antorchas de fuego, que se propagan por las sábanas y cortinas, incendiando todo a su paso. —Voy a acabar con todo tu maldito reino, Artemisa. Hasta verlo en cenizas.

—Necesitamos encontrar la entrada hacia el núcleo del paraíso y absorber su poder.

—Vayan a buscar esa entrada mientras destruyen todo este reino. —Se acerca a varios punished abatidos en el suelo y absorbe sus almas, junto con los dazzlings inconscientes. —Voy a devorarlos. —Apuñala los cuerpos de las víctimas, abriéndolos y exponiendo sus órganos más vitales. —Bien, vamos a hacerlo. —Con su lengua llena de espinas, perfora el corazón aún latiendo, arrancando las almas de los cuerpos. —Relajante...

Después de su "glorioso aperitivo", una sonrisa satisfecha se dibuja en el rostro de la reina Penuria. Sin relajarse, se acerca a las paredes del palacio, usando su bastón para conjurar un hechizo que comienza a deteriorarlas, provocando un derrumbe que cae hasta el exterior. Sin pensarlo, llama a sus fieles aliados, quienes ingresan rápidamente para acabar con todo. Los recuerdos del pasado, junto con el compromiso de la amistad, se desvanecen entre escombros y polvo. Finalmente, entra al santuario del poder del reino del paraíso.

The Art Of Artemisa (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora