Capítulo XI | Por ti

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El lunes por la mañana me encuentro terminando los últimos detalles de la pulsera que le estoy haciendo a Jordan. Ayer estuve pensando, y concluí que quiero darle algo, al igual que él lo hizo por mí. Así que desempolvé el hilo encerado y los adornos, y volví a hacer algo que no hacia desde que mamá murió. Al principio se sintió extraño, pero después sin darme cuenta, le estaba poniendo mucho empeño.

Sólo espero que le guste la pequeña mano huesuda que ubiqué en el medio. Fue el único adorno decente que encontré; ya que los demás eran muy extravagantes para alguien cómo él.

Al terminar y guardar la pulsera en mi chaqueta, me dirijo hacia la puerta. Billy está almorzando, y este me mira de reojo, intentando provocarme algún sentimiento de culpabilidad. Desde aquel día no he dejado que tome la computadora, y no pienso ceder. Me acerco a su cuerpo y le doy un beso en su frente.

—Ten un buen día —le digo, dirigiéndome a la puerta.

—Ya no hay días buenos, sólo días —replica, con una voz nostálgica. No puedo evitar reírme y salgo de casa. El día se percibe muy oscuro, y eso es una buena noticia ya que no tendremos que hacer educación física.

Al llegar al instituto, soy una de las primeras en ingresar a mi salón. Saludo a mis demás compañeros y tomo asiento en mi puesto, atenta a cualquier persona que entre. Un par de minutos más tarde, observo un cabello de color rojo asomándose ante mis ojos; ella alza su mano y me saluda mientras camina.

Su apariencia me recuerda a todo lo que sucedió el sábado; y al parecer pudo arreglar su peluca. Aunque, si la miro con detenimiento, el tono es un poco más oscuro. Ella se acerca a mí y me abraza, sorprendiéndome por completo. Al recuperar de nuevo la cordura, la abrazo.

—El fin de semana fue muy largo; lo necesitaba —dice, separándose de mí y sentándose en su asiento—. ¿Luzco como si hubiera llorado toda la noche?

—Para nada —sonrío, y ella hace lo mismo conmigo. Detallo el cabello y si se percibe un poco más oscuro.

—Ya desinstalé la aplicación —me comunica—. Y no quiero saber de citas por ahora...

Su voz baja un poco su intensidad, y supongo que es normal. Después de todo, no creo que sea fácil recuperarse de algo como eso; aunque ella sabe ocultarlo muy bien.

—Es bueno saberlo —menciono, volviendo a ver hacia la puerta. Ahora observo el cuerpo de un chico alto y con la camiseta del equipo de básquet. Al fijarme en sus orejas, lleva puestos los piercings que me hacen reconocerlo en cualquier lado—. Pensé que estaría preso.

Victoria ríe ante mi comentario.

—Aren tiene sus métodos para librarse de los problemas; no los apoyo, pero son muy útiles —relata, llamando mi atención—. Arthur no quiso denunciarlo, así que la situación ya pasó.

Él pasa por mi lado y me observa; yo también lo hago. Toma asiento a mi costado derecho y como si fuese la rutina de todos los días, cubre su rostro con la chaqueta. Miro a Victoria nuevamente y esta tiene su mirada perdida. Continua así por unos segundos hasta que vuelve a reaccionar y a observarme. Decido no comentar nada para no traer el tema de nuevo.

Observo hacia la entrada, pero mi vista se concentra en su asiento; Él ya entró. Lleva puesta una camiseta blanca, y sólo para cerciorarme de que sea él y no otra persona, detallo la forma de su peinado y la figura de sus ojos.

Es él. Puedo asegurar que es Jordan.

Espero a que voltee hacia mi dirección para saludarlo, pero él esconde su cabeza entre sus brazos y deja reposar su frente sobre el escritorio.

Hasta que seamos diferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora