Artemisa se encuentra atrapada en el castillo, un lugar levantado por una maldad viviente que brota de cada ladrillo. El aire pesa con la sofocante carga de su divinidad, envuelta en un aura de masoquismo que parece presionar contra cada hueso y vena, obligándola a decidir: ¿huir o enfrentar su destino?
Desesperada, busca un desenlace en un mundo lleno de pecadores que viven entregados a sus deseos más oscuros. Al contemplar el error de esperar un cambio que nunca llega, comprende que cuanto más tiempo permanezca encerrada, más peligrosa se vuelve la senda que debe tomar para escapar.
Mira desconsolada a los lugares que ha visitado dentro del castillo, buscando sin descanso una ruta de huida hacia un paraíso que parece cada vez más inalcanzable. Reflexiona con amarga nostalgia sobre el reino que abandonó, donde cultivaba prosperidad junto a su único amor, intentando evitar el tormento de amar a un ser solo.
Desde la ventana principal, contempla un paisaje tan hermoso como aterrador. Una tierra arcillosa, rodeada de girasoles y plantas extrañas, se extiende hasta una montaña cubierta por un suelo calizo, donde florecen pinos y cornejos arbustivos. Más allá, un río cristalino de un rojo brillante serpentea hacia un abismo infernal. El cielo está cubierto por una capa de mineral negro, impenetrable, castigando a los "Punished" con la ausencia del azul y la luz plena que tanto añoran. Sin embargo, en esta penumbra, diminutos rayos de sol logran alimentar la vida de algunas plantas, una tenue prueba de que incluso en la oscuridad hay lugar para la esperanza.
El castillo, un reflejo del infierno mismo, se alza como una cueva interminable que cubre el firmamento. Pequeñas grietas permiten que la luz solar entre, proyectándose como haces angelicales sobre un suelo de lava ardiente. Es una visión de la perfección distante, pero inalcanzable, un cruel recordatorio para los Punished de lo que nunca podrán poseer: la glorificación de existir.
Unos ruidos interrumpen su introspección. Las puertas metálicas se abren y los Punished entran en el castillo. Artemisa observa sus deformidades: cuerpos marcados por cicatrices profundas, costillas expuestas que se entrelazan con estacas que emergen desde el interior como armas vivientes. Mira con repulsión y lástima, reconociendo su discriminación instintiva hacia aquellos seres que considera monstruos.
En la sala principal, Damien, el rey demonio, recibe a sus invitados. Conversan sobre estrategias y alianzas. Entre ellos, una mención inquietante: un intruso, un "Dazzling", ha sido encontrado infiltrado en el reino. Damien, frío y calculador, decide posponer el juicio y se retira de la sala con órdenes claras. Sin embargo, algo lo inquieta.
—¿Y dónde está Artemisa? —pregunta a su mayordomo, Francis.
—Intentando escapar, como siempre. No permitirá que esto termine, señor. Su presencia aquí es peligrosa; si la descubren, la furia caerá sobre nosotros.
Damien guarda silencio, contemplando las palabras de Francis. Finalmente responde:
—No lo permitiré. No puede abandonarme.Mientras tanto, Artemisa, ignorante de las palabras que se han dicho sobre ella, desciende por las escaleras en busca de una salida. Cada crujido de los escalones de roble se mezcla con su respiración contenida. Se encuentra en una sala oculta, una biblioteca cubierta de polvo, pero lo que capta su atención es un pedestal en el centro. Sobre él, un retrato suyo rodeado de cartas y velas.
Lee las palabras escritas con un trazo lleno de desesperación:
"¿Por qué has castigado mi alma? Amarte para siempre es una deshonra para ti. ¿Es mi amor tan insignificante que solo te trae rechazo y dolor?"
Artemisa siente un nudo en el pecho. Damien no es simplemente un tirano; es un ser moldeado por su propia necesidad de compañía, un reflejo de su luto eterno y su egoísmo. Entiende que Damien no es un demonio por naturaleza, sino por su creación. Su obsesión no es más que el eco de su incapacidad para aceptar la soledad.
—Yo soy la causa de su tormento —susurra, sus manos temblando mientras deja caer la carta.
La verdad golpea con una fuerza devastadora: en su desesperación por llenar el vacío de su existencia, Artemisa creó a Damien como una extensión de su propio sufrimiento, sin considerar las consecuencias. El amor que él siente por ella no es más que un reflejo distorsionado de la luz que ella misma no puede proyectar.
Finalmente, los pasos de Damien resuenan en la distancia, acercándose. Artemisa, paralizada entre la culpa y el temor, se da cuenta de que no puede escapar, no de él, ni de su propia creación.
El destino los unirá una vez más, no como amante y creador, sino como dos almas marcadas por el mismo pecado: la incapacidad de amar sin destruir.
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The Art Of Artemisa (COMPLETO)
FantasyEl paraíso, envuelto en magia y sueños colmados de bondad, despierta como ráfagas de luces incandescentes que iluminan una felicidad despiadada y feroz. En el interior de la Reina Artemisa, la esperanza brota del pecho con la intensidad de una super...