двенадцать | 12

224 37 15
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Editorial; reconocimiento no dado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Editorial; reconocimiento no dado

          La habitación que servía como lobby para la estrella de la noche en aquel salón, era cómoda en muchos sentidos; la salita de espera era reconfortante para alguien a quien mataban los tacones, y las bebidas a merced eran la vida para el interesado en aquella falda. Sobre todo, la luz, tibia y nada cegadora, con un toque romántico, hacían del momento uno tranquilo, y ya que estaban a solas, bien podían escucharse sin tener que levantar la voz, a diferencia de las personas que disfrutaban en el evento principal.

          —Eres tan profesional —halagó una vez más el Nakahara. Luego se llevó su copa de vino tinto a la boca y se recargó más en aquel sillón.

          Hablaron largo y tendido sobre negocios, y por supuesto, situaciones personales de por medio para hacer amena la conversación. Rilina había tomado un par de copas y la cabeza le daba vueltas, pero no perdía el sentido; sin embargo, ciertamente se había relajado junto al japonés sobre aquel sofá, y sin darse cuenta, pronto la distancia se hacía cada vez menor.

          —Si le soy sincera, es mi primera vez haciendo este trabajo —confesó la dama. Sus mejillas estaban rojas y sus manos sobre sus piernas le hacían ver cohibida, cosa que el escritor comenzó a adorar nada más notó.

          —Bueno, ya tienes tu primer contrato, ¿no es eso bueno? Además, no es que desee comportarme como un patán, pero deberán elogiarte por haberme convencido. —Sí, iba a firmar con el Editorial Gogol, porque quedó embelesado con la boca de la mujer que soltaba las palabras.

          Rilina, distraída pensó en que era algo bueno. Podría llevarle excelentes noticias a su jefe y al administrador, tal como deseaban, antes bien, ¿por que hacer feliz a Nikolai también le hacía feliz a ella? Sin duda, sus sentidos no estaban completos, no al pensar en él albino elogiando sus esfuerzos y regalándole una sonrisa.

          —Ahora, ya que tienes tu contrato y aún es temprano, me gustaría saber más de ti, Rilina. —Terminó por acercarse en el sofá, quitando con seriedad el cojín que los separaba, entonces colocó una mano sobre las suyas que todavía descansaban sobre sus piernas.

The Editorial | Nikolai Gogol 🎪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora