13. Todo sigue igual

105 7 1
                                    

—¡CORRED!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡CORRED!

Sereia dio el chillido de aviso y los hermanos Riddle salieron corriendo hacia el horizonte. Echaban una carrera, debían llegar hasta el roble del bosque, donde se encontraba Draco.

Tom era muy rápido. Era más alto que Mattheo, aunque no mucho. Siempre había parecido el mayor a pesar de ser mellizos. Y era el mayor. Por 11 segundos. Era el heredero del Señor Tenebroso. Los pocos que conocían su existencia, lo temían. A los dos: los príncipes de la oscuridad.

Mattheo corrió todo lo rápido que las rodillas le permitieron. Se dijo a sí mismo que si su hermano le ganaba, volvería a quedar como un idiota. Y nadie deja a Mattheo Marcus Riddle al nivel del barro.

Corrió todo lo rápido que pudo cuando vio a Draco al fin, pero su hermano estaba a casi tres metros por delante y terminó ganando. Mattheo, de lo torpe que siempre había sido, no supo cómo parar y se la pegó contra el árbol, provocando grandes carcajadas por parte de Tom y Draco.

—Hermanito, ¿estás bien? —preguntó Tom sin dejar de reír.

—Haz el favor de callarte, tomate —contestó Theo, molestando a su hermano con aquel nombre ridículo.

—Oye, no te enfades con Tom, mejor con el árbol —dijo Draco en tono burlón.

–Sí, la cosa es que el árbol me hace más caso.

—Qué dramático... —suspiró Sereia llegando cansada.

—Da igual, será mejor que volvamos, antes de que Cissy nos mate —acertó a decir Tom.

—Id vosotros, ahora os alcanzo —sonrió Draco.

Tom, como era de esperar, retó a la chica Snape a una nueva carrera. Sereia aceptó solo para verlo perder. Eran casi igual de rápidos.

Mattheo quiso ir lentamente, un simple y relajante paseo por el bosque, aún faltaba poco más de media hora para la comida, y había que aceptar que uno u otro siempre llegaba tarde.

Casi se iba, pero miró atrás una última vez. Draco posó su vista en las ramas más altas del viejo roble, brillantes y doradas por el sol del verano, salvo por el lado quemado. Lo miraba nostálgico con una sonrisa triste en el rostro. Y aunque Mattheo no leyera mentes, era fácil adivinar lo que estaba pensando.

Hillary. Habían pasado años y no se le había quitado de la cabeza. Fue pasajero, una amiga de la infancia, al menos esos les decían todos. Lucius, el señor S, Tom y Sereia... Pero Hillary fue la primera amiga de verdad para Mattheo. Él la sentía como su hermana pequeña, pero tenía que admitir que para ella, Draco era mucho más. Lo suyo era único.

Theo se acercó a su mejor amigo y le tocó el hombro. Se giró y sonrió triste, casi al borde de las lágrimas.

—La extraño... —suspiró—. Quiero a mi chica de las estrellas... a mi Cabeza Ketchup.

Hillary Potter: la Elegida de Andraste (reescrito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora