Capítulo 28. El consejo.

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Aluminé.

Despierto en la mañana buscando a Bástian a mi lado y no lo encuentro. Observo la cama y veo que sólo el lado donde duermo está desarmado, voy hasta la que era mi habitación, donde ahora duerme Bástian y lo veo profundamente dormido allí. Es entonces que caigo en cuentas que nada fue real, que todo fue un sueño inventado por mi imaginación y mi necesidad de él. Que la intensidad de sus besos, sus caricias, sus abrazos, su cuerpo entero para mí, fueron sólo productos de mi imaginación y que nada de eso pasó en realidad. Vuelvo a mi habitación para no despertar a Bástian y suelto el llanto que vengo aguantando desde que me di cuenta que todo fue una mentira de mi mente, todo éste desconcierto, toda ésta angustia, toda ésta indignación que tengo dentro de mí me han hecho una mala jugada. Estoy enojada con la vida, con el mundo, él es mío, mío y de nadie más, no entiendo la maldad de no dejar siquiera poder tocarnos siendo destinados, me importa nada lo que pase en el juicio, me importa nada quien sea el manda más y sus motivos, pero no voy a separarme de Bástian, no lo va a conseguir, no lo voy a permitir. Es una tortura que estemos así, pero si ésta es la única manera que hay, la acepto, quiero más, pero más lo quiero a él conmigo.

Me visto, me coloco los mitones y salgo de la habitación. En ese momento siento como Bástian me abraza desde la espalda nuevamente y con sus manos recorre todo mi cuerpo por encima de la ropa, acerca su rostro a mi oído y en un susurro me dice – te amo Aluminé – y el llanto que traté de esconder yéndome a la habitación brota de manera desmesurada de mí, ya no pude retenerlo más. 

Mis lágrimas caen en cascada por mi rostro – yo también te amo Bástian – sostengo.

— Tranquila mi amor, falta poco para que ésta agonía pase, quédate tranquila, ya verás, ésto que estamos pasando sólo será un mal recuerdo, o quizás, ni eso. Quédate tranquila, no permitiré que te hagan sufrir nunca más – dice y hay cosas que en sus palabras que me dejan confusa.

Pasamos el día tranquilos y dejamos todo acomodado y preparado para la noche, no sé cuantos son los del consejo y mi casa no es muy grande. Estoy bastante nerviosa, no sé que va a pasar, no sé que van a decirnos. Preparo unas galletas que tengo que esconder de Bástian para que no se las acabe, también preparo té y café, no sé que les gustará tomar. Como a las once de la noche llega Abaddon con siete seres más a quienes dejo pasar y ayudo a acomodarse en al espacio que queda.

Abaddon presenta a cada uno, pero no sé si recordaré bien todos sus nombres, ya que son bastante extraños y de por sí, soy malísima para recordar nombres. Les ofrezco lo que preparamos con Bástian que gustosos ellos aceptan, es entonces que el que aparenta ser el más anciano de ellos, que desde que ingresó aquí no deja de observarme un segundo comienza a hablar. — Bueno, estamos aquí para ver que es lo que hay entre ustedes, si bien Abaddon nos ha explicado, queremos ser testigos del motivo que los une, tenemos que estar completamente seguros de que es lo que estamos defendiendo para saber como enfrentarlo.

Bástian que hasta ahora se mantenía en silencio, comenzó – creo que cuando Aluminé nació fue el primer día que la sentí – y comienza a relatar sobre la primera vez que vio una luz y una fuerza que con poder de atracción hacia algún lugar, luego continuó contando lo del saludo, el tiempo que estuvo a mi lado, cuando falleció mi madre y que hasta ese momento él nunca se dio cuenta que yo lo sentía. También contó sobre las veces que perdió el conocimiento, de cuales son sus sentimientos por mí, y de la tortura de no poder estar juntos mientras el consejo escuchaba atentamente. Luego comencé yo, les expliqué que nunca fui normal, les conté sobre el día del saludo, sobre mis sueños, les dije que siempre supe cuando estaba cerca de mí. Con pesar, también les dije que nunca pude amar a nadie, que en las relaciones que tuve siempre supe que no eran las indicadas, que siempre esperaba a alguien más y que esa espera se esfumó el día que Bástian volvió a hablarme y se quedó conmigo luego del fallecimiento de mi madre. Nos preguntaron que queríamos y al unísono dijimos "poder estar juntos". Les dije que lo que más quería era poder besarlo, acariciarlo y abrazarlo sin lastimarlo, que él lo era todo para mí y que haría lo que fuera por estar con él. Ellos, sin mediar palabra, asintieron. Nos pidieron que nos sentáramos en diferentes sillas, el anciano que nunca dejó de observarme vino hacia mí junto a otro de los seres mayores se nos acercaron, nos pidieron que no nos moviéramos, inspiraron profundo, de manera individual cada uno puso sus manos en nuestras cabezas, cerraron los ojos y se quedaron varios minutos de esa manera ante la atenta mirada del resto del consejo, Abaddon y nosotros. 

Quien estaba con Bástian fue el primero en separarse de él; sin embargo, quien estaba conmigo se mantuvo un tiempo más, pero luego de un rato, con mirada amable y soltándome como si quemara, se apartó de mí.

— Definitivamente, son destinados – dice quien estaba con Bástian.

— Sí, no hay dudas de ello, sin embargo, tú, Aluminé, – me señala – no eres una mortal normal, y no sólo porque tu alma no ha cortado lazos, sino porque hay algo más. En algún momento de tu genealogía, ésto que hoy está pasando entre Bástian y tú, ya pasó, eres descendencia de un ser creado de otros destinados, – lo observo con sorpresa – por lo que vi, fue hace mucho, pero mucho tiempo, por lo tanto, la esencia está, quizás por eso eres más susceptible a ciertas cosas a diferencia del resto de los mortales, la verdad soy un viejo que se la pasa aburrido, pero me has dado algo con que entretenerme mientras encuentro quienes fueron los destinados que tuvieron un ser en el plano mortal. Creo que sólo uno de los dos no era de éste plano, por eso el ser pudo mantenerse aquí sin ser detectado, aparte seguramente tuvo rasgos humanos, por lo que pasó desapercibido. Desde ya les digo que cuanto antes nos reuniremos para discutir ésto con ellos, – señala arriba - definitivamente, son destinados, no hay nada que hacerle, ellos tienen que acatar los mandatos naturales, más aún siendo ellos quienes los crearon. Mañana mismo Abaddon vendrá, les dirá cuando y donde se llevará a cabo el proceso. Sepan que va a ser complicado, pero no nos daremos por vencidos. A muchos de nosotros, por sus estúpidos criterios, – observa a Abaddon – nos han arrebatado y hemos quedado sin nuestro destinado, sin poder volver a encontrarlo nunca más y eso debe revertirse. Es eso o de ahora en más, que sean ellos quienes se ocupen de la mierda de seres que a su divina voluntad crean. Que se rasguen las vestiduras y sean ellos quienes los vayan a buscar, que se ocupen de sus juicios y sus castigos eternos, total nosotros, ya estamos enjuiciados y condenados. No les bastó tirarnos aquí abajo como basura, no les bastó deformarnos como si fuéramos peste, no les bastó hacernos responsables de las atrocidades que los seres que crean a su imagen y semejanza hacen, sino que también y encima de eso hasta nuestros destinados nos quitan, – dice completamente indignado – ésto se acaba de una buena vez.

Aluminé, quisiera pedirte, obviamente si quieres, no estás obligada, un poco de tu sangre para llevarme, para que si me permites, pueda ver cual es su composición y empezar a buscar desde ahí quien es y de donde – señala arriba y abajo – el ser que tuvo destinado a un mortal. — Asiento con desconfianza, pero la curiosidad me puede más, yo también quiero saber, éste saca una daga que aparenta muy filosa y con la punta de ésta apenas toca mi dedo índice del cual brota una mísera gota que toma por arrastre con la misma daga, y la coloca en dentro de un tipo de dije que llevaba en su collar. Luego de eso, todos se despiden, incluyendo a Abaddon quien me confirma que mañana volverá. El último en despedirse es al anciano que con un fuerte abrazo me dice que hará todo para solucionar éste problema que vienen arrastrando desde que los desterraron.

BástianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora