52. Los rebeldes

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—Ya que no se respeta el turno de palabra en esta escuela —dijo Umbrigue con su habitual voz chillona—, a partir de ahora, quien no levante la mano no será atendido

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—Ya que no se respeta el turno de palabra en esta escuela —dijo Umbrigue con su habitual voz chillona—, a partir de ahora, quien no levante la mano no será atendido. ¿Me habéis oído, niños? Si no levantarse la mano, to no escucho.

—¡Perra loca! —exclamó Hillary—¡Psicópata!

—¿Cómo has dicho? —rugió Umbrigue.

—¿Qué? Pero si no he levantado la mano. No ha podido oír nada, profesora, yo no he dicho nada —se excusó inocente.

—Hillary Potter, eres tú la loca.

—¿Cómo me ha llamado? —se levantó del pupitre—. Repítelo.

—En mi despacho a las 5.

—Uy, profesora, qué atrevida —bromeó ella con coquetería.

Toda la clase rio.

—Salte de mi clase en este momento, Potter.

—Vale, vale —se puso en el pasillo—. Si alguien quiere saltarse la clase de la Vaca Rosa, lo invito a venir conmigo.

—¡Quién se atreva a seguirla, correrá su misma suerte! —anunció Umbrigue.

Todos se miraron.

Mattheo fue el primero en levantarse. Luego, Sereia y Tom salieron al pasillo. El castaño rizado sonrió a la profesora.

—Nos vemos a las 5, encanto —le guiñó un ojo antes de marchar desfilando.

•••

—Eres una idiota —maldijo Harry, vendado las heridas de su hermana, de los dedos de la mano hasta el hombro casi—. No sé cómo se te ocurre desafiarla tan descaradamente. Voy a hablar con Aurora de eso.

—Ni se te ocurra —Hillary apretó la mandíbula—. Ahora la única responsabilidad de Aurora es su familia, no las injusticias. Para eso ahora estoy yo.

—Sí, mira qué bien se te da.

Hillary bajó la mirada

—Me comportaré frente a ella. Lo prometo.

—Más te vale —Harry terminó el vendado—. Hecho.

—Gracias —dijo ella, abrazando a su hermano.

Harry la acogió entre sus brazos y se tumbaron en la cama. Cuando quiso darse cuenta, ambos estaban dormidos.

•••

—¿Cómo van? —Mattheo preguntó.

—Bien, Harry les está enseñando a conjurar un Patronus —dijo Hillary—, han pasado de los Expelliarmus. Pero no llegan a los maleficios imperdonables.

Hillary Potter: la Elegida de Andraste (reescrito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora