Capítulo 5

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07-02-4074

Dulce sueño

Deseo conocer aquella verdad,

que pronto tú me diste sin pensar.Aquellas amarguras guardamos,
tú y yo queremos cambiar.

Mi corazón latente ruge con temor,

el sufrimiento opaca mi razón,pero trato de llegar al paraíso,
para redimir este dolor.

Desde la oscura noche del mal,

mi sueño es cambiar,esperando oler el dulce polen de las rosasy anhelando mi libertad.

Si el infierno me acompaña,

con las infinitas constelaciones,espero que sea el sufrimiento de mi nostalgiael que goce de pena inconmensurable.

Quizás no fui el primer resplandor

ni el que registró el tiempo,porque de ti aprendí a callar,y juntos, al compás, estamos padeciendo.

¿Hasta cuándo debo esperar el comienzo?
Dices que voy a escapar,
y de pronto la vejez me ha llegado.
Y si no puedo liberarme,
¿qué más puedo esperar?

***


—Libérame de este tormento. —Golpea sutilmente el pecho de Damien.— No se merecen este castigo. —Cae al suelo, arrodillada.— ¿Por qué tienes ese comportamiento tan verosímil hacia mí?

La triste melodía de sus recuerdos resurge desde las cenizas más injustas de la piedad en su corazón, cubriendo la extraña soledad que la rodea. Artemisa está atrapada en una realidad donde debe complacer a todos sus seguidores. Aquella muerte espontánea la deja sin palabras, incapaz de retomar la claridad de su ánimo, que ya no puede existir por sí sola. En el fondo de su trastorno más primitivo, teme quedarse atrapada en un oscuro camino de incertidumbre. Tras su extraño padecimiento, trata de arreglar aquello que no ejerce rigor en su trato. Su amabilidad hacia los demás terminó alejando el respeto de sus aliados.

—Cálmate. Tengo que proteger tu dignidad. —Trata de levantarla.— ¿Qué ocurre?

Artemisa se aleja de él. Las extrañas figuras de su sueño incompleto se reflejan en un acto cruel, en miradas opacadas por tanto temor hacia aquel acompañante maligno. Bajo sus propias normas, ha llegado a corromper la mente de la bondad y la salvación con sus manos.

—Déjame en mi recámara. —Levanta su voz.— Después de ese acto despiadado, me niego a seguir contigo.

—Debemos comer algo. —Sujeta su muñeca derecha.— Mi intención más justa es conocernos.

—Me niego a acompañar a un ser despreciable, cruel e insensible. —Jalonea su brazo.— ¡Despreciable!

—Tú vienes conmigo. Necesitas alimentarte.

—Me niego. No voy a salir contigo.

—No me dejas opción alguna. —Sujeta su mano.— Te enseñaré...

Llegan hacia la entrada del penúltimo cuarto. Sus cuerpos estáticos se mantienen en silencio contemplando la puerta, grabada en su centro con la imagen de una cabeza de león. Una ráfaga de aire provoca náuseas a Artemisa, pero no a Damien, quien está acostumbrado a los horrores que custodiará en este lugar.

Con su otra mano, Damien abre la puerta del calabozo, mirando hacia las cadenas colgantes y las guillotinas que bajan desde el techo, liberando líquidos y secreciones humanas. Los muertos abatidos sobre el piso decoran el sitio, mezclándose con el olor a madera podrida, polvo enmohecido, azufre y sangre coagulada. Ese es el lugar donde los sufrimientos eternos se hacen carne.

Los cadáveres, sin aliento, suplican por clemencia, por piedad, por misericordia. Sin embargo, son devorados por los arrebatos de una vida sin manjares ni delicias, sufriendo en su mundo sin salvación. Artemisa conoce la diferencia entre los malvados y sus seguidores, quienes son saciados mientras los demás se pudren en su superioridad.

Gimen entre suspiros entrecortados, susurrando por su salvación, mientras una extraña aura de mortalidad se dibuja en cada pasillo, cubriendo los muros con manchas de sangre. Estas son las palabras de aquellos condenados, un tormento eterno que acompaña a los pecadores insensibles. Los castigos diabólicos manchan los muros del castillo, donde cada detalle de las próximas torturas está cuidadosamente preparado.

—He tratado de persuadirte con emociones y tratos amables. —La lanza dentro de la habitación.— Mira la causa de tu bondad.

Los humanos atados a las cadenas sienten cómo las agujas se incrustan en sus venas. Cada mínimo movimiento es una tortura. La sangre fluye lentamente, absorbiendo cada maldad viviente de sus cuerpos, dejándolos rígidos, sin salida, convertidos en una decoración de pieles blancas.

Ellos miran hacia Artemisa, quien representa para ellos la salvación de su sufrimiento, pero también la condena. Artemisa, convencida por la inocente mirada de los ojos cubiertos de lágrimas de aquellos que claman por misericordia, observa cada celda con detenimiento. Los demonios custodian el lugar, mientras ella ofrece su única sonrisa cordial.

—Me niego a verlos corromperse de este modo. —Se voltea.

—¿Dices que eres protectora, pero al verlos, te da lástima? —Agarra su brazo y la arrastra por el pasillo.— Observa a cada persona que has abandonado.

—Libera tus manos de mí. —Trata de liberarse.— ¡Ahora!

—Tú eres mía. Y verás lo que yo veo cada vez que estoy aquí. —Aprieta su mano con fuerza.— Mira el infierno que me hiciste padecer.

—Tú traicionaste mi corazón. Me obligaste a custodiar tu condena por toda la eternidad. —Frunce el ceño.— Tú perteneces aquí abajo.

—¿Y por eso me castigaste? ¿Por amarte tanto, me encerraste en este abismo? —Se detiene.— ¿Mi amor era destructivo?

—Déjame. —Trata de escapar.

—¿A qué temías tanto? —Sujeta su brazo.— Dime, ¿cuál fue el error? ¿Por qué me abandonaste en este oscuro lugar? —Gime de dolor.

—Fue amarte tanto. —Empuja a Damien.— Se acabó. Me voy.

La triste mirada de Damien refleja la esperanza que tenía de ser salvado y correspondido en su afecto. Mientras los gritos de agonía suenan, Artemisa se aleja, abandonando a los que la miraban como su salvadora. Con su partida, también se aleja la fe que los mantenía con vida, dejando a Damien en la oscuridad, sabiendo que su amor jamás fue suficiente.

Artemisa, sin opción, elige la separación, aunque su corazón aún guarda la duda sobre si su decisión fue la correcta. A pesar de su deseo de escapar, una parte de ella sigue conectada con el pasado, temiendo lo que su amor por Damien podría haber significado para los demás. La pregunta persiste: ¿qué pensarían sus Dazzling si la vieran con el pecador? ¿Estarían de acuerdo con su elección?

The Art Of Artemisa (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora