Victoria y Camila me llevan al baño, al ver que mi rodilla está sangrando. Me hacen tomar asiento sobre el pequeño murete en el cual están ubicados los grifos, y con mucho tacto, una de ellas empieza a lavarme la herida.
—Aren es un idiota, Hera. Debes tener cuidado —menciona Victoria, tendiéndome su mano—. ¿Lo conocías de antes?
—No... Sólo había escuchado su nombre en mi anterior escuela —arrugo mi rostro, porque el agua arde un poco. Camila se cruza de brazos delante de mí, con su espalda apoyada a uno de los cubículos y me observa con atención.
—Entonces sólo lo hizo porque le pintó. Se cree muy superior con su apariencia de pandillero —escupe Camila, con rostro de molestia.
—Es que es un imbécil —dice con enojo Victoria, secándome la rodilla—. Apenas lo vea lo haré entrar en razón. Ese teatro que montó se tiene que acabar.
—¿Sabes que me hizo recordar?, Vi —comenta Camila, acercándose al murete—. ¿Recuerdas cuando lo expulsaron a finales del año pasado?
—Si, porque le desfiguró la nariz a un chico de otra escuela.
—Yo estaba en la sala de los profesores, y dijeron que fue porque le debía dinero —revela Camila, viéndonos mutuamente—. Si me lo preguntas, no es bueno juntarse con alguien tan explosivo.
—Yo hablaré con él —dice Victoria, poniéndose de pie—. Le diré lo idiota que es. ¿Cómo pudo hacerle esto a una chica?
Mi corazón se acelera un poco, porque hasta ahora caigo en cuenta de lo que está sucediendo.
Dejando de lado lo que pasó con Aren, no creo que dos personas estén ayudándome.
—No, no... No te molestes. Yo lo haré —digo, bajándome del muro. Le muestro una sonrisa, pero ella no hace lo mismo conmigo.
—¿Por qué sonríes? Acaso eres masoquista —pregunta ella, golpeándome el antebrazo.
—No, no... No es por eso... Sólo quiero agradecerles por ayudarme —mascullo, apretando un poco mi libreta contra mi pecho.
—Creo que encontré el problema, Victoria —dice Camila—. Lo que pasa es que Hera es muy pura. Sólo escucha como habla; seguro sufría de bullying en su anterior escuela —pronuncia con tono de broma. Yo sonrío, porque de lo contrario se revelaría que su comentario fue verdad.
Al volver al aula, noto que todo está en silencio. Visualizo mi asiento y veo que al lado no está Aren, eso es algo bueno. Al momento de sentarme, la mayor parte de mis compañeros me rodean y preguntan si estoy bien.
—Claro que no lo está —responde Victoria por mí—. Es que llego a ver a Aren y... ¡Dios!, le parto la boca.
—Además de ser la más nerd, también eres la defensora de los débiles... ¡Esa es mi colorada! —exclama el chico del cabello tinturado. Aún no he tenido la oportunidad de saber su nombre. Yo sonrío y volteo mi vista hacia el otro costado; en el cuarto asiento al lado de los cristales que funcionan como pared, está un chico sentado, sin intenciones de involucrarse en la conversación. Él alza su mirada y me ve.
No sé cómo no me había dado cuenta antes. Él es el chico de la librería, o debería comenzar a llamarlo por su nombre; Jordan.
Bajo mi vista y vuelvo a centrar mi atención entre las personas que me hablan. Ahora tengo otros problemas que resolver, y me preocupa que Aren sepa quién soy, y quien es mi padre.
¿Cuánto dinero le deberemos?
(...)
Al terminarse las clases estoy bajando la pequeña pendiente en la que se encuentra la escuela. Victoria y Camila fueron a una obra de teatro que se presentaría hoy en el centro de la ciudad, y me invitaron para conocernos mejor, sin embargo, tuve que negar su oferta ya que no tengo suficiente dinero para asistir a ese tipo de eventos.
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Hasta que seamos diferentes
Teen FictionLa mayor parte de las personas son crueles, y eso es algo que Hera sabe muy bien. Al llevar toda una vida intentando ocultar su enfermedad, tiene claro que de lo único de lo que debe huir es de ellos. Jordan no es la excepción. Él también huye, pero...