16. Grandes talentos

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Hacía dos días habían estado peleando contra sus primeros Mortífagos

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Hacía dos días habían estado peleando contra sus primeros Mortífagos. Habían empezado a entrenar justo esa mañana, así que fue una verdadera sorpresa. Aurora estaba impresionada con la facilidad que tenían los niños para defenderse. Había hecho una buena apuesta, desde luego.

Por ese motivo, cuando el lunes tuvieron que presentarse en la Escuela Diamond de Primaria y Secundaria de Manchester, les pareció algo tonto e innecesario.

—Esto sigue igual —dijo Hillary asqueada, pues que aún recordaba la pelea con Tyler Johnson en segundo. Y, a menos que lo hubieran llevado a una correccional de menores por ser un caso perdido de la sociedad, seguiría rondado por aquellos pasillos.

—Pero tú no —le recordó Mattheo—. Has pasado de ser una renacuaja invisible a una chica preciosa con cabello envidiable —le dedicó una sonrisa—. Si alguien te molesta, dímelo y le destrozamos la nariz.

—¿Sabéis qué es lo bueno de ser nuevos y desconocidos? —les preguntó Tom con una sonrisa pícara—. Hacer una gran entrada.

Algunos miraban a Hillary como si recordaran quién era. La chica misteriosa. La superdotada. La de la tía asesina.

Pues esa chica había cambiado. Usaba las dos mejores armas que había en ese mundo: la astucia y la violencia.

Theo le pasó un brazo por los hombros mirando a los demás como si marcara territorio, como si quisiera decir: "yo soy su amigo, ¿vale?". Pero la razón por la que ella no le dijo nada fue que serían los nuevos reyes del cotarro. Mientras Tom y Sereia eran los callados misteriosos, Mattheo y Hillary marcarían tendencia.

Entraron a su clase y se sentaron los cuatro juntos. Si se lo preguntan a Hillary, el mejor sitio es al final de la clase y al lado de la pared con radiadores. Es lo mejor que hay en invierno. Los de atrás son los rebeldes sin causa y los de al lado del radiador son los privilegiados. Privilegiados y rebeldes. Era su definición.

—Vaya, vaya, vaya... —un chico se acercó a ella y Mattheo lo miró mal—. Una chica nueva. ¿Cómo te llamas, bonita?

No se acordaba de ella. Pero ella de él sí.

Mattheo habló.

—Eso no te importa.

—Cállate, pobre —gruñó Tyler—. Le hablaba a ella.

—Mi nombre —repitió Hillary— no te importa. Así que vete de aquí, Johnson.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—¿No te acuerdas de mí?

Tyler puso cara rara.

—Yo era la niña de la que te burlaste porque no tenía madre. Hillary Potter —se acercó a él amenazante, intimidándolo—. Dime, ¿te acuerdas ya de mí?

—Sí... la psicópata que me atacó.

—Veo que tu nariz no terminó de arreglarse. Si no me dejas en paz, me aseguraré de que tu ojo tampoco se arregle nunca. O que no tengas ojo, simplemente.

Hillary Potter: la Elegida de Andraste (reescrito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora