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Editorial; las leyes de Rusia no son para romperse

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Editorial; las leyes de Rusia no son para romperse.

El hospital central de Moscú parecía tener su rutina diaria. Las pálidas luces que podían dejarte ciego en toda la estancia de colores blancos, seguían el paso de doctores, enfermeras e incluso civiles siendo guiados hasta los consultorio o bien, solo a la espera de noticias. La sala de emergencias, era la más contaminada en ruidos tanto de palabras como de pasos lentos y rápidos.
Si bien todo era un verdadero desastre en los pasillos anchos, no parecía importar al personal que aquella escena se repitiera día con día. Estaban acostumbrados.

Rilina despertó entonces sobre una camilla de hospital de sábanas blancas. El pequeño cubículo oculto gracias a las cortinas casi llegando a los plafones del techo, llamó su atención enseguida.

—Haz despertado, que alegría —escuchó la voz de Dazai Osamu a su lado y no dudó en darle la cara cuando intentó sentarse sobre la superficie con cuidado. El muchacho no tardó en ayudarle, por supuesto.

—¿Qué sucedió? —a la par de su pregunta, llevó su mano hasta su frente y tocó algo de textura rasposa levemente. Cuando la herida en su cabeza pico con incomodidad, ella alejó rápidamente su mano de las vendas.

—Te desmayaste en la oficina cuando hablabas con el señor Dostoyevsky y te golpeaste fuerte la cabeza — comenzó a explicarle —. Por fortuna, los doctores dicen que no fue nada grave y que podrán darte el alta hoy mismo. Solo esperaban a qué despertases.

La joven volvió a tocarse nuevamente la cabeza. En realidad, se encontraba confundida, pues no recordaba las palabras del escritor con exactitud, recordaba haber estado emocionada, pero nada más, solamente en su cabeza aparecía la imagen nerviosa del muchacho en suéter azul marino.

—¿Qué hora es? —bostezó con cansancio, el sueño aún le podía aunque hubiese dormido por tres horas.

—Casi dan las cuatro de la tarde —Osamu respondió enseguida.

—Tengo que ir a casa, mamá va a preocuparse si no llego temprano —se justificó de repente, colocando sus manos en la camilla para darse soporte.

The Editorial | Nikolai Gogol 🎪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora