двадцать два | 22

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Editorial; detrás del silencio

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Editorial; detrás del silencio

          El lugubre lugar no hizo más que aumentar el llanto de las hermanas de la fallecida. El cajón, las flores, el color negro, el café y el pan, eran sinónimo de silencio y sollozos en aquella tierra.
Rilina les había llamado y allí estaban, llorando desconsoladamente por la partida de uno de sus parientes, diciendo cuan arrepentidas estaban de no haber podido estar en sus últimos momentos como la familia que eran.

          Los gritos desagarradores eran terribles, pero ninguno le pertenecía a la hija de la señora Thomashevsky.

          En la esquina de aquella capilla se mantenían, dos de traje y la dama de vestido negro, sin olvidar que la mascota estaba a sus pies, pues dejarle sola más tiempo en casa no era una buena idea. Por supuesto, Osamu estaba a su lado y Nikolai del otro, los dos estando comprometidos a seguir ayudando a su compañera y empleada, respectivamente, pero la incomodidad era presente, por mucho que quisieron evitarla. Rilina no decía una sola palabra, no lloraba y tampoco recibió a ninguno de los invitados conforme llegaron, quienes en su mayoría eran familia; era difícil entenderla, aunque, claro, no lo era a simple vista, pues estaba devastada pese a su actitud neutral.

         El entierro por la mañana no fue muy diferente: gritos, sollozos, personas vestidas de negro y Rilina en silencio mientras observaba desde atrás y sostenía la correa de Catrina que solo se mantenía recostada en el suelo.

          —Va a descansar con su amado. Que dios les dé el descanso eterno —se escuchó desde el tumulto cuando la piedra se abrió y las cenizas de la fallecida fueron puestas junto a las de su marido.

          Era la mejor de las opciones, sobre todo porque la madre de Dunia había deseado en vida convertirse en cenizas y acompañar al amor de su vida, por ello la única capaz de elegir lo había concedido, es decir, su única heredera. A partir de ese día, la señora descansaría en aquel cementerio de urnas, en ese lugar que tenía el apellido que se les fue concedido, uno muy reservado a decir verdad.

          Al final, los únicos en el lugar que esperaron hasta el último momento fueron aquellos tres que poco hablaron entre ellos como con los demás invitados, pues incluso, Nikolai tuvo que dar la cara frente a la familia para confiar al menos el contexto de la situación.

The Editorial | Nikolai Gogol 🎪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora