Capítulo 8.Un General diferente.

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Pasó la semana, con Modán y Maribel, la verdad es que he aprendido mucho, aunque se nos complica un poco con Maribel cuando los sentimientos de lujuria nos invaden. Estoy de a poco, aprendiendo a controlarlos porque en horario de trabajo dejarlos avanzar podría ser un desastre, ya que no podemos distraernos en absoluto, aparte Modán siempre está con nosotros. Pero fuera de nuestro horario laboral, generalmente durante la noche, mientras los míos no están y tenemos mayor privacía es donde descargamos ese sentimiento, generalmente Carla también se nos une, pero decidimos que en cuanto empiece mi turno real, ellas se turnarán para venir porque ambas son bastante posesivas y no quiero que haya discordias. Ya conocí a mi tropa y mañana a la mañana empiezo como general de ésta. Abaddon me preguntó si necesito ayuda los primeros días, cosa que negué, porque que durante los últimos días Modán me ha dejado manejar su tropa a mi antojo y he aprendido muchísimo.

También he aprendido a utilizar mucho mejor mis alas, la verdad, son algo maravilloso, y las diferentes cosas que puedo hacer con ellas, no sólo sirven para desplazarme por el aire de un lado a otro con muchísima agilidad, sino que también son armas y escudo para protegerme, son lo más increíble que vi en la vida.

El lunes fuimos con mis tropas a nuestra área asignada, la verdad es que el caudal de almas que nos llevamos fue menor a los que traíamos en la noche, aparte debíamos ser mucho más cuidadosos, ya que los mortales no debían vernos.

A medida que fue pasando el tiempo me volví más experimentado y eficaz, si bien yo sólo debía mantenerme alejado y tomar decisiones en la recolección de almas, también quise hacer el trabajo de mis soldados. Necesitaba aprender en carne propia cual era su trabajo, como, cuando y donde buscaban a cada alma, qué dificultades podrían surgir tanto en la recolección de cada alma como las dificultades o riesgos que mis soldados pudieran tener, ahora ellos también eran míos. 

Los integrantes de mi tropa eran muchísimos, pero quería conocerlos a todos, eran seres a mi cargo y quería saber con quienes estaba trabajando, así que le pedí a Abaddon los documentos de vida de cada uno de mis soldados, ya que había sentido cierto tipo de rechazo hacia algunos y no podía comprender el porqué, me culpaba, porque creía que era injustificado, pero definitivamente y no sabía por qué, no los quería tener cerca. Desgraciadamente, eran los que más almas traían, y todo el tiempo intentaban encontrar la forma de acercarse a mí, era como si hiciesen muchos esfuerzos para obtener mi confianza o atención y era algo que no me gustaba. Por el contrario, tenía otros soldados que eran todo lo contrario, que me evitaban a toda costa, si bien, hacían su trabajo, eran completamente retraídos.

Fueron pilas y pilas de documentos que me fueron enviando en tandas, ya que mi casa no tenía tanto espacio para semejante cantidad. Me tomé el trabajo de leer cada uno de los documentos de mis soldados separando para prestar mayor atención en quienes no me agradaban y en quienes eran más retraídos.

Quise ver su forma de vida y me llevé una terrible sorpresa. Todos los soldados vivían encuartelados en una especie de edificio horrible, casi destruido y completamente sucio, con un olor nauseabundo, en literas apiladas, sin ropa de cama, sin baños, sin ventanas, no tenían ropa, siempre los había visto con ropas desgastadas, derroídas y sucias, pero creía que era la que utilizaban para trabajar, para no ensuciar o arruinar la ropa buena. Muchos, en especial los que eran más retraídos, tenían féminas e hijos con quienes prácticamente no convivían o de casualidad, en alguna escapada fugaz veían y me pareció terrible que los míos vivieran así. 

Me hizo pensar en Lara, Analis, Cristina, José y Carlos, nunca había indagado sobre sus hogares, por lo que también a escondidas visité, y si bien, no eran como cuarteles, tampoco eran lugares donde un ser pudiera vivir, ya que eran muy similares a los cuarteles y sin contar la lejanía, porque muy apartados y escondidos de mi hogar, quizás, por eso también, nunca los había visto.

También vi, en las noches que escudriñaba por el escuadrón, sin ser visto, el trato de unos hacia otros de mis soldados. Todos éramos condenados, todos éramos lo mismo, no podía creer las diferencias que había, en especial hacia los que eran retraídos. Acosos, golpes, malos tratos, les quitaban la comida, muchas veces dormían fuera del cuartel, que sabiendo como era el sitio adentro, quizás era mejor, pero conociendo en carne propia lo que era el desprecio, con los míos, no lo iba a permitir más.

Una noche llamé a Abaddon, como él me había explicado con el tatuaje, y nos reunimos en la oficina de mi casa:

— Abaddon, te llamaba para que me explicaras cuáles son las cosas que puedo pedirte y cuáles no, ya que hay cosas que todavía no sé y hay cosas que necesito, cosas muy grandes, enormes y no sé si están a mi disposición. —

— Puedes pedir lo que quieras Bástian, menos que te cambie las alas, te cuelgue una coronita y te suba allá arriba, puesto que son aptitudes que no poseo, después, lo que quieras – responde.

— Ok, entonces, aquí va. Quiero cuatro cosas, una es que quiero sacar a algunos soldados de mis tropas, ya no los quiero conmigo ni con el resto de la tropa – le digo.

— Está bien, pero serás tú quien se ocupará de reclutar y cubrir los puestos vacíos, no puedes quedarte con menos soldados – asiento.

— Otra cosa que quiero es sacar a los míos del cuartel, ese lugar no es para ellos, no sé como se manejarán otros generales con sus tropas, pero ésta es mía, ellos son míos, no pueden vivir así – manifiesto.

— ¿Entonces qué propones? —responde.

— Quisiera tenerlos conmigo, quisiera poder vivir, no en una casa más grande, si fuese más pequeña que la que tengo, igualmente para mí estaría bien, pero sí en unas tierras más amplias, no importa que ya no me encuentre a tu lado, quiero que cada uno de los míos, desde quienes trabajan en mi casa como cada uno de mis soldados tenga un sitio, quizás no grande, pero sí cómodo y reconfortante donde vivir cada uno de ellos solos o con sus familias y que cada uno tenga los mismos catálogos y posibilidades que tengo yo, pero quiero que estén en el mismo terreno que yo para que aparte no se les haga tan lejano llegar a mí si me necesitan, para trabajar o al área de entrenamiento que me gustaría que tuviéramos. Como dije, ellos son míos y están bajo mi protección – le respondo y no sé cuál será su respuesta, ya que he visto al resto de las tropas y ningún soldado tiene nada de lo que yo he pedido.

— ¿Sábes que eres el único ser en éste lugar que ha pedido eso? Nadie aquí piensa mucho en el ser que tiene a su lado. Cada día me sorprendes más y cada día me siento más orgulloso de mí mismo por elegirte. Está bien, en seis meses tendrás lo que quieres, pero serás tú el encargado tanto de quitar de tus tropas a los soldados que no quieres en tus filas como también de darles a los "tuyos" ésto que me estás pidiendo – sonrío y asiento.

— También lo que quería pedir era si es posible que Giovanina viniera por lo menos una vez al mes a atender a los míos, para saber si sus deformidades los perjudican en algo y si necesitan algún cuidado especial tanto ellos como sus familias, aparte quizás algunos de sus problemas, sean remediables de alguna manera, sé que son muchos, pero encontraremos la manera de que sea dinámico. 

Yyyyy por último, quisiera educación de la que fuere para todos ellos – vuelve a asentir entre risas achinando un ojo y diciendo – ¿Quiéres quitarme el puesto? - me sorprendo. — ¡¡No no no, Abaddon, ¿Cómo crees eso?! Tu puesto, tu lugar, tus obligaciones para nada los quiero, quédatelo, si me los dieran, te lo regalaría con moñito y todo, sólo quiero optimizar mi trabajo y a los míos, no pueden seguir viviendo así, no sé como habrá sido el general anterior, ya que pareciera que la mayoría me tiene miedo y no quiero eso. Eso no es de líder y si quiero que me den lo mejor de ellos en el trabajo, pienso que también debo poner un poco de mí, sé que no acabaré con su condena, pero quiero que el tiempo que estén por lo menos conmigo, sea más llevadera, quiero que confíen en mí, así como yo lo hago contigo. — Dicho ésto Abaddon que había empezado a carcajear otra vez luego de mi sorpresa ante sus palabras, se pone serio nuevamente y me responde. — Tranquilo muchacho, sólo estaba bromeando, sé quien eres Bástian, sé que he elegido bien, el antecesor en tu puesto era muy diferente a ti y por ello te busqué, algo me dijo que eras el mejor, y el tiempo me está dando la razón. Así que bueno, en seis meses nos vemos para la reunión y el cambio de vida de los tuyos.

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