Capítulo 7. Decisión acertada.

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Llegué a mi casa casi al mediodía, ya los míos se encontraban ahí, me avisan que Alanis ingresará más tarde a lo que asiento. Llego a mi habitación, me doy una ducha, voy a buscar algo de ropa para ponerme antes de dormir y cuando abro mi placar lo encuentro repleto de todo tipo de ropa y para todos los usos que está perfectamente ordenada dentro de él. Me coloco un piyama y antes de acostarme siento un golpe en la puerta, cuando abro ésta, es Lara quien me trae comida caliente y un gran vaso de agua, lo cual le agradezco infinitamente, lo devoro con prisa y me acuesto a dormir pensando en los acontecimientos que trajeron a la condenada aquí.

A las 22:00 hs aproximadamente me despierto, vuelvo a bañarme, me visto, bajo con hambre a la cocina, encontrándome sólo con Lara, quien me dice que todos ya se han retirado, que sólo quedó ella a la espera de que me despierte para cenar y como una madre exigente, para asegurarme que coma todo lo que me preparó. Me hace reír sintiéndome un niño siendo regañado por mi madre. Ella prepara la mesa, sirve comida para los dos, mientras comemos, elogia el color y la tela de la ropa que traigo puesta, me dice que tenía un vestido de éste color, que se le rompió y nunca más pudo volver a tener uno, le consulto si ese vestido está en el catálogo, me dice que sí, pero que ellos están acostumbrados al general anterior quien sólo les permitía pedir ropa o cosas de los catálogos siempre y cuando las autorizara él y si eran por demás necesarias, así que todos aquí, se acostumbraron a utilizar y remendar lo que tenían hasta que ya no hubiera forma de reutilizarlo. Enojado me levanté de la mesa tirando la silla, Lara se asusta por mi acción, le pido que se quede donde está que ya regreso. Voy hasta la biblioteca, como puedo agarro los inmensos catálogos que se encuentran allí, los llevo hasta la mesa donde Lara continúa sentada y los dejo a un costado de donde estamos comiendo:

— Mírame Lara, – le digo y ella se gira hacia mí – aquí están todos los catálogos, ya les dije, tanto tú como el resto son míos, somos todos iguales aquí, a mí, no tienen que pedirme nada, pidan para ustedes lo que quieran, tanto si lo necesitan como si les gusta para poderlo utilizar cuando deseen, lo mismo ésta casa, tiene muchas habitaciones y espacio, si algún día, por algún motivo no pueden irse a su casa, agárrense alguna habitación y se quedan, no hay problema alguno para mí. Lo único que sí les pido es que si algún día no van a venir, me avisen para saber si debo preocuparme y cuidar de ustedes o si no es nada de importancia para quedarme tranquilo, así como ustedes están y cuidan de mí, yo también estoy y cuido de ustedes – digo completamente enojado. Lara me observa sorprendida con sus ojos llorosos y luego esboza una sonrisa respondiendo:

— Muchísimas gracias señ...— la observo achinando los ojos, se corrige – muchísimas gracias, Bástian— asiento con la cabeza mientras intento que se me pase el enojo de éste momento, ya que el de mi asesinato sigue vivo y latente en mí junto con el resto de los sentimientos que me invadieron el día que supe de la traición de mi esposa. Terminamos de cenar, lavamos juntos la vajilla que usamos, luego se despide hasta mañana y se retira. Durante el tiempo que falta vuelvo a recordar el alma de Giovanina y todo lo que sufrió hasta llegar aquí, pienso que en algún momento perdió la cordura con inmenso odio y sed de venganza por todo lo que había sufrido, un sufrimiento parecido al mío, y sentimientos similares a los mío que cuando logre liberarlos en quien fue mi esposa no sé que será de mí también. No puedo condenarla, no yo y espero que mis argumentos sean válidos para poder ayudarla.

Con la idea en mi mente de que Giovanina no necesita más condena de la que tuvo, tiene y tendrá aquí. Me dejan pasar, como siempre, sin problemas al palacio de Abaddon, voy hasta la sala donde ya él, Modán y Maribel esperan, saludo a todos, pido disculpas y me siento.

— Bueno, – dice Abaddon – quisiera saber cada uno que opina o reflexionó sobre el alma que tenemos en transición. Dime Modan, ¿Qué crees que debo hacer? -  Modán comienza a hablar:

— No sé que es lo que opinan uds dos, – nos señala – pero con mi hija, – Maribel hace señales de afirmación— hemos estado discutiendo sobre varios puntos de todo ésto y ambos estamos de acuerdo en que es un alma que no debe ser condenada a más. La verdad es que todo lo que ésta alma ya sufrió creo que fue suficiente. — Abaddon asiente con la cabeza y me observa esperando mi opinión.

— La verdad es que opino igual que ellos, no pienso que el alma de Giovanina deba ser condenada junto con el resto, la causal de sus acciones es demasiado horrenda como para dejarla pasar. Si ella no hubiera actuado de esa manera, posiblemente hoy estaría muerta y ellos seguirían vivos continuando con sus atrocidades a mortales inocentes. La invadió la ira, el enojo, el odio, la venganza y el desahucio, no puedo condenarla, ya que comprendo cada uno de sus sentimientos, la diferencia es que ella actuó y yo todavía no, y no sé que me pasará cuando eso suceda.

Todos los que la lastimaron de alguna manera, están ahora allá arriba esperando un juicio, teniendo la posibilidad de no ser condenados, cosa que ésta alma que tenemos aquí, ni siquiera tuvo. Si alguno de los que se están enjuiciando ahora no es condenado, no vendrá aquí y no podremos hacerlo pagar; sin embargo, ella ya está aquí sin la oportunidad siquiera de defenderse — finalizo. Abaddon observa a Modán con una sonrisa quien también le sonríe y ambos asienten con la cabeza, luego se acerca a mí y me palmea el hombro:

— Buena decisión, – dice – no la juzgaste sin antes poner todo en la balanza, sin llevarte de los comentarios de un simple soldado que sin más la hubiera condenado, te pusiste en su lugar y te replanteaste los hechos desde también su punto de vista— vuelve a palmear mi hombro. – Serás un excelente general. Ésta semana continuarás yendo con Modán durante sus noches para continuar aprendiendo de ellos y para que practiques el uso de tus alas, la semana que viene, ya empezarás a manejar a tus tropas en tu horario. — Asiento y nos retiramos de la sala hacia la habitación de Giovanina donde Abaddon le dice la decisión tomada, vivirá libre aquí como todos los condenados no graves, deberá trabajar al igual que todos, le ofrece trabajar para curar a los nuestros, ya que si bien no hay enfermedades sí hay heridas y muchas veces graves cuando hay alguna batalla. Le explica que para ello, ella debe ser marcada por él, le explica lo que vendrá después, ella sin dudarlo acepta, ambos se cortan, estrechan sus manos. Se le empieza a formar un cuerpo, pobrecita, tan horrendo como el del resto en nosotros y el tatuaje en el hombro. Abaddon le hace verse al espejo, a diferencia de mí ella es completamente blanca, el cuerpo se le observa delgado como si estuviera enferma y lleno de arrugas como si tuviera más de cien años. No tiene nada de cabello, los ojos de color rojo igual que los de todos nosotros, una nariz muy prominente para el rostro que tiene, pero por lo menos tiene nariz, Abaddon la cubre con una sábana mientras pide ropa a su asistente, ella niega a que le traigan ropa de vestir, sólo quiere ropa interior y lienzos o más sábanas para utilizarlas tipo toga. — Perdón por ésto, – dice Abaddon señalando el cuerpo de Giovanina – sé que eres joven y no es algo que yo pueda evitar o modificar todavía— ella muy amablemente y con una sonrisa lo toma del brazo y como en un susurro le responde:

— No hay nada que perdonar, el cuerpo de juventud sólo me sirvió para sufrir, estoy feliz de poder ser libre y que me permitas cuidar de los tuyos, por suerte él que durante tanto tiempo me dejó sufrir, —señala arriba – no deformó mis brazos y mis manos, el resto, sólo son apariencias. La mayoría de los que abusaron de mí, tenían rostros angelicales, a ustedes sus apariencias no los ayudan, pero están aquí, ayudándome mi. No hay nada que perdonar, lo que sí, quisiera pedirte, – observa a Abaddon – es si tienes libros que me ayuden a conocer la fisiología de los seres que habitan aquí para poder trabajar mejor. – Abaddon asiente, le dice se los conseguirá, también que cercano al hospital hay un departamento no muy grande que podría utilizar, ya que las casas quedan más alejadas. Ella sin dudarlo acepta, nos agradece a todos, Abaddon le dice que ésta noche descanse aquí, que mañana la llevará a conocer su departamento, ella se despide con un abrazo que a él sorprende, Modán, Maribel y yo nos retiramos a nuestros despectivos hogares.

Al otro día volví a despertar tarde, casi al mediodía, me baño, me visto, bajo a la cocina donde todos estaban reunidos, me saludaron con mucho cariño, me incluyeron en la conversación en la cual se veían muy felices por la llegada de una nueva médica que se presentó ésta mañana en el hospital. Mientras poníamos la mesa y nos sentamos a almorzar, la conversación varió mientras me preguntaban como me había ido el primer día de práctica, la nueva médica y la vida de cada uno de los que estaban sentados conmigo. Al finalizar el almuerzo, me agradecieron por los catálogos y las cosas que le había dicho a Lara para luego retirarse a sus labores.

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