Capítulo VII | Encadenados

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Cuando era niña, escuchaba comentarios de nuestros familiares por parte de mi padre, acerca de que nuestra familia está maldita. La razón fue sencilla; Billy y yo padecemos de enfermedades, y toda la culpa recayó sobre los hombros de mi mamá por ella sufrir de cáncer. Sin embargo, siempre escuchaba a mi padre pelearse en las reuniones familiares por ese tipo de comentarios, y más cuando mi madre tuvo que ser internada y... pasó todo lo que pasó. Jamás recibimos apoyo por parte de ellos, y podría asegurar que es por eso que no sé nada de mis tíos o primos desde entonces.

La relación de mi padre con sus familiares se rompió de cierto modo. Quedamos completamente sin apoyo, y por varios años, con el sentimiento de que nos hacía falta la mujer que podría arreglar todo con su manera de ser. La extraño desde entonces, pero a menudo pienso que no se fue del todo, porque cuando veo a Billy sonreír, me hace pensar que ella aún sigue con nosotros.

Es extraño poder encontrar a nuestros seres amados en otras personas, pero muchas veces no en nosotros mismos... La mayor parte del tiempo sólo me limito a imitarla a ella. Pienso que, de ese modo, quizás, pueda ser un poco más fuerte.

—¡Muere elfo asqueroso! —proclama Billy, mientras yo veo como pasea sus dedos de forma rápida por las teclas—. ¡No, me mató! —se pone de pie—. ¡Está a un golpe!, mátalo —grita, mientras me acomodo la mochila en mi espalda. Pasados unos segundos, veo como empieza a saltar y a levantar los brazos—. ¡Bien hecho, Dragón celestial! —dice con entusiasmo, acercando su rostro a la computadora. Yo rio, porque no entiendo tanta fascinación por un juego.

—¡Somos el mejor maldito equipo, Draco! —se escucha desde la computadora. Billy se da la vuelta y me observa; por su boca entreabierta creo que sabe que haré—. ¡Te extrañé maldito!

Me acerco a la computadora.

—Oye, "Dragón celestial" —hablo, escuchando como él guarda silencio—. Te dije que no dijeras malas palabras mientras juegas con él... Apenas es un niño.

—Basta Hera... Me avergüenzas —susurra Billy.

—¿Estabas con la bruja? —se vuelve a escuchar la voz mediante el micrófono—. ¿Hay temporada de caza?, ¿por eso no puedes salir en tu escoba?, maldita.

—Bien, suficiente —digo, bajando la pantalla del portátil. Me doy la vuelta y observo a Billy con una expresión de desconsuelo—. Ve al baño, tenemos que ir a ver a tu médico.

—Extrañaba jugar —me dice sonriendo, antes de darme un abrazo. Creo que intenta chantajearme—. Gracias por hacerte cargo de pagar el internet.

—Dile a "Dragón celestial", que deje de decir malas palabras, o tendré que tomar ese dinero para comprarme más libros —amenazo, haciendo que él haga una seña de súplica con sus manos.

—Prometido —replica, corriendo en dirección al baño a lavarse los dientes.

Yo sonrío, antes de volver a echarle otro vistazo a la computadora. Es impresionante como un niño se puede hacer amigo de un desconocido mediante un videojuego. Me aterra un poco que sea mala persona, pero si tenemos en cuenta que desde hace varios meses Billy juega con él, nunca he escuchado que le ofrezca algo extraño... Tal vez estoy exagerando, o quizás este pensamiento radique que, al igual que con Aren, tampoco me llevo de la mejor manera con "Dragón celestial".

Además, que apodo tan ridículo.

Después de que Billy dejara el baño, salimos de casa y caminamos hasta la parada del autobús. Aunque en la ciudad estamos en temporada de lluvia, este día parece que permanecerá soleado. Y ojalá sea de ese modo, ya que mi garganta empezó a doler en la madrugada por haberme mojado el día de ayer con Jordan.

Hasta que seamos diferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora