31. Fin de una lucha

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Marcadas la 1 de la madrugada en el bonito reloj cucú que reposaba en su pared, al interior de su recámara personal, se hallaba sumergido en una gran burbuja de paz, en donde los colores vivían y las emociones reinaban a flote, disfrutando de la sensación de que con unos trazos y pinceladas podía expresar más que mil palabras. Últimamente tenía una obsesión por pintar flores, muchas muchas flores; recordaba alguna que otra  que vió en alguno que otro viaje que tuvo con el pelinegro.

De las que más lograba recordaba eran de la primera noche en la que estuvieron en Austria en su Luna de Miel, aquella noche mágica en la que danzaron un suave vals, tomados de la mano y al interior de uno de los castillos más antiguos de aquel país.

El suelo era de una madera muy suave y lisa, fácil de deslizarte encima de esta, con muchos decorados; las paredes escarlata se miraban demasiado antiguas, tenían grandes columnas, detalles en oro, pinturas colgadas de algunos de los reyes, reinas y demás familia real. Un piano viejísimo se encontraba en una esquina, era gigantesco y hermoso, de cola larga color negro. Era una habitación sumamente amplia, en el fondo yacía un balcón por el cual entraba la luz de la Luna, las estrellas se reflejaban en aquel brilloso piso así como el mismo satélite.

Hyunjin vestía un hermoso traje de una tela muy fina y transparente, de un tono blanquecino, se podía apreciar todo su torso, de la cintura para abajo eran unos pantalones de campana del mismo estilo, en la zona de la cadera hasta los muslos tenía una cubierta de algodón para taparle la ropa interior, sus zapatos consistían de unas botas blancas de tacón, sus trenzas habían desaparecido y se apreciaba su cabello avellana muy largo que caía con sutileza por lo menos debajo sus omóplatos, tenía pequeñas ondulaciones y lucia bastante brilloso.

Por su parte, el mayor usaba una vestimenta similar de color negro, dejando apreciar su tonificado brazos y abdomen (en lo que estuvo trabajando en los días atrás). Tenía que usar sus zapatos con plataformas para poder estar a un nivel similar al de su amado, su pelo no rebasaba de los lóbulos de sus orejas, era rizado y sedoso.

— Luces precioso — musitó en bajo el pelinegro acercándose, sus pasos retumbaban por aquella silenciosa construcción al igual que su masculina voz.

— Tu también lo haces, esto' trajes delinean en excelencia tu bella figura — con sus ojos repasaba la figura de su amado una y otra vez, nunca se cansaría de él.

Changbin se hincó de rodillas frente al más alto, lo tomó de la mano y alzó su vista, apenas lograban diferenciar la silueta del contrario debido a la penumbra, aún así, percibía los destellos en las pupilas del castaño.

— Disculpe príncipe ¿Le gustaría llevar a acabo un vals conmigo? — preguntó con un toque de sensualidad sin despegar su vista de él.

Totalmente enamorado.

— Estaría encantado — respondió con un leve sonrojo en sus pómulos y ayudando a su oficial esposo a levantarse.

Ambos dirigieron sus cabezas en dirección al pianista austriaco, el cual no entendía ni pío de lo que decían al no hablar acapulqueño. No obstante, al notar las miradas de ambos jóvenes encima de él, comenzó a tocar las partituras que le fueron entregadas con anterioridad.

Sus pies se fueron moviendo solos, de un lado a otro pero en sincronía, el pelinegro dejó su diestra en la pequeña cintura del contrario, la otra era la que se encontraba entrelazada con la de Hyunjin, el cual mantenía su prótesis encima su fornido hombro.

Dieron una que otra vuelta soltándose de una mano y alargando sus cuerpos, sin perder de vista al otro; la melodía era tranquila, se perdieron con facilidad en esta, ignorando todas sus preocupaciones y concentrándose en ese momento mágico que se quedaría en la eternidad de su memoria.

El Luchador (ChangJin - Skz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora