10. Manchester

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—Si crees que va a llevársela porque sí

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—Si crees que va a llevársela porque sí...

—No entiendo por qué estás tan molesto, Draco. Quiero ayudar a Hillary, conocí a sus padres y soy; además, su madrina —explicó Aurora—. Es mi responsabilidad.

—Pero es mi mejor amiga. ¿Alguna vez le han quitado a alguien que te amase?

La mente de la Bruja se nubló, llenándose de nombres. James, Lily, Harry, Hillary, Sirius, Regulus, Alice, Remus... Por una cosa o la otra, siempre había alejado o se habían alejado de ellas las personas a las que amaba.

—A mucha gente —contestó cortante—. Demasiada. Me arrebataron a todo aquel que amaba. Y la única persona que me quedaba... decidí alejarme, para no dañarla...

Draco la miró entre curioso y apenado.

—¿Quién era? —preguntó.

—Remus. Se llama Remus. Él era una gran persona. Una de las más hermosas e inteligentes que he conocido.

—Seguro que vuelven a verse algún día —habló Draco, en un intento de aliviar el dolor de la mujer.

—Igual que me aseguraré de que vuelvas a ver a Hillary. Te lo prometo, Draco. Es la palabra de una Cazadora.

Él miró los ojos azul eléctrico de Aurora con miedo. Miedo a perder a su amiga, a quien le hacía feliz, con quien se sentía bien.

—Confío en ti, Bruja.

—Gracias, Draco.

Y, a pesar de ser por una buena causa, Aurora no pudo evitar sentirse culpable.

•••

Draco sabía que no soportaría ver a Hillary por última vez: ver cómo salía por esa puerta y saber que no volvería en mucho tiempo. Tal vez meses, tal vez años. Sería completamente desgarrador; doloroso. No lo soportaría.

Debía hacerse a la idea de que tal vez ya no la volvía a ver. Ni todos los días ni ninguno. Tal vez, a lo largo del tiempo, ella prefiriera no venir nunca. Ni a Navidad, Acción de Gracias, a celebrar sus cumpleaños. Draco quería estar ahí en el suyo, sabiendo que a ella no le gustaba, queriendo apoyarla en los momentos difíciles.

Draco pasó horas encerrado.

Llamaron a la puerta y solo soltó un angustioso suspiro. Nadie entraba. Nadie decía nada. Pero entonces, Dobby, su elfo doméstico, entró.

—Señor Malfoy —dijo tímido.

—Mira, Dobby, no estoy de humor...

—Solo pensé que quería saber que la señorita Potter, el señor Black y la señorita Riddle se marchan ya. Acaban de despedirse.

Hillary Potter: la Elegida de Andraste (reescrito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora