Las circunstancias del momento recorren el cuerpo de Damien, buscando una solución para el terrible accidente. No puede creer que lo que más deseaba ahora se esté desvaneciendo. Mientras lleva el cuerpo de Artemisa entre sus brazos, la traslada de un lugar a otro, desesperado por encontrar un médico que pueda ayudar a la mujer santa. Su piel comienza a decolorarse a un tono morado, y la sangre roja que escupe cae sobre sus mejillas, manchando las manos de Damien.
—Necesito un doctor. ¡Ahora! —grita, mientras entra corriendo por la puerta principal del hospital.
—Lo siento, estamos desbordados. Las camillas están llenas. —Mientras mueve una camilla de un lado a otro. —Vaya a otro hospital.
Damien no puede dejar de mirar a Artemisa, cuya mirada, vacía de vida, lo atraviesa como un recordatorio cruel de su propia indiferencia. En su interior, el odio hacia sí mismo crece, junto con el arrepentimiento por no haberse permitido amar. Detesta lo que ha hecho con su vida y su amor, y siente el peso de las consecuencias de sus actos.
Corre de un lugar a otro, buscando con desesperación algún lugar que pueda ofrecer ayuda a Artemisa. No puede creer que, después de todo lo sucedido, aún no pueda desprenderse de este sentimiento que solo crece dentro de él. Pero sigue adelante, con la única misión de salvarla, a pesar de que la angustia devora su ego.
La desesperación lo consume. Se ve a sí mismo como una bestia sin sentimientos, atrapado en su propio vacío, sin poder encontrar el amor que alguna vez conoció. Aunque Artemisa lo amó, él nunca valoró sus palabras ni sus acciones, y ahora se enfrenta a la amarga realidad de que, por sus propios errores, pronto perderá todo.
—Voy a estar bien... —escupe sangre.
—No hables... —su voz es rota. Mira el rostro sin vida de Artemisa, que lo mira fijamente, como perdida en el vacío. La ausencia de movimiento lo desgarra. —No... no... no... —Con un suspiro, sus alas negras lo elevan, desapareciendo hacia el horizonte. —No voy a dejarte sola.
Llega al reino del paraíso, todo tan iluminado, rodeado por montañas y lagos serenos. Sin pensarlo dos veces, Damien grita con ferocidad, buscando abrir las puertas. Los dazzling, al verlo, corren en busca de su reina bañada en sangre, la levantan y, desesperados, la trasladan rápidamente al fondo del reino.
Damien es rápidamente acorralado por seres de luz. Lo sujetan con esposas, mientras lo conducen a través del reino de Artemisa, llevándolo hacia la prisión. Los habitantes lo miran con desprecio y arrojan piedras, culpándolo por el sufrimiento de su reina. En ese momento, Damien comprende que, a pesar de su arrogancia y egoísmo, el odio que sentía por el amor verdadero lo ha cegado. La justicia que ahora recibe es un reflejo de su propia crueldad.
Por un momento, se detiene a reflexionar. Sabe que la relación que tuvo con Artemisa fue única, que una persona como ella no se encuentra dos veces en la vida. Y, aunque sea tarde, entiende que quizás ella era su última salvación
***
Memorias De Un Deseo Sin Mentiras
—Cuando sea grande, voy a protegerte siempre, Artemisa.
—Yo siempre te amaré, Damien. Después nos casaremos y tendremos muchos hijos. Tantos que seremos felices.
La inocencia de la juventud creyó que el amor sería eterno, un refugio inquebrantable, pero con el tiempo, las almas cambian. La atracción se apaga, la confianza se desvanece y el respeto se pierde.
Nadie puede recibir todo si no está dispuesto a entregarse y, en el proceso, sufrir.
Los momentos compartidos fueron pequeños gestos de confianza, de complicidad. Desde niños, ambos decidieron un destino juntos, sin pensar en lo imposible que sería cuando el tiempo les empujara hacia caminos separados. Las diferencias fueron invisibles, pues se reían de las experiencias que la vida les ofrecía mientras crecían. Pero el tiempo llegó. La metamorfosis de sus cuerpos y corazones empezó, y sus caminos, antes entrelazados, comenzaron a separarse.
Artemisa encontró su propósito en un mundo lleno de bondad, gloria y milagros. Cuanto más tiempo pasaba entre los seres vivos, más se alejaba de Damien. Su corazón se llenaba de cariño, de afecto, de compromisos con todos los demás, pero no con él. Su visión del mundo se transformó, y la oscuridad que él llevaba dentro nunca la tocó. La divinidad de Artemisa vivió en las alturas, mirando hacia abajo, pero sin comprender el peso de lo que había abajo.
Por otro lado, Damien nunca tuvo un camino fácil. Su misión era observar el sufrimiento de los seres vivos, guiar sus almas hacia el castigo, vivir con la crueldad del abismo. La falta de fe de aquellos a quienes guiaba lo llevó a un lugar sin esperanza, donde la luz de la salvación nunca llegó. El tormento se apoderó de él, y la venganza comenzó a crecer en su corazón, primero hacia el mundo, luego hacia la mujer que un día había amado.
Incluso el héroe con la moral más alta puede derrumbarse si no encuentra luz en la eterna oscuridad.
El tiempo pasó rápidamente, y ambos estaban listos para casarse. En el altar, Artemisa esperaba a su prometido que aun no llegaba desde el horizonte. Las campanas del paraíso sonaban al compás de las trompetas celestiales, envolviendo la ceremonia en una atmósfera divina, sin miedo ni mentiras, donde no existía el dolor ni la crueldad. El momento festivo era una unión simbólica, un enlace entre los Punished y los Dazzling, quienes unirían sus fuerzas para resolver cualquier conflicto y gobernar juntos un futuro lleno de paz.
—Felicidad eterna... —Exclama —gozando de un destino encantado. No podría desear más que un compañero infalible. — Arregla un mechón de su cabello, sonriendo al reflejo de la perfección. —Nada podría ser más perfecto que un comienzo juntos.
Las colinas verdes se extendían hasta la orilla de un río cristalino, donde los peces nadaban, brillando con la luz del sol. Caballos con alas de cristal bebían agua, sus plumas reflejando la divinidad que les había otorgado un toque celestial. Se preparaban para volar, comprometidos a confirmar lo que ya estaba destinado.
Artemisa, emocionada, se miraba a sí misma: sus guantes blancos cubrían sus manos, la liga de novia en su muslo derecho, su vestido largo de blanco cayendo suavemente hasta el suelo, el pañuelo blanco sobre su pecho, y las joyas de esmeraldas brillando a su alrededor, flotando como un halo de pureza. El ramo de flores blancas estaba firme en sus manos, la promesa de un amor eterno.
Mientras tanto, los asistentes de ambas razas estaban sentados en los bancos blancos, esperando al rey que no llegaba. De repente, Frank, el mayordomo de Damien, se levanta y sale en busca del rey demonio, quien aún no daba señales de aparecer. Sin embargo, Artemisa mantenía la esperanza, calmando a la multitud para que no se alterara.
—No hay duda cuando se ama a alguien. —Después de un breve silencio, Frank se acerca, su rostro lleno de pesar.
—Lo siento mucho. El rey... —Murmura —no está preparado.
Las razas, furiosas, comenzaron a pelear entre ellas. La violencia estalló, y la confrontación resultó en el destierro de todos los Punished del Paraíso. La paz se desmoronó mientras los Dazzling alejaban a los desobedientes.
Artemisa, al ver la destrucción a su alrededor, no podía expresar el dolor que sentía. Su corazón, roto, observaba impasible el caos. No podía reaccionar ante el desastre, ni siquiera cuando su vestido fue manchado por la sangre del conflicto. Se quedó en silencio, inmóvil, mirando el pedestal de madera mientras las lágrimas caían lentamente sobre él. En su mente, buscaba una oportunidad para aceptar lo que su corazón le decía: su amor por Damien era genuino, pero él, su amado, era un monstruo despiadado, incapaz de mostrar compasión.
La escena transcurrió en un silencio pesado, y el tiempo pasó mientras los Dazzling luchaban por apartar a los Punished. Artemisa se quedó allí, esperando, pero sin esperanza, aceptando que el amor que había conocido había sido tanto fantástico como destructivo.
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The Art Of Artemisa (COMPLETO)
FantastikEl paraíso, envuelto en magia y sueños colmados de bondad, despierta como ráfagas de luces incandescentes que iluminan una felicidad despiadada y feroz. En el interior de la Reina Artemisa, la esperanza brota del pecho con la intensidad de una super...