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Editorial; una manera de conocerme

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Editorial; una manera de conocerme

        La tela de su espalda tocaba el metal frío del auto lujoso mientras era acorralada por dos manos a los lados, su mirada entonces se pegó al que tenía por delante y agachó un poco las cejas, aunque no por molestia, sino por incomodidad. El estacionamiento solitario no ayudó a que la acción poco pensada terminara, en cambio, dio lugar a más segundos, hasta que Nikolai decidió que era momento de hablar en lugar de seguirle observando con el semblante rabioso.

          —¿Qué es lo que piensas de mi, Rilina? —cuestionó seguro y esperó respuesta viendo directamente sus orbes.

          El rostro de la dama se volvió diferente al de antes, pues la confusión resaltaba sin dudarlo. De nuevo volvia a repetirse la escena del viaje a Japón, esa donde en el hotel de cinco estrellas tuvo que adivinar de qué se trataba el juego.

          —No entiendo —contestó. Era fiel a sus pensamientos y lo demostró como siempre.

          —Solo di lo que sea... Y rápido, no tenemos toda la noche —ordenó el otro enseguida. Deseaba ocultar su molestia, pero ello nunca le era posible.

          La secretaría suspiró tras escucharle el tono, ello mismo le hizo recordar en segundos lo que no pensaba echarle en cara antes, pero ya que lo pedía:

          —Usted es un hombre detestable —expresó la joven para luego torcer el gesto, ya que sabía, eso no le gustaría al mencionado, sin embargo, le permitió continuar—: Sabe de sobra de mi situación aunque ha pasado tiempo; me siento sola a veces y he comenzado a disfrutar el trabajo en el editorial, pero decidió ponerme una trampa.

          No era ninguna tonta, había obtenido respuestas observando los acontecimientos. En primera, y muy importante pista, Nikolai creía que el señor Tolstói iba a negarse al contrato, por ello la condición de despedirla; quería deshacerse de ella después de lo que sucedió en la oficina la semana anterior, y por ello el plan tan apresurado. Él lo llamó, ofreció de nuevo el trato y esperaba un "no", lo demás solo eran cabos sueltos para concluirlo, exactamente cuando se llevó las manos a la cara en el momento en que el escritor aceptó sin rechistar.

          Era un hecho tan predecible, aunque no tanto para el mayor, que se quedó sin palabras al ser descubierto dos veces en el mismo día.

          —Lo entiendo, señor Gogol, no debería ser más su secretaria si no lo desea, no cambia nada que las consecuencias me hayan llevado a sobrellevar mi vida tal como está. —Se refería a la muerte de su madre—. Si ahora no hay problema con que yo renuncie al editorial; si Osamu Dazai ya no está condicionado, entonces puedo renunciar sin problema.

          Tan pacífica y directa, fue así como sonó. Incluso su postura aceptaba no sentirse amenazada.
          Por otro lado, al magnate le tocó suspirar. Sabía que nadie más que él era un tonto en ese lugar, así que se alejó y dejó libre a la joven al darle la espalda.

The Editorial | Nikolai Gogol 🎪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora