двадцать девять | 29

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Editorial; verdades que se pueden seguir ignorando

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Editorial; verdades que se pueden seguir ignorando

          Los meseros iban y venían, el ambiente se tornaba cada vez más y más cómodo, las conversaciones fluían en cada mesa, y por supuesto, el vino y la comida eran lo más halagado por aquellas horas de velada. Afuera hacía un frío invernal, sin embargo, en aquella mesa céntrica, Rilina cenaba sin el abrigo puesto en compañía de los demás hombres.
          Sin duda, el restaurante era de los mejores en la ciudad.

          Durante la cena no se tocó el tema del contrato debido a la condición del escritor, Lev deseaba pasar una buena noche conversando con los presentes, en especial con Nikolai, lo que provocó en la única dama más nervios sobre como abordar la oferta que tenía preparado para él: ¿Cómo iniciar? ¿Cómo continuar ante las diversas respuestas? ¿Cómo iba a reaccionar el señor Tolstói? ¿De verdad podría hacerlo de nuevo? Nunca en su vida estuvo tan ansiosa por cosas que en primera no debían importarle, pero allí estaba, inconsciente intentando salir victoriosa de aquella batalla.

          —Señor Tolstói...

Sin embargo, pese a lo que se esperaba de la conversación que tenía que ver con negocios, cosas como cuestiones o dudas de parte del artista... en realidad, nada de aquello sucedió esa noche. Cuando la secretaria terminó de ofrecer lo que el Editorial Gogol estaba dispuesto a arriesgar por las ventajas y desventajas, Lev solo aceptó sin tener uno u otro inconveniente.

          —Sera un placer hacer negocios con usted, señorita Thomashevsky, y por supuesto, con mi estimado Nikolai —aseguró con una sonrisa amable, dejando con la boca abierta tanto a Dazai como a la joven que antes hablaba.

          —¿N-no tiene ninguna pregunta? —inquirió Dunia al ver cómo el hombre tomaba el bolígrafo con firmeza y colocaba la punta sobre el contrato.

          Que sucediera lo mismo en dos ocasiones era una fortuna entera. Quizá Osamu tenía razón y ella era alguna clase de amuleto mágico, aunque no para el albino, eso era claro.

          —Para nada, soy un hombre bastante inteligente; entendí los beneficios y lo restante. No hay motivo para negarme, en especial si me lo pide usted —añadió al final, coqueto sin lugar a malentendidos.

The Editorial | Nikolai Gogol 🎪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora