шесть | 6.

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Editorial; mentira, la culpa no es mía, no es tuya, es de él

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Editorial; mentira, la culpa no es mía, no es tuya, es de él.

Mientras Rilina se encogía en el asiento por la tonta respuesta que había dejado salir al aire sin pensar, Nikolai se golpeó la frente con su mano abierta, aunque luego, se levantó de un salto de la silla. Tal como un conejo.

—Estimado hombre de gobierno, ¿me permite un segundo a solas? —pidió al panzón. Tan amable, que este tuvo que levantarse, y aunque desconfiado, le siguió hasta una esquina de la habitación.

—Entiendo perfectamente que es lo que usted trata de hacer, por lo que le voy  informando, que no acepto sobornos si de la ley rusa se trata —advirtió el otro, pero Nikolai negó sonriendo. Luego, le pasó una mano por el hombro, quedando así los dos dándole la espalda a la muchacha aún sentada con la mirada baja.

—De ninguna manera, estimado, no puedo sobornarle, me parece mejor opción hablarle con la verdad —comenzó—. En realidad, la señorita Rilina estaba de visita en la oficina y usted tiene entera razón en decir que mi edificio es de difícil acceso. Debido a ello, no me queda más que decir, ella estaba visitando a mi persona.

El señor panzón pareció interesarse en la sofistería que soltaba con elegancia.

—No existe nadie en esta Rusia que no me conozca. Todos están al pendiente de que no muy lejos de este lugar mi prometida espera a que la visite con regularidad. ¿Entiende a qué me refiero?... Sabiendo esto, entonces también comprende por que Duneschka mantiene la mirada baja y ha mentido a las autoridades...

—¿Está usted tratando de decir que...?

—En efecto, estimado —el albino interrumpió. Entendía que Zomiotov había comprendido el punto —. Es joven, sin embargo, es mi amante.

—¡Madre de Dios! —soltó el otro enseguida, afectado por aquellas falacias que estaba escuchando del gran Gogol.

—Madre de Dios —repitió la celebridad para darle más veracidad al juego—. Rilina estaba en el edificio cuando se accidentó porque le he llamado más temprano. Soy un hombre, conoce usted mis necesidades. Mi oficina ha quedado como si un remolino hubiese recorrido cada esquina. Sobre el escritorio... Sobre el sofá que tengo de adorno... Contra la pared.... En el suelo...
Usted me entiende —terminó.

The Editorial | Nikolai Gogol 🎪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora