13. Delirios del placer

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1987.

Veía con admiración la enorme vitrina que apenas había comprado unas horas atrás y transportado hasta su comedor, donde cualquier persona que entrara, podía deleitarse con la cantidad de cinturones de oro, trofeos, fotografías, etc.

No podía creer en lo famoso que se había convertido, era muy reconocido en toda la República Mexicana, incluso viajó a la capital del país para una de las competencias de lucha libre más importantes a nivel nacional, en el que resultó campeón, cumpliendo así una racha de jamás haber sido vencido, es decir, su máscara aún no había sido arrancada de su traje, su identidad aún permanecía anónima para todos sus fanáticos y público en general, lo cual era un alivio casi en totalidad para él.

Madreado pero jamás derrotado.

Su vestuario ya tenía una que otra rasgadura, no tenía ninguna intención de hacer un rediseño, ese traje era sagrado para él y no quería quitarle o agregarle algo, lo quería conservar tal cual y como estaba para el resto de la eternidad.

Tres años transcurrieron desde que rompieron, como es notorio, Changbin salió adelante, o bueno, casi, puesto que tenía casi todo, dinero dado por un trabajo horrible que solo la gente más desalmada podría llevar a cabo, fama, unos cuantos buenos amigos a los cuales ya les había agarrado mucha confianza, referente al Minho, Yang, Christopher y su guardaespaldas.

Sin embargo, una cosita muy importante le faltaba ¿Para qué tener una mansión gigantesca para él solo?

Su madre no quiso mudarse de su hogar, puesto que este aún le traía muchos recuerdos de cuando su difunto esposo tenía vida, aunque no negó el dinero extra que su hijo le proporcionaba. Pese a que el pelinegro pensó que estaría sola -puesto que su hermanita querida contrajo matrimonio y se encontraba felizmente casada y viviendo con su actual esposo- la señora se trajo a su hogar a sus hermanas para que pudieran estar juntas más tiempo, así que no tenía de que preocuparse por si le sucedía algo estando sola, eran 8 mujeres, todo estaría bien.

Así que cada vez que Changbin regresaba de alguna fiesta a las que era muy común a las que fuera por obligación de los otros 2 weyes, no había nadie quien lo recibiera con un abrazo o un gustoso beso, solo sus empleados quienes ni podía considerar humanos, eran más similares a un robot que a un ser con vida.

Quería a Hyunjin de vuelta a su vida, luego de haberlo analizado muchas veces mientras cagaba -las mejores ideas se le venían a la mente en esos momentos- se percató de que era mejor mantenerlo lejos para siempre, mucho daño le hizo al decirle todas esas mentiras cuando terminaron y pese a que su cuerpo, alma y mente lo necesitaba, él prefería sufrir a un día encontrar con que estaba muerto.

Si, en un aspecto general, al pelinegro no lo trataba mal la vida. En cambio, no hace falta ser un investigador para saber a quien le iba de la patada, tanto que ya hasta lo habían corrido de su cantón para que hiciera algo con su vida y no se quedara de mantenido.

Pero no tenía el dinero suficiente como para rentar un departamento o si quiera pa' compartir la casa con otra persona, las cosas estaban cada vez más caras y apenas y tenía para comer, por lo que, con bastante vergüenza, le fue a pedir a Felix si le daba chance de quedarse tantito en su casa en lo que juntaba el suficiente dinero.

Ese tantito fue hace más de dos años.

Aunque no fue una carga para el güero, Hyunjin no quería dejarlo más en la quiebra, por lo que le ayudaba con parte de su salario para pagar la renta de su casa en la vecindad donde se alojaba y en los gastos para la que ahora era casi como su sobrina, ya que cuando el menor no podía cuidarla por su chamba, el castaño se encargaba de eso sin ningún problema, fue agarrando experiencia cambiando pañales y viviendo como un papá luchón, definitivamente admiraba cada día más a su amigo.

El Luchador (ChangJin - Skz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora