двадцать восемь | 28

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Editorial; el misterio de Lev Tolstói

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Editorial; el misterio de Lev Tolstói

        La casa estaba tan sola como siempre, sin Catrina por ahí aunque esperó ver a la rubia nada más al llegar, ya que por ese día había decidido quedarse a cuidar de la mascota como otros tantos en lugar de volver a su casona, sin embargo, tuvo suerte, pues Irina la había llevado a pasear al parque y ello al menos le dio un buen respiro. No lo pensó más, solo fue a su habitación, se deshizo de la ropa y corrió a bañarse.

          Mientras tanto, Nikolai aún no tenía el valor de arrancar su auto. Mantenía la frente sobre el volante y apretaba los ojos, pensando en la estupidez que había cometido por segunda vez.

          —Estoy cavando mi propia tumba —aseguró intranquilo.

          ¿Por qué debía actuar de esa manera? Se preguntó una y otra vez; Rilina no tenía la culpa de sus inverosímiles pensamientos, y aún así, le arrastraba a la más mínima oportunidad.
          No quería perder su compromiso con Irina, él la amaba y deseaba formar una gran familia con ella, pero después de engañarle dos veces con la misma rata de biblioteca, su moral le cuestionó si estaba bien o si simplemente estaba mal, porque aunque no lo pareciese, aún poseía aquella parte.

         Y ahí era donde entraba el dilema al que no deseaba enfrentarse, ya que no deseaba darse una respuesta verdadera, o al menos no consciente.

          Rilina Duneshka Thomashevsky, ¿de verdad le atraía? O, ¿solo era aquella personalidad retadora la que le hacía perder el control, y, por consecuente, le obligaba a actuar como un demente?

          Habiéndose contestado ninguna pregunta, arrancó el auto, tampoco quería que los vecinos le vieran de forma extraña al darse cuenta que llevaba tiempo ahí. No quería problemas y se marchó, sin saber que por azares del destino, otro auto lujoso daba la vuelta en la esquina, alcanzando a ver cómo este daba la misma vuelta al otro extremo.

          —Mmm, creo que... conozco ese auto... —se dijo la mujer, mas fue distraída casi de inmediato por un ladrido de Catrina que viajaba en la parte trasera, muy feliz de reconocer su hogar cerca—. Te divertiste mucho en el parque, ¿verdad? Pero aún así te mueres por ir a dormir en la alfombra de la sala.

The Editorial | Nikolai Gogol 🎪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora