5. La psicóloga

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Cuando Narcissa descubrió, a causa de Regulus y otros factores, que Hillary se dedicaba a leer libro sobre asesinatos violentos y gustaba pintar escenas de sangrientos cadáveres, no dudó en hablar con un especialista

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Cuando Narcissa descubrió, a causa de Regulus y otros factores, que Hillary se dedicaba a leer libro sobre asesinatos violentos y gustaba pintar escenas de sangrientos cadáveres, no dudó en hablar con un especialista.

Maryna Bathes era una vieja amiga de Narcissa que había estudiado psicología en el mundo muggle. Cuando Narcissa se contactó con ella, se sorprendió. Pero se sorprendió aún más cuando le explicó el caso que se le presentaba.

—Hola, Hillary —le dijo Bathes en su primera sesión—. Soy la doctora Maryna Bathes. Me gustaría hablar contigo, ¿puedo?

Extrañada, la niña asintió con la cabeza. Todos se fueron y ella se sentó en el sillón frente a la doctora Bathes.

—Verás, Narcissa me dijo que has... hecho un dibujo muy...

—Raro —completó la niña.

—No, cielo, no. Solo es llamativo. Me gustaría verlo.

Le mostró a la doctora su cuaderno y ella sonrió.

—Es la escena de un libro... El chico del Lago Rojo, ¿cierto?

—Sí...

—¿Has leído muchos libros de asesinos?

—Sí.

—Dime nombres.

—Me gustó el de Se cierra el telón. La bailarina muere. Aparece ahorcada en el escenario.

—¿Por qué te gusta?

—Te deja con la intriga hasta el final. Y mi personaje favorito es el señor Montesco.

—¿El... asesino? ¿Por qué?

—Estaba muy furioso y quería tomar su venganza. Lo hizo. Tomó lo que es suyo. A mí tampoco me gustaría que me quitaran mis cosas. Mucho menos algo que lleva generaciones en mi familia.

—Hillary —dijo Bathes—. Si te quitaran algo que realmente amas, ¿tú también harías ese... tipo de daño a la persona que te quitó lo que amaba?

—Recuperaría lo que es mío. A toda costa. No dejaría que nadie me pasase por encima.

•••

Por muy inquietos que estuvieran todos, Regulus se notaba especialmente nervioso. No dejaba de cruzar las piernas de ciento una formas distintas y de retorcerse las manos acariciando sus anillos y sus dedos. Moviendo su cabello y rascándose la barbilla.

—Me pones nervioso, Black, basta —dijo Severus en voz seca.

—Oh, disculpa, Sev :dijo malhumorado—. No es tu protegida la que está con una psicóloga porque, a sus casi siete años de edad, se dedica a leer libros de asesinato y a dibujar cadáveres.

Hillary Potter: la Elegida de Andraste (reescrito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora