24. Niño frágil reprimido dentro de la madurez

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Botellas de alcohol fueron abiertas en el preciso instante en el que el nuevo Mictlantecuhtli sostuvo entre sus manos su trofeo de victoria con una sonrisa brillante en su rostro. Mujeres jóvenes en general, liberaron desde lo más profundo de su garganta un grito de emoción cuando el luchador comenzó a caminar alrededor del cuadrilátero y enfocaba su vista en alguna de sus admiradoras para saludarlas.

Una que otra de desmayó cuando su saludo fue correspondido.

Esa sensación de que no había nada más grande que tú se apoderó del pelinegro al ser rodeado por muchas cámaras, sin embargo, a la única a la que le hizo casi fue a una lejana manejada por su novio quien fingía que no se estaba muriendo de celos al oír las exclamaciones repetidas provenientes dr sus admiradores como: "¡Changbin! ¡Mictli!" Junto con unos "¡Te Amo!" "¡Soy tu fan!" plasmados en carteles. Ironía, puesto que su mismísima madrecita querida, traía un cartel en el que se leía "¡Mictlantecuhtli campeón de todo el mundo y que chingue su madre el que piense lo contrario!".

Las ganas de subir al ring y besarlo frente a todos lo tentaban demasiado, aún así, controlaba sus impulsos y se haría cargo de la situación al interior de los vestidores.

Changbin se retiró de la arena y al bajarse Minho fue el primero en correr y abrazarlo, apretándolo como si quisiera que explotara entre sus brazos mientras que el otro coreano que lo acompañaba se mantenía un tanto alejado.

— ¡Has hecho un trabajo increíble! — felicitó el mayor agitándolo de un lado a otro como maraca con una linda curva en sus labios, rara vez sonreía de verdad — ¡¡Solo escucha como la gente grita y grita solo por ti!! ¡Estas en la gloria, donde siempre tuviste que estar! — de fondo aún se oían los aplausos pese a que la pelea concluyó hace unos 9 minutos.

— Gracias Min, se siente increíble estar de regreso — comentó mirando su entorno sabiendo que él era quien hacía a todos emocionarse con su sola presencia.

— Binnie — lo nombró el castaño lanzándose a sus brazos para experimentar aquella seguridad que solo su amado le podía transmitir con el simple hecho de oler su perfume. Un escalofrío horroroso le recorrió el cuerpo al sentir la mirada penetrante de ese monstruo sobre sus muslos descubiertas por el short que vestía.

No obstante, el pelinegro se sonrojó al ver de reojo a algunos camarógrafos apuntando hacia la escena, por lo que con cuidado tomó de la cintura al menor y lo alejó de él, guiñándole el ojo en señal de que le daría una explicación más tarde.

— Ay buena' noches — saludó la doña — Ustedes deben ser los compadres de mi lindo yerno.

— Mucho gusto señora — ambos dijeron al unísono extendiéndole la mano.

— Son chinitos ¿No? — se atrevió a comentar al notar sus ojos rasgados una vez que les estrechó la diestra.

— Coreanos ¿señora...?

— Pérez — respondió — Un gusto conocerlos — los dos weyes tuvieron una sensación rara por la forma en la que esa señora los trataba, no pudieron no evitar pensar en su madre que seguramente estaban en su país natal haciéndose cada día más viejital preocupada de no saber sus sus hijos se encontraban bien o si incluso ya los daba pro muertos, pese a que ambos aparentaban lo más posible ser tipos rudos, al atravesar todas esas capas de rudeza y sus problemas o trastornos mentales, puedes encontrar una alma que se siente sola sabiendo que no tiene ni un amigo en el que confiar en su totalidad al vivir en un mundo tan traicionero como ese, que muy, muy, muy en el fondo deseaba jamás haberse involucrado y así poder llevar una vida quizás no de tantos lujos, pero al menos con gente que no fuera solo interesada.

Aunque claro que su mente ya se ha deteriorado significativamente y jamás pensarían de esa forma; olvidando todo lo de su pasado y centrándose solo en un estilo de vida: excesos, lujos, crimen y siempre salir impunes de cualquiera de sus acciones.

El Luchador (ChangJin - Skz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora