Newgate siempre había querido tener una familia. Claro que por algo se empezaba. Pero cuando lo vio, fue como un amor a primera vista. Tan pequeño, y tan amarillo. Newgate pensó de inmediato que podía ser su hijo.
El Niño era temeroso, a más no poder. Se escondía en todos lados. Pero Newgate fue tomando su confianza poco a poco. De manera paciente.
Marco, mira lo que te traje— Newgate guardo distancia y saco unos lápices de colores y un blog de dibujo.
Marco aún no dejaba que Newgate se acercara mucho. Pero, esta vez lo hizo. Lo hizo y jalo levemente a Newgate para que lo acompañara.
Newgate fue feliz. Eso le facilitó muchísimo las cosas. Ya que descubrió que a Marco le gustaba dibujar paisajes.
Pronto llegaría el día en que Marco fuera a su nuevo hogar a su lado. Lejos del orfanato, esperaba que el niño lo tomase bien.
Oye.. marco— El Niño fijó su vista en el hombre que tenía enfrente.
¿Te gusta aquí?— Marco, se mordió el labio y asintió. Newgate suspiró y le sonrió.
¿No te gustaría venir a vivir conmigo?— Newgate espero la peor respuesta. Pero vio como él Niño miraba el papel y lápiz que había en sus manos para mirarlo a él.
Me gustaría— Newgate casi hace una seña de triunfo. Si, había triunfado, aunque a marco le costó acostumbrarse, pronto agarró confianza con Newgate.
Newgate era feliz cumpliéndole cosas a Marco, dándole regalos y comprándole mucha ropa. Dejando que el niño durmiera a su lado, o encima de él, que importaba despertar con un brazo entumido.
Marco jamás dudo en decirle papá a Newgate, y Newgate siempre vio a marco como su hijo.
No había él por que dudar.
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