Aluminé.
Ésta mañana, llegué del trabajo, entre a casa, no vi a mi madre por la casa, la llamé, pero no respondió, creí que habría salido de compras, así que me dirigí a mi habitación, me cambié, volví a la cocina, comencé a prepararme un café mientras la esperaba para que desayunáramos juntas. Pasada una hora no había llegado y empecé a preocuparme, no me había dejado siquiera una nota, así que me abrigué, me fui hasta el almacén, quizás había comprado mucho y no lo podía cargar hasta casa, ella solía hacer esas cosas. Entré, la busqué entre las góndolas y nada, consulté a la cajera si la había visto, ya que somos habitué del lugar, me respondió que no. Volví a mi casa creyendo que quizás ya hubiera llegado. Pero no se encontraba allí, empecé a preocuparme, y me dirigí a su habitación para ver si quizás estaba dormida, cosa que antes no pensé porque no es su horario, ella suele esperarme ya levantada y vestida con el desayuno cuando trabajo de noche, aparte me hubiera escuchado las veces que la llamé. Al ingresar en su habitación, efectivamente la vi dormida, fui a despertarla sin encender la luz para no asustarla y para saber si se encontraba bien, cosa que de inmediato noté que no era así, la sentí fría. Encendí la luz y fue ahí cuando me di cuenta de que estaba pálida, con su cuerpo rígido, helado y sus labios azules. La llamé y la llamé a los gritos, la moví para que se despertara, le pedí que por favor no me deje, que se quedara conmigo, que no me abandonara, que no tenía a nadie más, que no me deje sola, la abracé, la bese en medio de mi llanto, acaricié su cabello, le pedí perdón a ella y a Dios por cualquier cosa que hubiese hecho, le decía que la amaba, pero no obtuve respuesta alguna, me quedé llorando sentada a su lado hasta que los golpes de la puerta me sacaron de mi trance. Como pude abrí la puerta, para encontrarme con Marta y Juan, mis dos vecinos, los cuales pasaran los sesenta años, que al oírme gritar vinieron a ver si estábamos bien. Les expliqué lo que había pasado y que no sabía que hacer, me dijeron que no me preocupara que ellos se encargaban. Juan fue a la habitación de mamá y Marta se quedó conmigo. Luego llamó a la policía a quienes tuve que relatar nuevamente lo sucedido. Éstos llamaron a la ambulancia, la cual llevó a mi madre al hospital donde se me dijo que había sido un infarto masivo y que por más que yo hubiese estado no hubiera podido evitar su muerte, ya que me culpaba por haber tardado en buscarla en su habitación.
Marta y Juan se ocuparon de todo el papeleo tanto en la morgue como en el servicio funerario y el entierro, no sé que hubiera hecho sin ellos, porque no recuerdo mucho, de todo aquello me sentí como una simple espectadora de película, sólo iba a donde me decían o me llevaban, firmaba lo que tenía que firmar sin leer o saber que era como si mi cuerpo se manejara sólo, ya que mi mente no era parte de mi cuerpo.
Al finalizar todo, ellos me preguntaron si quería dormir en su casa o Marta quedarse conmigo en la mía, se los agradecí, pero negué. Necesitaba llegar a mi casa, necesitaba estar sola y terminar con éste día del que todavía no estaba segura de si era real o una alucinación como el psicólogo me decía. Necesitaba estar tranquila de una buena vez y procesar como mi mundo se me vino abajo en un instante.
Antes de irse, Marta me hizo comer un sandwich, el cual comí por su insistencia, pero no tenía hambre. Luego me dio un té de hierbas relajantes, la acompañé hasta la puerta, se despidió con un abrazo diciéndome que cualquier cosa la llamara y que mañana vendría a verme.
Ya era tarde cuando me fui a mi habitación, me acosté así como estaba, miles de pensamientos rondaban mi mente, miles de imágenes y palabras de mi mamá venían a mí como flashes uno detrás del otro, lágrimas tras lágrimas empezaron a caer de mis ojos, sentimientos de soledad, desahucio, de tristeza me llenaban por completo, los abrazos y besos que no le di y ya tampoco podría volver a darle, nuestros desayunos y conversaciones, de ver películas juntas, de nuestras económicas pero divertidas salidas. El tiempo de disfrutar de ella se me había terminado, ya no había segunda oportunidad, ya no había forma de volver el tiempo atrás, había dejado mucho para después y ya, no había después.
De golpe, todo lo que no lloré y todo lo que no solté el día de hoy salió todo junto. Hoy no estaba conmigo, hoy era una de sus noches en las que no lo sentía. Me dijo que cuando lo necesitara lo llamara y hoy, ahora, lo necesitaba más que nunca. Entre llanto comencé a llamarlo con todas mis fuerzas una y otra vez, lo necesitaba conmigo en éste momento. Luego de varios llamados, lo sentí llegar, le dije que sabía que estaba ahí, le dije lo que pasó y como me sentía, como siempre, no me respondió, pero en vez de mantenerse en la punta de mi cama, sentí el colchón hundirse detrás de mí y una sensación de paz mezclada con su aroma envolverme. Tal y como lo dijo, él estaba conmigo, mi guardián estaba aquí, mi guardián, mío y de nadie más. Me quedé dormida, segura y en paz, a la mañana siguiente, no sé a que hora me desperté, eran pasadas las diez de la mañana y él ya no se encontraba aquí. Me levanté, llamé al trabajo avisando sobre el fallecimiento de mi mamá, les dije que ésta semana no iría. Fueron bastante comprensivos, dijeron que avise si necesitaba más tiempo de luto, que no había problemas.
Esa semana la pasé acostada en mi cama, comía porque debía, pero ni me bañaba, no quería levantarme de mi cama y si bien esa noche con mi guardián me había ayudado mucho, el resto de las noches no vino, no lo sentí. Quizás lo había asustado, quizás me tomé atribuciones que no debía. Entre la muerte de mi mamá y el pensar que mi guardián jamás volvería me estaba sumergiendo en una depresión que no me dejaba levantarme. La última noche de esa semana mi mamá se presentó en mis sueños donde me sentí feliz nuevamente, por largo rato conversamos, me pidió disculpas por nunca haberme creído y no darse cuenta que era especial. Que no sufriera, que estaba muy bien, pero preocupada por mí, que debía levantarme. Le conté de mi guardián, me dijo que sea paciente con él, que sólo estaba recuperándose, no me dijo de que. También me dijo que teníamos que ser fuertes, que se venían tiempos complicados, que ella estaría a mi lado y ayudaría siempre. Que me esperaría, pero que en algún momento tendría que elegir. Que fuera cual fuera mi decisión, ella me acompañaría siempre y estaría orgullosa de mí.
A la mañana siguiente me desperté realmente renovada y con ganas de seguir con mi vida.
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Bástian
Spiritual¿Hasta dónde puedo llevar tu imaginación? A veces no todo es como se muestra. A veces los buenos no son tan buenos, y a veces los malos no son tan malos. Encontré una luz en mi oscuridad, en mi vacío, quise acercarme por curiosidad y quedé prendido...