9. Asesino en común

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—Cabeza Ketchup

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—Cabeza Ketchup... Hills, despierta... Vamos, Hillary...

Debería ser denunciable pasar al menos una noche tranquila y que te despertasen en la madrugada. Claro que la casa no se había incendiado, ni tampoco había una familia de trolls en el salón, una manada de hipogrifos salvajes en la cocina, un ataque de duendecillos de Cornualles... nada.

—Hillary, vamos, quiero ver el amanecer —rogó en el intento absurdo de convencerla—. Vayamos al viejo roble. Por favor...

—Vale, ya voy... ya voy...

—¡Bien! —exclamó harta.

Perezosamente, Hillary se levantó de la cama y se vistió tras echar a Draco con uno de sus vestidos más sencillos. Se cepilló su largo cabello rojo y salió al pasillo, donde Draco la esperaba.

En cuanto el rubio vio a la chica, la cogió de la mano y salió corriendo y riendo mientras Hillary le rogaba silencio. Corrieron por las escaleras; ella estuvo a punto de caer. Salieron por el patio de atrás y por fin pudieron carcajear todo lo alto que querían.

Recorrían los alrededores felizmente, con aquella sonrisa en la cara que parecía inmortal. Pero ninguno de los dos podía imaginarse lo que pasaría aquel día. Un reencuentro aplazado, una despedida que podía ser para siempre.

Llegaron a su amado roble. Escalaron dejándose las uñas clavadas en el tronco. Y cuando por fin estuvieron en la copa, admiraron el cielo anaranjado, recibiendo una suave y fresca brisa en la cara.

—Hillary.

—¿Si, Draco?

—Nosotros seremos amigos para siempre, ¿verdad?

La pelirroja lo miró.

—Claro que sí. ¿A qué viene eso? No podrás deshacerte de mí en mucho, mucho tiempo, Géminis —sonrió divertida.

Draco abrazó a su amiga sonriendo. Aquello le dejaba mucho más tranquilo.

—Bueno, de todas formas  eres mi esposa.

—¡Que no puedes casarte!

—¡Tienes que prometerme que no vas a casarte con nadie más! ¡Soy demasiado joven para divorciarme!

Hillary rio fuertemente.

—¿Eres demasiado joven para divorciarte pero no para casarte? ¡Estás loco, Malfoy!

—¿VES? ¡Eso es lo que dirá la gente! «¿Cómo puedes estar tan loco para dejar ir a una chica tan hermosa e inteligente?».

—Anda, déjalo. Cada día estás peor. Venga, tenemos que volver.

Bajaron trabajosamente y estuvieron jugando al pilla pilla abajo, retrasando así su regreso a la mansión... y forzando la reprimenda maternal de Narcissa.

•••

—¡NO ME PUEDO CREER QUE OS VAIS EN MITAD DE LA NOCHE SIN DECIR NADA! —chilló Narcissa furiosa—. Y yo buscandos sin parar... Merlín, qué susto...

Hillary Potter: la Elegida de Andraste (reescrito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora