10. Las víctimas se callan con un hilo de color vino.

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Cuando el show terminó, todas las bailarinas se dirigieron a sus camerinos para cambiarse y ya poder irse a casa a descansar luego de una jornada pesada.

Excepto Hyunjin a quien estaba por dale un colapso nervioso por la tontería que había hecho, ¡¿Cómo es que un hombre tenía tanto control sobre él si le rompió el corazón de una de las peores maneras posibles?! No lo sabía, a veces podía llegar a hacer muchas estupideces cuando se suponía que ya era una persona lo suficientemente "madura".

La puerta de la habitación fue golpeada brutalmente y el señor Yang entró, estaba furioso y sus manos tensas y pese a que su cubrebocas le cubría la mitad del rostro, se podía notar su expresión de ira a kilómetros de distancia.

Tomó al menor violentamente de la greña hasta llevárselo al baño exclusivo para empleados, ni si quiera le había dado chance de cambiarse a un atuendo más cómodo y Hyunjin quería ponerse a llorar del miedo, ¿Acaso lo había visto hacer el espectáculo que hizo con el pelinegro?

Estaría frito. Y si, lo estaría, pues el señor Yang vió todo en primera plana, solo se aguantó las ganas de ponerse a gritarle porque gracias al trabajo del menor, el table dance iba ganando más y más dinero, puesto que, en poco tiempo, Dai (el nombre artístico que eligió para cuando se caracterizaba como mujer) se había convertido en una celebridad de aquel ámbito, pues todos los que iban por primera vez a aquel burdel, quedaban maravillados con la bella Dai y sus movimientos delicados y a la vez agresivos que arrebataban más de algún suspiro de alguno que otro muchacho.

Todos lamentaban que ella no quisiera dar mamadas o de plano acceder a alguna relación sexual como las demás taiboleras, que por una propinita extra, te pasaban a alguno de lo cuartos que había para hacerlo.

— ¿Qué carajos crees que estabas haciendo? — le susurró furioso tomándolo con firmeza de los hombros y enterrándole las uñas en su piel.

— Lo lamento — contestó bajando la cabeza y rascándose la nuca, estaba haciendo un esfuerzo colosal por no tirarse a llorar y mearse del miedo.

Jeongin lo cacheteó con dureza, dejando una marca de sus dedos en su mejilla y haciendo que por fin, soltara ese llanto que tanto se esmeró en ocultar.

— ¿Sabes el puto escándalo que van a hacer si se enteran que un hombre de la talla como yo tiene de zorra de taibolera a un maricón como tú? — planteó agarrándolo de su izquierda del cuello, casi ahorcándolo, su mano larga cubrían la mayor parte del cuello del menor — No tienes idea de como me arruinarían la vida y si eso sucediera — con su extremidad libre, sacó una pistola que colgaba de su cinturón y la punta de esta se la pegó a la sien — Si a mi me arruinan la vida, a ti te la arrebato ¿Entiendes o no? — al borde del desmayo, el otro asintió a manera de respuesta — Aquí las cosas no son como tú quieren y jamás van a ser así, yo soy el que tiene el mando y si quiero, te puedo desaparecer, así que vuelves a hacer eso y — bajó el arma, apuntó al suelo, apretó el gatillo disparando la bala que atravesó el suelo de madera.

La demás gente que aún se mantenía adentro del lugar, soltó un grito del susto y se escuchó que todos corrían desesperados para librarse de alguna posible balacera. Reinó un silencio similar a la tensión, nadie hacia ningún sonido y o ya se había ido o se escondían detrás de alguna mesa o silla, entre ese grupo, se hallaba el pelinegro más joven, mientras que Minho seguía en su silla, puesto que sabía quien fue el que disparó y no tenía miedo, es decir, su militar estaba detrás de él, con un rifle cargado y con la mejor puntería que ningún francotirador podía presumir de tener, estaba a salvo, en cambio el menor no pensaba de la misma manera y realmente temía por su integridad.

Unos minutos transcurrieron en aquel ambiente tan pesado, hasta que se aseguraron de que ya no había de que temer, por lo que fueron dejando el lugar hasta que solo quedaron los amigazos y su guardaespaldas.

El Luchador (ChangJin - Skz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora