54. Amortentia

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Harry entró a la habitación de Hillary en Gryffindor

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Harry entró a la habitación de Hillary en Gryffindor. Ella estaba sentada en la cama. Rápidamente, se limpió las lágrimas. Harry se acercó a ella y la acogió entre sus brazos.

—Hillary, estoy contigo —le susurró a su hermana.

—Siento que he hecho algo mal —jadeó—. ¿Crees que Draco me haya dejado realmente para protegerme?

—No, Hillary. Pero tampoco creo que sea por lo que tú crees.

Hillary se enderezó.

—¿De qué hablas, hermano?

—Mira, siento ser yo quien te lo diga —contestó—, pero creo que Draco ha cambiado de bando.

—Eso es... imposible —murmuró—. Draco jamás...

—Hillary, en el tren me petrificó, me rompió la nariz y me cubrió con la capa de invisibilidad —explicó—. Estaba ahí cuando le dijiste que tendríais que casaros —le echó una mala mirada.

—Pero... No, Draco no... Él nunca...

Harry volvió a abrazar a su hermana al ver las lágrimas amenazar con salirse de sus ojos. Hillary se aferró a su hermano mientras él se recostaba en la cama con ella en su pecho.

Hillary pronto se quedó dormida, pero ni siquiera entonces Harry se fue. No se atrevió a dejarla sola.

•••

Draco estaba furioso. Consigo mismo, con Harry y con los malditos Mortífagos.

Estaba celoso de Harry. Él, libremente, podía acercarse a Hillary, abrazarla, acariciar su mano y verla sonreír de cerca. Y Draco se esforzaba por fingir que no la amaba, pensando que tal vez eso se hiciera real o que Hillary se rendiría con él.

Draco ni siquiera había podido ser sincero con sus amigos, los hermanos Black. Temía por su propia vida. Después de todo, si él moría, tampoco había mucho que hacer. ¿Se sacrificaría por sus amigos? Sin pensar. Pero no era plan de morir en vano.

Aquel día estaban en clase de Pociones. Draco estaba junto a Tom preparando Amortentia. Exacto, aquella poción que huele igual que tú alga gemela.

Tom echó los ingredientes sonriendo, sabía que solo iba a oler a Sereia. Podía afirmarlo delante de todos: amaba a Sereia Snape. No lo ocultaba; no tenía por qué. Draco deseaba poder sentir lo mismo.

—¿Estás bien, Drac? —le preguntó a su amigo—. Te veo tenso.

—Será porque estoy tenso.

—¿Me dirás qué te pasa?

Draco desvió la mirada por encima de su hombro, viendo a los hermanos Potter sonriente preparando su poción.

Hillary Potter: la Elegida de Andraste (reescrito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora