"Nikolai Gogol es un hombre exitoso, tiene su propio Editorial con la revista más vendida en todo Moscú, y además, publica verdaderos libros que podían en un futuro convertirse en obras de carácter universal en la literatura rusa, sin embargo, tal c...
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Editorial; nuevas gafas
Rilina Duneshka Thomashevky, jamás imaginó verse envuelta en cuestiones tan desastrosas cómo las que al salir de aquel edificio, de colores blanco y negro, cargaba sobre los hombros. Siempre llevaba el perfil bajo para no llamar la atención, porque detestaba los problemas que no podía resolver, y ahora, un trabajo provisional que había escogido solo por ayudar a uno de sus antiguos compañeros, le había arrastrado y obligado a conocer a ese hombre de hebras blancas. No podía nadar contra corriente, pues en realidad no sabía cuál era el camino correcto, pese a la claridad, pero aquella no era la cuestión en sí. Si era bueno o malo, o si era al revés, no entendía que debía hacer para librarse.
Abandonar a Dazai no era una opción, y dejar que Nikolai hablase cuánto quisiese sobre su error, tampoco lo era, pues aquello fue lo que trató de advertirle cuando mencionó que tenía más que decir. No era una tonta, y tampoco tenía la habilidad de olvidar solo las cosas malas de su vida.
—¿En qué me metí? —susurró para sí misma.
Caminaba por el centro de la ciudad con las manos dentro de las bolsas de su suéter negro, uno de aquellos que tenía el estilo convencional y los que más abundaban dentro de su armario. Hacía frío, no llevaba bufanda y apenas pensó en colocarse la capucha cuando se encontró de frente con un bote de basura. Suspiró una vez más antes de botar la carpeta con la carta de renuncia formal que había llenado nada más tuvo la oportunidad, provocando que de su boca saliese aquel vapor caliente que causaban las bajas temperaturas.
—Oh, ¡Rilina, Rilina! —gritaron a su espalda.
Evidente era, que en aquel lugar de la ciudad se encontraba más gente paseando por la vispera, el frío no era algo de lo que se preocuparan los rusos, todavía más en aquella locación donde existían tiendas y servicios para todo; fue que Dunia levantó la mirada, dándose cuenta de que, coincidencia o no, se había detenido frente a la tienda en donde conoció a cierta rubia, la misma que pronto corría para alcanzarle después de haberle llamado.
