Capítulo I | La libreta

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¿Cuál era el color de sus ojos?

Abro la libreta que tengo sobre mis manos. Busco la pagina 23; el nombre de Billy Marry encabeza la hoja. El color de sus ojos es azul claro. Tiene una pequeña cicatriz en su frente. Alzo mi vista y veo a los dos niños que caminan en dirección hacia mí. Uno de ellos tiene las características de mi hermano. Cierro mi libreta y concluyo que la otra persona debe ser uno de sus amigos.

—¡Hera! —habla él, y yo reconozco el timbre de su voz. Al acercarse y darme un abrazo, vuelvo a confirmar echando su cabello hacia atrás la marca que tiene en medio de sus cejas—. Siempre haces eso —dice, riendo.

—Tengo que confirmar que no eres un desconocido —menciono, antes de tomar su mano. La sensación de sus dedos también es igual a la de siempre. Este si es Billy. Escucho como se despide de sus compañeros, aunque lastimosamente no recuerdo el rostro de ninguno de ellos.

Había pensado que, si algún día van a casa, me tomaré el tiempo de observarlos y anotar sus rasgos. Hasta ahora no se me ha dado la oportunidad.

—¿Por qué hueles tan mal? —me pregunta, haciéndome recordar lo que pasó horas antes. Yo le respondo que es imaginación suya, aunque por dentro la sensación de haber sido bañada con las entrañas de pescados no se ha ido.

Sé que cuando lleguemos a casa una de las primeras cosas que tengo que hacer es tomar un baño. Nunca pensé que ellos pudieran llegar tan lejos como para hacerme eso. Pero supongo que es mi culpa, ninguno sabe acerca de mi condición, y el motivo por el cual no puedo recordar sus rostros. Aunque tengo anotado las características de la mayoría, sé que me siguen molestando las mismas personas desde hace un año.

Al llegar a casa, dejo que Billy vaya a su habitación de inmediato. Alzo el tono de mi voz para saber si papá ya llegó, pero nadie me responde. Bajo mi vista, con el objetivo de limpiar mis pies sobre la alfombra, pero otro sobre sale a mi vista. Lo tomo con la ayuda de mis dos manos, y al abrirlo, noto que es un aviso de desalojo. En él está escrito que la policía nos da una semana más o sino usarán la fuerza. Dejo salir un suspiro y pongo el papel sobre la mesa.

Imagino que nos tocará mudarnos nuevamente.

(...)

Los audífonos cubren mis oídos, logrando opacar todo el ruido que hay en el exterior. Mis ojos están concentrados sobre las letras, y la impresionante forma que tiene Sidney Sheldon para cautivarte con el suspenso. Desde siempre me han gustado los libros de suspenso y terror, y cuando descubrí al hombre que es capaz de transportarte al libro mediante sus palabras, supe que se había convertido en mi autor favorito. Aunque también tenía que admitir que Stephen King se había ganado gran parte de mi corazón. Tengo una libreta especial de ellos dos, en las cuales tengo detalladamente descritos todo su rostro y formas de hablar.

Pueden llamarme loca, pero me entristecería mucho comprar un libro sin reconocer sus rostros en las contraportadas.

Subo un poco más el volumen de mis audífonos al reproducirse Deuce de Kiss. Alzo mi vista para saber si los profesores volvieron de su reunión, pero aún no han llegado. Cuando quiero cambiar de página, mi cabeza baja de un golpe casi golpeando la mesa. Fue un golpe seco, no tan doloroso, pero que seguro se escuchó fuerte. Aparto los audífonos de mis orejas y doblo mi postura para echar un vistazo hacia atrás. Cabello color castaño claro y un piercing en su nariz; es María. Las otras personas que están a su lado seguramente son sus amigas.

—Te estaba hablando, domiciliaria —pronuncia, con su tono de voz delgado.

Me pongo de pie de inmediato, dejando caer mi libro sobre el asiento.

—Un refresco de manzana, uno de uva y otro de naranja —pronuncio, situando el libro sobre mi pecho—. Ya va.

Empiezo a caminar en dirección a la puerta, pero una voz me detiene.

Hasta que seamos diferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora