Capítulo XXXII | Por ti

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Camila ganó.

Y no ganó por suerte, ni nada parecido; ganó porque todos fuimos testigos de lo mucho que se esforzó. El combate duró aproximadamente veinticinco minutos, y aunque por un momento se vio contra las cuerdas, siguió dando lo mejor de ella.

Me atrevería a pensar que la llegada de ese hombre la alentó a dar la mejor de ella. Al padre de Cleik me refiero. Cuando se sentó al lado de Victoria empezó a gritar, a animarla al lado de su hijo. Podría parecer algo tonto, pero aseguraría que eso la llenó de energía.

Creo que por eso mismo ahora no puede pensar con claridad, porque en otras circunstancias no dejaría que Cleik la estuviese abrazando. Incluso se ve que no le desagrada.

Giro mi rostro hacia la derecha y observo a la madre de Camila con un par de lágrimas en su rostro. Cuando su hija termina de abrazarse con los dos hombres, la mira a ella y desde mi posición creo que puedo comprender lo que le dice.

Está orgullosa... me pregunto que se sentirá escuchar eso. Aunque con sólo ver el rostro de Camila puedo percibir que el sentimiento es único.

Ambas dejan de abrazarse y cuando mira hacia donde está Victoria y yo, viene corriendo y nos abraza con fuerza. Es la primera vez que muestra afecto hacia nosotras. Creo que me gusta esta faceta de ella.

Me permito ser libre y expresarle lo grandiosa que me parece. Y quizás por el tono en el que lo dije, o la pequeña dramatización que hice; ella ríe, al igual que los demás. Guardo silencio y dejo que Victoria hable con ella. Dirijo mi vista hacia atrás y observo a Cleik apuntándole con la cámara de su celular. Rio en voz baja y permito que también sea feliz.

Después de unos minutos se le dice a Camila que vuelva a subir a la tarima, la cual ya está lista para la premiación. Todas las personas en el lugar tomamos asiento y esperamos que los protocolos terminen. Hasta hoy no sabía que podría alegrarme tanto por ver a otra persona feliz. Creo que a ellas les debo mucho; no sólo porque decidieron estar a mi lado a pesar de todo, sino porque también me enseñaron otra faceta de la vida que hasta ahora no había vivido.

El resto de la noche transcurrió con normalidad; la madre de Camila y el padre de Cleik nos invitaron a cenar para festejar. Al parecer ellos son buenos amigos; por lo que escuché de su platica y lo que me comentaba Victoria entre susurros, el padre de Cleik es quien entrena a Camila en secreto, pero no siempre fue así. Cuando ambas familias vivían en el mismo barrio, eran muy cercanos, tanto que incluso iban de vacaciones juntos. Pero todo cambió cuando el padre de Camila empezó a ascender en su puesto de trabajo y le prohibió volver a visitarlos.

El motivo no lo sé con claridad, y creo que evitan hablarlo. Pero imagino que ser amigos desde que eran niños es lo que hace que Cleik la quiera tanto. Camila también debe hacerlo, pero imagino que en el fondo siente que quizás escucharse a sí misma no es la mejor opción.

Al despedirnos de Cleik y su padre, la madre de Camila se ofrece a llevarme a casa, y no me da tiempo para negarme. Accedo y me subo a la parte de atrás de la camioneta, al lado de Victoria. En todo el transcurso no dejaron de hablar de lo que ahora se vendría para Camila, ya que tendría que viajar a la capital a final de año para competir; y eso ya no podrá ocultárselo a su padre. Yo me limité a escuchar en todo el trayecto, ya que nunca he pasado por una situación similar. En este caso no puedo opinar.

Al bajarme de la camioneta y estar en casa, me despido de ellas y veo como el auto se marcha. Respiro profundo y relajo mis hombros; fue un día largo y mañana lo será más. No puedo estar pretendiendo escapar de todo lo que sucedió los últimos días.

Al sacar las llaves e introducirlas a la puerta, esta se abre antes de que yo lo haga. En frente de mí aparece un hombre grueso y con un pijama que conozco bien por los agujeros que tiene en el pecho.

Hasta que seamos diferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora